A pesar de la separación o el divorcio el factor de adaptación más importante para los hijos es el nivel de conflicto de los padres

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11 de junio de 2017, 5:00 AM
11 de junio de 2017, 5:00 AM

Lucianita vive en el Plan 3.000 y se le empezó a caer el pelo desde que vio, en un micro, cómo discutían sus padres después del divorcio. “Se llama alopecia nerviosa. La pequeña quedó lampiña”, cuenta el sicólogo Betman Hollweg. En la consulta, la niña le contó al sicólogo que quiere pasar tiempo con su papá, pero que él suele hablarle mal de su mami;  y que también la mamá habla mal del papá. 


El caso confirma un estudio publicado la semana pasada, realizado por un equipo de investigadores de las universidades de Santiago de Compostela y Vigo. Los expertos estudiaron familias con parejas unidas y divorciadas; participaron 467 niños, niñas y adolescentes, de entre dos y 18 años. El hallazgo puso un número a lo que la literatura científica ya había descrito. Encontraron que los hijos de padres separados tienen aproximadamente el doble de probabilidades de desarrollar problemas gastrointestinales, genitourinarios, dermatológicos y neurológicos que los de familias nucleares. 


“No es la ruptura de la pareja la que conlleva efectos negativos para el estado de salud de los hijos e hijas, sino la gestión inadecuada por parte de los progenitores, como señala la literatura científica y constatan nuestros datos”, explica María Dolores Seijo, una de las investigadoras.  

Reacios al diván 
Según la experiencia de Betman Hollweg, los padres divorciados son reacios cuando se trata de acudir a una consulta sicológica. Por lo general, quien primero se da cuenta de los problemas es el maestro, ya sea porque el rendimiento escolar baja o porque, como en el caso de Tomasito, de 7 años, que vivió el prolongado proceso jurídico sobre la tenencia  y visitas programadas.


El caso fue atendido por la sicóloga Patricia López Zúñiga. Al momento de hablar de sus padres el niño se callaba y negaba así la problemática. 
“En sus producciones lúdicas y gráficas demostró la intensidad de su malestar y la sensación de no poder estar al lado del progenitor ausente, como lo deseaba, debido a las limitaciones que le colocaban los familiares, o imposibilitando el encuentro”, explica. 


Tomasito se refugió en la fantasía de ser un superhéroe que vencía todos los obstáculos, al punto de entorpecer los lazos con sus compañeros. Bajó su rendimiento académico. Prefería ocupar gran parte de su tiempo en dibujar a los superhéroes y construir historias fantasiosas en las que destruía montañas y paredes para conseguir estar con el tesoro, representado por la figura ausente.


“Cuando existe la responsabilidad y la madurez emocional de velar por los hijos, existe un acuerdo y trabajo anticipado al divorcio. Se acude a los profesionales para la preparación ante la nueva  situación, como medida preventiva para todos los involucrados, desde la separación (proceso sicológico) hasta el divorcio (proceso legal)”, dice López. 


El proceso afecta al hijo, porque implica una pérdida, un duelo, una muerte simbólica, aclara la sicóloga; sin embargo, el hijo será partícipe de un discurso coherente, de acuerdos y de apoyo profesional sicológico que le permitirá sobrellevar ese duelo “y lograr su estabilidad y la seguridad de contar con el amor y el apoyo de ambos progenitores y, sobre todo, de la verdad dosificada”. 


Los problemas más complicados con el que ha trabajado López en su consulta se relacionan con el perdón y la responsabilidad. Lamentablemente, ha visto que en la mayoría de los casos, las partes buscan el mal uso del poder y el control a través de los hijos. “Los usan como trofeos o recursos para sus necesidades inmaduras y egoístas”, refieren. 

Duelo y renovación
La sicóloga Susanne Hansen señala que en los niños hay dolor, y López apunta que los padres también atraviesan una fase de duelo, que tiene varias etapas dolorosas. Cualquiera de esas etapas puede perdurar en el tiempo sin la elaboración adecuada.


La dificultad suele darse al momento de la distribución de días y horarios para compartir con los hijos, compromiso ante la salud, apoyo académico y disciplina. Existen otros elementos en menor proporción, como los permisos de viajes y visitas a la nueva pareja, que también son significativas. Ante estos hechos nuevos, Hansen considera que lo fundamental es que los padres se ubiquen en el lugar que deben ocupar, “y ese es el lugar de los adultos. Ellos son los adultos y segundo, diferenciar como adultos que se trata de un tema de pareja”. 

vínculo indisoluble  presionar para que los hijos apoyen a uno u otro padre es una forma inmadura de sobrellevar la separación.
Vínculo indisoluble
Presionar para que los hijos apoyen a uno u otro padre es una forma inmadura de sobrellevar la separación.

Es muy frecuente que ambos progenitores o uno de ellos recurra a la victimización, con lo que  involucran a los hijos en el conflicto, “como buscando apoyo o razón, o para lastimar a la otra persona, a la contraparte. Eso es muy dañino para los hijos”, dice.

Qué aprender de esto
La primera intervención que suele hacer Hansen consiste en establecer que el proceso es un tema de pareja y que, por lo tanto, hay un proceso de aprendizaje implícito en la evolución y en el rumbo que tomó el divorcio. “Se trata de ver qué hay en este divorcio que yo necesito aprender de la manera de ser pareja, de haber llevado la relación de pareja. Es fundamental sugerirles que hagan terapia cada uno por su lado y procesar el duelo, los sentimientos de culpa y de enojo”, afirma.


Aunque los hijos pasan por su propio proceso de duelo, se debe hablar del tema abiertamente, porque todos lo viven desde diferentes lugares “y no pretender que no pasa nada”.  
“Lo óptimo es coordinar todo y no por medio de los hijos, porque se suele convertir a los hijos en voceros del papá o la mamá, y lo convierten en puente para organizar lo práctico y las cuestiones de dinero”, comenta Hansen. 
En suma, sugiere separar el rol de padres del de hombre-mujer para hacer un buen trabajo  

 

Los efectos varían según la edad 

Patricia López Zúñiga
Lic. en Sicología. 
Terapeuta familiar

 Los efectos de una separación o divorcio varían según la etapa de desarrollo evolutivo en que se encuentre el niño.
En niños menores de cinco años se incrementa el malestar ante la pérdida a través de sus emociones. Esto, porque aún se encuentran en vías de exploración, donde el apego y desapego se ve bruscamente alterado.


Los primeros años son esenciales, porque se va construyendo la estructura de la personalidad de todo individuo (dicha estructura está basada en los pilares paternos o de tutores). Por lo tanto, al no contar con esta base sólida y estable, se impedirá subsanar cualquiera de las heridas emocionales (abandono, rechazo, traición, humillación o injusticia), lo que perjudica el desarrollo sicológico, social y biológico (enfermedades psicosomáticas). La niña o el niño buscará refugios como el retorno a etapas más tempranas (conductas regresivas), centrarse en lo imaginario,  llanto desconsolado, pérdida de apetito, búsqueda permanente de reafirmación,  intolerancia a la frustración, entre otras. 


En los mayores de 6 años, reina el pensamiento concreto, donde la observación, sentir y manipulación de su realidad le permitirá construir su aprendizaje y proseguir con lo iniciado en la primera infancia. 
En los adolescentes, invade el miedo, depresión, sentimientos de culpa, problemas de conducta, ensimismarse en sus pensamientos, incertidumbre sobre el futuro, dificultades sociales entre otros aspectos que varían de acuerdo a cada caso.

Fotos: partnershipforchildren.com; exministries.com; huffpost.com