La historia de amor del piloto Orestes Lorenzo que burló controles y 'robó' a su familia de Cuba

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11 de noviembre de 2018, 9:00 AM
11 de noviembre de 2018, 9:00 AM

El 20 de marzo de 1991, en una misión de entrenamiento de rutina de la Fuerza Aérea de Cuba, el mayor Orestes Lorenzo Pérez, formado en el régimen militar castrista desde muy pequeño, desertó en un MiG-23BN y se desvió a la Estación Aérea Naval de Key West, Florida.

A toda velocidad y a baja altitud cruzó en solo 10 minutos los 150 kilómetros que separan a Cuba de Estados Unidos. Como iba casi a ras de mar, ni los radares cubanos ni los estadounidenses advirtieron su presencia, por lo que pudo aterrizar sin problemas en la estación aeronaval de Boca Chica, en los Cayos de La Florida.

Apagó el motor, abrió el dosel y saltó a suelo estadounidense. Se puso de pie en posición de firme, con las manos en alto y de inmediato solicitó protección y asilo en Norteamérica. Después de responder a todo el interrogatorio al que fue sometido, recibió el estatus de refugiado político.

Una vez los servicios de inteligencia de Estados Unidos se informaron de todos sus conocimientos militares, el piloto empleó sus energías para tratar de sacar a su familia de Cuba. Pensaba que al recibir las visas americanas, lo demás sería cuestión de trámite. Se olvidó de un detalle: las autoridades cubanas solían castigar a los desertores impidiendo que se reúnan con sus familias fuera de la isla.

Fue así como comenzó a escribir el primer capítulo de lo que parece ser una película de ciencia ficción o una historia de novela, de la que ya Walt Disney Corporation tiene los derechos.

El 19 de diciembre próximo se cumplirán 26 años del ‘vuelo por amor’ que puso en ridículo al régimen de Cuba y que ha quedado registrado en la historia y en la memoria de los cubanos. En 1992 regresó a la isla en una pequeña avioneta Cessna 310 de 1961, que consiguió con ayuda de la Fundación Armando Valladares, el expreso político cubano que denunció al régimen por torturas y represión de las cárceles de Cuba, para rescatar a su familia.

El plan, paso a paso

Durante siete meses Orestes, que nació en Cabaiguán, en el centro de Cuba, planificó lo que sería una heroica hazaña de amor que dio la vuelta al mundo. Era un plan sumamente arriesgado, se podría decir que hasta suicida. Ya había burlado una vez los radares cubanos al huir de la isla, por lo que entrar nuevamente no le iba a resultar muy difícil. No obstante, su vida y la de su familia corrían riesgo, pero era eso, o resignarse a vivir sin su esposa, María Victoria Rojas, y sus dos hijos, Reyneil y Alejandro, que entonces tenían 11 y seis años, respectivamente.

A pesar de que autoridades, líderes mundiales y hasta la misma Reina Sofía y el entonces presidente George Bush solicitaron a Fidel Castro que permitiera la reunificación de la familia, fue infructuoso.

Orestes recuerda que a su esposa le decían que nunca iba a volver a verlo y que sus hijos no estarían nunca más con su padre porque era un traidor a la patria, y que no merecía vivir con ellos.

Por eso su plan cada día cobraba más fuerza. Se preparó. Pasó clases de vuelo en aviones de un solo motor. Consiguió la certificación de piloto de la Administración Federal de Aviación Leesburg, en Virginia. Si bien ya lo conocía, pero volvió a estudiar minuciosamente el sistema de radares de Cuba. Calculó todo al milímetro. Nada podía salir mal. Ahora solo esperaba conseguir la avioneta.

“A medida que pasaban los días, más me convencía de que las puertas estaban cerradas y que no había otro remedio que ir a buscarlos. Todos me decían que era una locura. Yo sabía que lo era, pero no había otra alternativa para recuperar a mi familia”, remarca el expiloto de élite que hoy, a sus 62 años, vive en las afueras de Orlando, junto con casi toda su familia, tanto de él como de Vicky, como le dicen de cariño, ya que después de la presión pública y la vergüenza, el gobierno cubano les permitió salir de la isla.

Dos amigas mexicanas que viajaron a Cuba fueron parte importante del éxito del plan. Ellas dieron todos los pormenores a su esposa y le llevaron una nota, que contenía las instrucciones y los detalles para la fuga. Ella y sus hijos debían estar a las 17:00 de aquel sábado 19 de diciembre en la carretera que quedaba frente a la playa El Mamey, cerca de Varadero. Todos debían estar vestidos de polera naranja.

Durante la conferencia que dieron, Vicky contó que leyó el papel muchísimas veces, quizá demasiadas, hasta que se lo aprendió de memoria y luego lo quemó. No debía quedar ningún vestigio del plan, que solo era conocido por unos pocos amigos y colegas bien cercanos.

4. El piloto con Vicky, el gran amor de su vida y de quien dice que es la verdadera heroína de esta historia

5 y 6. Recibió el apoyo del entonces presidente George Bush y de Ronald Reagan

En huelga de hambre

Recientemente, el 19 de octubre pasado, posteó en su muro una foto, acompañado de su esposa, en el lugar donde se sometió a una huelga de hambre, demandando a Fidel Castro que deje salir a su familia de Cuba y escribió: “Hace 26 años pasé ocho días en este lugar sin probar alimento. Me inspiraba el amor a Vicky, Reyniel y Alejandro. El amor venció a la maldad, y una felicidad infinita me ha acompañado desde entonces”, remarcó.

En aquella época, Raúl Castro tenía bajo su mando a las Fuerzas Armadas y retó a Orestes cuestionando su valentía, diciéndole que si tuvo el valor de salir de Cuba con uno de sus aviones militares, entonces que vuelva por su familia.

A través de su asistente, le hizo llegar el siguiente mensaje a Victoria: “Dígale a su marido que si tuvo los ‘cojones’ para llevarse un avión cubano, que los tenga también para volver a a buscarles personalmente”.

7. “Ser abuelo es tener un je - fe muy peque - ño y muy po - deroso al que se sirve con todo el gusto y sumisión del mundo”, afir - ma Orestes

El vuelo de amor

Y así lo hizo. Realizó una de las hazañas más heroicas que dio la vuelta al mundo y dejó en ridículo al régimen cubano. Antes de alzar vuelo le dijo a Cristina Arriaga, de la anticastrista Fundación Valladares, que ayudó en la organización de la fuga: “Si no recibes noticias mías en una hora y 20 minutos, puedes darme por muerto”.

Eran las 17:00 de la tarde del sábado 19 de diciembre de 1992, cuando la aeronave planeaba por la angosta carretera, frente a la playa El Mamey, cerca de Varadero, distante a 150 kilómetros al este de La Habana, en el punto acordado con Vicky. Cuando ella divisó la avioneta gritó emocionada: “¡Es papi, a correr!”.

Tenían un minuto para subir a la aeronave que aterrizó, después de sortear milagrosamente un vehículo, algunas rocas, señales de tráfico de la carretera. Corrieron desesperados, subieron casi al vuelo, y ante la mirada atónita de los pasajeros de un autobús, la avioneta volvió a elevarse.

Fueron 40 minutos de incertidumbre y de mucho nerviosismo. Orestes pilotaba siempre a ras del agua para evitar ser detectado por los radares cubanos. Vicky con los ojos llorosos y fijos en el cielo y abrazada a sus pequeños, solo oraba y pedía a Dios que no aparecieran los ‘cazas’ cubanos, mientras que Reyneil y Alejandro, entre asustados y confundidos, no salían de su asombro, pero lo único que les importaba era que al fin estaban con papi.

Cuando la aeronave traspasó el paralelo 24, límite del espacio aéreo con Cuba, la tensión fue cediendo y Vicky y ‘Ore’, como le dicen de cariño, se sintieron ya más seguros y hasta se tomaron fotos. Casi una hora después, la nave estaba de vuelta en Los Cayos de La Florida.

Los abrazos y los besos del reencuentro que ansiaban por casi dos años tuvieron que esperar hasta que aterrizaron en el Cayo Marathon. Sus almas volvieron al cuerpo y el corazón dejó de palpitar a más de mil. Al fin estaban a salvo, en libertad, y juntos.

La hazaña causó un gran revuelo mediático. Todos los canales televisivos, las radios y los periódicos querían conocer los pormenores de la emocionante historia. Una historia que representaba a la de miles de cubanos que preferían poner en riesgo sus vidas para lograr su ansiada libertad y de los suyos.

Cuando dio la primera conferencia de prensa, unos días después, dijo: “Díganle al comandante Raúl Castro que le tomé la palabra y he ido personalmente a buscar a mi familia”.

1. Una vez a bordo, Victoria abrazaba a sus hijos y solo se limitaba a rogar a Dios que pudieran llegar a salvo a Estados Unidos

2. Cuando se abrió la puerta de la avioneta y Vicky estaba bajando, su cara de felicidad lo expresaba todo, mientras atrás los chicos abrazaban a su padre

3. Orestes y Victoria fueron recibidos como héroes. La noticia se había regado como pólvora y en el aeropuerto eran esperados por amigos y periodistas

El socialismo y su desilusión

Adoctrinado en el socialismo y la posrevolución, Orestes creció como un niño y adulto joven abrazado a los ideales promulgados por esa ideología. Fue así que la Navidad se puso en conflicto con la economía, y las celebraciones en Cuba pronto cesaron. El Estado se convirtió en el benefactor y acabó con la libertad de culto.

Orestes recuerda: “Nunca más toda la familia se sentó alrededor de la mesa. Nunca más se dio gracias a Dios y yo ya ni siquiera podía recibir la bendición de mis papás antes de irme a dormir”.

Cuando ‘Ore’ viajó a la Unión Soviética a entrenarse para volar aviones militares volvió desilusionado sobre todo lo que le habían hecho a creer. Su segundo viaje lo desencantó aún más, y la idea de desertar comenzó a darle vueltas en la cabeza.

“El sistema socialista nunca funcionó, a pesar de que el socialismo de masas se promociona como la mejor forma de gobierno. El nivel de vida era muy pobre. Las condiciones sanitarias y de vida de los ciudadanos de a pie eran atroces. El alcoholismo y la prostitución eran epidemia, y el racismo era sistémico”, afirma.

La muerte de Fidel Castro

Cuando conoció la noticia de la muerte del dictador cubano, en su cuenta de Facebook Orestes escribió: “Fidel Castro acaba de morir y no siento regocijo especial por ello. Solo la triste memoria de un periodo humillante en la historia cubana. Su muerte no marca el final de una era ni el comienzo de otra. Será la conciencia colectiva de los cubanos quien lo hará. Consumado por el poder vivió siempre bajo el miedo y la desconfianza. Le sobraron adulones, pero jamás tuvo un amigo real. Nunca conoció la felicidad. Fue, en sí, la primera víctima de su monstruosidad”.

Su vida actual

En 1994 llegó a la vida de Orestes y de Vicky su tercer hijo, Jhon, que a pesar de haber escuchado muchas veces la hazaña del vuelo del amor y de cómo su padre fue recibido en Estados Unidos como un héroe, está casi ajeno a lo que es vivir sin libertad.

Ahora pilotar un avión es solo un hobbie. Hace muchos años que se dedica a su empresa constructora. “Regularmente vuelo y me entreno en las maniobras acrobáticas, porque es algo que me apasiona desde niño”, finaliza.

“Cada día es mejor que el anterior en nuestras vidas. La familia ha crecido, ya somos abuelos de tres maravillosos nietos que son mi razón de ser. Es el mejor regalo que Dios nos ha podido dar”, apunta este aviador que adquirió un avión de caza desmilitarizado con el que participa en aeroshows en Estados Unidos y México, siempre acompañado de sus seres queridos por los que se jugó la vida.