Son cuatro hermanos que militan en equipos de la División Profesional, dos atacantes, Gilbert y William, y dos defensores, Sebastián y Eduardo, que les siguen los pasos

6 de junio de 2022, 12:08 PM
6 de junio de 2022, 12:08 PM

Chino Tapia:

Son casi medio equipo, aunque cada cual sigue su camino de manera independiente. Los hermanos Álvarez, Gilbert, William, Sebastián y Eduardo, una familia al servicio del fútbol nacional.

Hubo un caso similar en Cochabamba, con los hermanos Pérez Amador. Remberto, Mario, Roger, Óscar y Elmer Pérez, surgidos en Ayacucho Festaco, que después militaron en Wilstermann y Aurora, entre otros equipos.

Roger era arquero, salió campeón un par de veces con Wilstermann e integró la selección boliviana que participó en las eliminatorias de la Copa del Mundo Argentina 1978. Los demás eran mediocampistas.

Después cuesta encontrar casos de tantos hermanos que en una misma época hayan coincidido en los campos de juego en nuestro fútbol.

En la actualidad hay dos casos de tres hermanos en actividad. Por ejemplo, el de los tarijeños Villamil, Gabriel que juega en Bolívar, Sergio y Jaime, de The Strongest y Real Tomayapo, hijos de ‘Villaco’, que militara en Ciclón, Oriente Petrolero y San José.

También está el de los arqueros Arauz. Elder, Germán y Jorge. El mayor está en Guabirá, y los otros dos militan en Royal Pari.

Historias de dos hermanos en el fútbol es más común, hay ejemplos en distintas épocas.

En estos tiempos, los mellizos Sagredo. José y Jesús en Bolívar y Blooming. Los Galindo Samuel y Pedro, que defienden los colores de Real Tomayapo. Los Ribera, Carlos y Óscar, en Royal Pari y The Strongest. Los Torrico, Didí y Jair, en Atlético Palmaflor y Aurora.

En otras décadas, los hermanos Galarza, Luis Esteban y Arturo; después los hijos de Lucho, Sergio y Luis. Incluso el ‘Mono’ llegó a enfrentar a su papá. Los Peña, Álvaro y José ‘Pepe’. Los Villegas, Eduardo y Oscar.

Ocurrió antes en el fútbol boliviano, ocurre en la actualidad. En muchos casos compañeros de equipo, pero también adversarios ocasionales.

Hoy los Álvarez están repartidos en distintos clubes, Gilbert y Eduardo, el mayor y el menor visten la camiseta de Royal Pari, William está ligado a Nacional Potosí, y Sebastián defiende los colores de Oriente Petrolero.

Una experiencia particular, sin duda. Compartir vestuarios, vestir la misma camiseta, apoyarse en momentos difíciles; visto en otra faceta también se podría decir “enemigos a muerte” en la pelea por los puntos y hasta en jugadas por la posesión del balón.

Les ocurrió a los hermanos Gilbert (Wilstermann) y William Álvarez (Aurora) en enero del 2019 en Cochabamba. Ambos marcaron goles, ganó el aviador pero eso es lo de menos porque disputaron un clásico siendo rivales y con su familia en las tribunas. Fue histórico para todos.

Pero también tuvieron experiencias juntos, como aquella vivida en Wilstermann en 2020.

“Estoy feliz. Deseaba mucho jugar con mi hermano. La llegada de William me mete presión porque jugamos en el mismo puesto. Si él anda bien, me empuja a mejorar y a que no me relaje. Sé la calidad de jugador que es, la técnica que tiene, define muy bien, es muy rápido”, le decía a EL DEBER el mayor de los Álvarez sobre su hermano. Ya habían tenido una experiencia similar antes, en Destroyers, consagrándose campeones de la Primera en la ACF.

Es la familia Álvarez, numerosa con 13 hijos de don Jesús y doña Pura Vargas. Además de los citados están Gabriela, Jesús, Luis, Francisco, Jéssica, Jorge y María Fernanda. Pero faltan dos, juegan profesionalmente también; está el defensor central Sebastián (hoy en Oriente Petrolero) y Eduardo, otro central haciendo sus primeras armas en el profesionalismo en Royal Pari, junto a su hermano mayor Gilbert.

¿Y qué pasa en la familia cuando los Álvarez están frente a frente en el campeonato boliviano?

Gilbert comentaba en su momento que los papás optaban siempre por el “que gane el mejor”, agregando que es “difícil verlo a mi hermano de rival, marcar gol y que él quede preocupado por el resultado. Cuando ganábamos los clásicos, él agachaba la cabeza, era complicado y triste. Siempre le dije que lo deje todo porque uno no sabe quién lo está viendo y así fue. Ahora mi familia está muy feliz”, señalaba Gilbert apoyado en la experiencia.

A los Álvarez les corre el fútbol por la sangre, no cabe duda. Además de los que hoy destacan en la División Profesional, Limberg jugó en Argentinos Juniors de la Primera A de la Asociación Cruceña de Fútbol (ACF).

Pero eso no es todo. Carmen, una de las cuatro hermanas de la familia, era arquera del equipo femenino de la Academia Tahuichi Aguilera, aunque se vio obligada a dejar esta pasión que tiene desde niña porque debió atender asuntos familiares que le demandaban tiempo y responsabilidades.

El presente de los dos “inmobiliarios” mucho se relaciona con sus edades. Gilbert es el mayor de todos con 30 años y Eduardo de 19. Tienen posiciones y trabajos diametralmente opuestos en el equipo pues mientras el primero es goleador innato el “pequeño” tiene como misión fundamental evitar que el rival convierta.

William se encuentra en tierras altas, en Nacional Potosí, buscando seguir los pasos del mayor, rompiendo redes; mientras tanto, Sebastián con sus 20 años llegó pisando firme a Oriente Petrolero, donde se ha ganado la titularidad al demostrar que tiene condiciones para ser el defensor central que necesitan los refineros y con clara proyección al seleccionado nacional.

En las reuniones de la gran familia por supuesto que el tema infaltable es el fútbol, ya sea para comentar lo que les está pasando en sus respectivos clubes, para recordar lo hecho en los lugares por donde pasaron o comentando los siguientes pasos a dar.

La “voz cantante” la lleva el mayor, Gilbert, mientras los menores son respetuosos de lo que señala el primero, el que marcó la senda, el que da los consejos, el de la experiencia. Todos reconocen en el goleador como el que da las directrices y enseña a los hermanos cómo actuar en determinadas situaciones.

Una de ellas tiene que ver con los momentos menos gratos, porque no es todo “color de rosa” en el camino de los futbolistas. Justo es el artillero quien les inculca a los menores que quienes llevan el apellido Álvarez no se rinden nunca, por más difícil y dura que sea una situación porque ya les ha tocado pasar momentos difíciles, pero con mucho esfuerzo y sacrificio lograron salir airosos, como marcar el gol del triunfo en los descuentos o salvar un tanto en la línea de sentencia.

William cuenta que en el ahora descendido Real Potosí la pasó mal, al extremo que pasó hambre. Le llegaron a adeudar casi medio año de sueldo y la situación se tornó insostenible; él y sus compañeros pasaron malos ratos y quedaron casi abandonados por los dirigentes.

Los hechos llegaron a tal extremo que el goleador quedó desamparado en la Villa Imperial. Le ocurre a los equipos que están en situación crítica, como la de Real que terminó sus días fuera de la Primera División. William tuvo que desprenderse de sus queridas chuteras en un barrio chino para tener un poco de plata y poder retornar a Santa Cruz.

Justamente es en esas circunstancias en las que caen “como anillo al dedo” los consejos de Gilbert, para que sus hermanos no desistan, no abandonen la lucha, que persistan en el fútbol. Y fue así que William se repuso y milita hoy en un equipo que llegó a los Play Off disputado con Blooming el pase a la siguiente fase en busca del título del Apertura.

El propio Gilbert ha vivido en carne propia los rigores del fútbol después de haber sido catalogado “jugador revelación” del Sudamericano sub-17 en Chile el 2009. Luego intentó triunfar en el Cruzeiro de Brasil, pero no lo consiguió, lo mismo que en Bélgica; tras su retorno a Bolivia sufrió una dura lesión que lo alejó de las canchas por 9 meses. Guabirá le abrió las puertas en su ascenso a la Liga.

Eso es historia, amarguras del pasado, eso ya pasó porque el presente le sonríe a los mayores y también a los menores, quienes están escribiendo su propia historia, dentro de una familia que respira fútbol. Esta es la realidad de los Álvarez Vargas, quienes ya marcaron este deporte con su apellido y que aún tienen mucho por aportar a punta de goles, pero también de buenos defensores a quienes les espera un buen futuro.

Gilbert, de 30 años, tiene un largo recorrido, incluso tuvo un par de experiencias internacionales, una en el Cruzeiro de Brasil, en 2010, y luego otra corta en el Al-Haz Rass de Arabia Saudita, en 2018.

Posteriormente pasó por The Strongest, Guabirá, Sport Boys, Unión Maestranza, Real Potosí, Wilstermann (en dos etapas) y Royal Pari. Le costó afirmarse en Primera División. Su primera etapa fue negativa, hasta que se fijó en él Real Potosí. Fue el comienzo de un nuevo ciclo, donde recuperó al goleador que había deslumbrado en el torneo juvenil en Chile. Después se afirmó en Wilstermann, con el que llegaron los éxitos.

Esto le valió tener lugar en la selección boliviana. Disputó 24 encuentros con la Verde y convirtió 5 goles.

William, de 26 años, empezó a jugar en 2016, militó en Real Potosí, Guabirá (dos veces), Aurora, Wilstermann y Nacional Potosí. Todavía no encontró ese lugar para dar el salto final.

La carrera de Sebastián y Eduardo es mucho más corta, en realidad está empezando. Uno en Oriente Petrolero y el otro en Royal Pari, como quedó dicho antes. Pero demostraron que están en condiciones de seguir la huella del hermano mayor.

Ahí están los Álvarez. Solo falta que los cuatro hermanos coincidan en un mismo equipo, algo para que entre en el libro de los récords. Hay tiempo para ello, mientras tanto, disfrutan de esa su gran pasión que es el fútbol.