Sus investigaciones tienen alcance global. Anoche lo premiaron en Dubái

31 de octubre de 2021, 4:00 AM
31 de octubre de 2021, 4:00 AM

Una isla volcánica en los gélidos mares de la Antártica, el archipiélago colombiano en el mar Caribe, las costas del Reino Unido y de Perú, el lago Titicaca y ríos amazónicos y de la cuenca del Plata son algunos de los lugares en los que Bismarck Jigena Antelo ha anclado su espíritu de investigador científico para entender mejor los fenómenos hidrológicos y meteorológicos que afectan el planeta entero.

El trabajo de Jigena se inició en su natal Bolivia, pero su carrera se movió a toda vela tras encontrar su lugar en Cádiz, España, un centro marítimo por excelencia. Su trayectoria fue reconocida anoche en Dubái, cuando la Fundación The Orion Star Awards le entregó un premio en la categoría Investigación Científica.

“El premio está orientado a reconocer a investigadores de origen latino que por diferentes motivos han tenido que dejar su país natal y hacerse un hueco en otro país”, dice Bismarck, sin ocultar su alegría de recibir este galardón en compañía de su esposa, sus dos hijos y algunos colegas de trabajo con quienes tiene lazos de amistad.

El punto más alto de su carrera fue la investigación que desarrolló en la Antártica. Allí, alejado de la humanidad y de la familia durante meses, Jigena trabajó su tesis que titula, Determinación del nivel medio del mar en el mar de Bransfield y su aplicación a la determinación del modelo de geoide en las islas Decepción y Livingston. “El modelo de geoide es, en términos simples, la globalización del nivel medio del mar, de modo que sea el mismo para toda la tierra”, explica. Los hallazgos guardan cierta relación con los efectos del cambio climático, que ya se sienten con inusitada intensidad en todas las regiones del planeta.

Por este trabajo, la Universidad de Cádiz le otorgó al profesor Jigena el grado académico de Doctor, culminando así un arduo ciclo de estudios en la tierra que le abrió las puertas desde el año 2006. Recientemente, el prestigioso Instituto Panamericano de Geografía e Historia lo distinguió con una de las menciones del Premio Pedro Vicente Maldonado a la mejor tesis de doctorado en cartografía, geodesia e información geográfica.

Las campañas antárticas

Las investigaciones científicas requieren de mucho esfuerzo humano, financiamiento y tiempo. Por eso es que la Antártica se muestra como un laboratorio geofísico importantísimo y sin precedentes. Tiene muy poca influencia humana; allí se puede dejar equipos de medición sabiendo que nadie se los va a robar, aunque hay veces que las nevadas y el hielo les pueden causar destrozos.

Se trata de equipos que miden niveles del agua, sensores diversos y herramientas satelitales avanzadas que permiten cruzar información de forma permanente. “Los científicos trabajamos mucho en base a series temporales largas, lo que nos permite predecir y pronosticar con el uso de las estadísticas”, explica el investigador.

Los resultados obtenidos en la Antártica pueden ser extrapolados a otras regiones del planeta. En la isla Decepción, por ejemplo, que es un volcán activo, Jigena y sus colegas españoles han determinado cómo se deforma el terreno debido a la acción volcánica, y los resultados, usando variables geodésicas y geofísicas, se han extrapolado a cambios causados por erupciones volcánicas de las islas Canarias, como la sucedida en la isla El Hierro en 2014.

Por supuesto que similares estudios se pueden llevar adelante en otras latitudes aunque no ofrezcan las mismas condiciones de aislamiento que la Antártica. Jigena relata que ha llevado adelante proyectos similares en las costas de Nicaragua y Perú, y aunque la gente se puede robar hasta una antena, sin saber para qué sirve, al final es posible conseguir esas series de datos tan esenciales.

Cambio climático

En plena pandemia, a Bismarck le tocó participar de un estudio en costas peruanas. Se contaba con series de mediciones bastante largas, recogidas desde 1942 hasta 2019, que permiten determinar cómo se mueve el nivel medio del mar y si aquello es atribuible a los efectos del cambio climático. “Hay otros efectos que pueden alterar las proyecciones que tienes”, dice Jigena. “El fenómeno de El Niño es uno de ellos; cuando tenemos ‘niños fuertes’, el nivel medio del mar suele subir bastante, y con ‘niños débiles’, no tanto. Lo que hemos observado en los últimos años es que los ‘niños fuertes’ están en aumento, y creemos que esto se debe al cambio climático”.

Pero aclara que el cambio climático se manifiesta de diferentes maneras en cada región: “En las costas peruanas y ecuatorianas hay inundaciones, pero en el altiplano boliviano hay sequías; en la India se dan ambas cosas. En principio se pensaba que este era un efecto regional, pero se ha visto que tiene efectos globales”.

Otra línea de trabajo del investigador tiene que ver con la ingeniería costera, sobre todo las variaciones del perfil de la costa, no por acción del hombre sino por acciones oceanográficas y meteorológicas. “Hemos visto cosas que no se veían con tanta frecuencia”, comenta Jigena, al referirse a un proyecto realizado en las islas colombianas del mar Caribe. “Justo estábamos haciendo estudios de variaciones con series de datos cuando pasó el huracán Iota y causó un destrozo del 98% en la isla Providencia. Ahora son más frecuentes los huracanes de categorías 4 y 5”, se lamenta.

Frente a estas amenazas, los países más desarrollados destinan fondos importantes a la investigación científica porque a través de ella se pueden diseñar planes de mitigación y prevención. El financiamiento ha hecho posible que Jigena lleve sus conocimientos y experiencia a países como Reino Unido, Francia, Polonia, y, próximamente, a Estados Unidos. Pero Bismarck no se queda tranquilo sabiendo que los países pobres no apuestan a la investigación y siempre está viendo la forma de obtener fondos a través de proyectos europeos que pudieran contar con colaboradores en Sudamérica.

Hace poco se involucró en un proyecto para mejorar la red de mediciones de los niveles del lago Titicaca, que es el espejo de agua más importante de Bolivia. Jigena cuenta que los niveles de agua del lago se medían con una regla y con una persona que venía de vez en cuando y anotaba. Si la persona se enfermaba, pues no había datos. Y si venía un bote y golpeaba la regla, pues tampoco había con qué medir.

Debido a esa precariedad, Jigena consiguió dinero para un proyecto de investigación y lo invirtió en la compra de sensores de presión para llevarlos al Titicaca. Coordinó los trámites de importación, pero cuando llegó a Santa Cruz con los equipos, los funcionarios aduaneros los decomisaron porque exigían el pago de impuestos. “Oiga, pero estos equipos provienen de una cooperación”, fue el reclamo de Bismarck, que no sirvió de nada. Al final consiguió retirarlos 15 días más tarde, lo cual significó un atraso en el proyecto. “Yo logré que los devolvieran por la relación que tenía con la Armada, pero imagínate si fuera un profesor extranjero que no conoce a nadie y le pasa esto, pues no vuelve más en la vida”.

Pese a todo, la estación de Guaqui, a orillas del lago, ya cuenta con equipos digitales que recogen datos de forma continua y con una frecuencia de cada hora. Y Jigena va por más: “Ya he presentado ese proyecto a la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para darle continuidad”.

Desde la Naval hasta Cádiz

Luego de salir bachiller del colegio Marista en 1981, Bismarck Jigena parecía estar conducido por un karma acuático en los recodos de la formación profesional. Su ingreso a la universidad se vio truncado por el cierre de la misma tras un golpe de Estado. Fue entonces cuando decidió postularse a la Fuerza Naval Boliviana, solo orientado por un primo que era mayor de Ejército.

Ya en la Naval, Jigena continúo buscando otras oportunidades a través de becas de estudio, como quien quería cambiar de aire, hasta que algún oficial le espetó una suerte de ultimátum: “Al final, ¿qué va a hacer usted?, ¿o se queda o se va?” Y se quedó. A partir de ahí, Bismarck ha debido sentirse como pez en el agua: fue abanderado durante su época de oficial naval, obtuvo una beca de formación para hidrografía, navegó las aguas de la Amazonia peruana en un buque hidrográfico, volvió a Bolivia y trabajó en el Servicio Hidrográfico y entró a un centro de perfeccionamiento naval.

Su desempeño con honores en tales programas le valió una beca para viajar a Cádiz y obtener una certificación como ingeniero hidrógrafo entre los años 92 y 95. Eran cursos impartidos en prestigiosas instituciones como el Real Observatorio de la Armada y el Instituto Geográfico de la Armada.

Tras esa breve estadía en España, Jigena volvió a Bolivia y ocupó diversos cargos. Formó parte del equipo asesor en la Hidrovía Paraguay-Paraná, también fue asesor naval de la Armada en temas de normativa, navegación y seguridad marítima; trabajó en la Comisión de Límites y su destino era el Servicio Hidrológico y el Ministerio de Defensa. En el año 97 regresó a su ciudad natal, Santa Cruz, para trabajar en un proyecto de información geográfica para Saguapac.

Con toda esa trayectoria, resulta difícil que alguien se anime a dejarlo todo e irse a vivir a otro país. A mediados de la década de los 2000, a Bismarck le llegó una invitación de la Universidad de Cádiz, en la que se abría la posibilidad de hacer un doctorado, mientras se ganaba el sustento como profesor sustituto. La decisión de irse no hubiera sido posible sin el apoyo de su familia, básicamente de su esposa, Sandra.

“Sandra es una persona de una fortaleza increíble, y sobre todo de una visión que yo no tengo”, dice Bismarck. Cuando llegó el ofrecimiento desde Cádiz, ella lo animó a aceptarlo expresando con vehemencia que España era el país en el que ella siempre había soñado vivir. Y fue así que decidieron dar un cambio radical en sus vidas.

Sus hijos Bismarck Jr. y María del Mar, que en aquel entonces tenían edad escolar, no tuvieron mayores problemas en adaptarse a su nuevo hogar. De hecho, ambos siguieron los pasos del padre: Bismarck Jr. se incorporó a la Armada Española y ahora es marino. María del Mar acaba de concluir un doble grado en la Universidad de Cádiz, en arquitectura naval e ingeniería marítima. Y Sandra también se abrió camino, pero en lo suyo: el Derecho, con especialidad en Extranjería.

Ellos tres fueron un pilar fundamental para que Jigena Antelo no claudicara en su intento de combinar las exigencias de la docencia universitaria, la investigación científica y las prolongadas campañas lejos de casa. Y así lo resume: “Aquí la carrera de profesor universitario es una carrera de largo aliento; hay que ser gente de fondo, con mucho fondo, porque es muy complicada”.

Claro que quienes conocieron a Bismarck Jigena en Santa Cruz nunca dudaron de que él llegaría tan alto. Uno de ellos fue el hermano José Antonio López, director del colegio Marista y gran mentor en la formación humanística de Bismarck hace ya varias décadas. El hermano José Antonio fue el primero en llamarlo para felicitarlo por los premios obtenidos. ¡Albricias, misión cumplida!

 Bolivia y su desidia por la investigación

En otros países, la investigación científica se impulsa desde las universidades, con fuerte apoyo estatal. Invierten en el talento humano para poder lidiar con retos climáticos y de todo tipo

Las investigaciones científicas que se realizan en el mundo suelen medirse por las publicaciones que se hacen en revistas especializadas. Por ejemplo, el estudio de vulnerabilidad de toda la costa del Reino Unido, del boliviano Jigena, fue publicado en la prestigiosa revista Geoscientific Model Development

Esta difusión y el financiamiento son elementos indispensables para que las investigaciones científicas contribuyan al progreso de los países que apuestan por ellas. “En Bolivia, el tema científico muy poco se toma en cuenta”, lamenta Jigena. “Los científicos que han publicado sobre diferentes temas lo han hecho a puro pulmón, buscándose las papas de un lugar a otro”.

Y quienes tienen que liderar este movimiento son las universidades. La Universidad de Cádiz, por ejemplo, ofrece becas completas para atraer talento joven de otros países, pero estos deben hacer su parte cubriendo gastos de estadía y manutención. Colombia y Perú suelen buscar este tipo de convenios. De hecho, el Dr. Jigena ya dirige a una media docena de doctorandos provenientes de esos países.