Esta semana se celebra en Bolivia el Día de Todos los Santos, una fecha en la que las familias se ‘reúnen’ con sus difuntos y los recuerdan de diferentes maneras. En EXTRA repasamos algunos ritos prehispánicos en este territorio que hoy habitamos

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31 de octubre de 2021, 16:02 PM
31 de octubre de 2021, 16:02 PM

La celebración de Todos Santos en Bolivia pone de manifiesto las interpretaciones de la muerte de las diferentes culturas en nuestro país. En este día, las distintas regiones siguen los ritos que han heredado desde tiempos antiguos y que se seguirán sosteniendo en el futuro. Las familias rememoran a sus difuntos, reunidos frente a su tumba para recordar su partida, preparando su comida favorita o haciéndolo escuchar las canciones que más les gustaba.

Pero, ¿cómo eran los ritos funerarios en el pasado en esas culturas que nos antecedieron, como la de los incas o los chiriguanos?

Los Andes y los llanos

En 2014, en el municipio cruceño de Lagunillas (provincia Cordillera), durante la excavación que hacía una empresa petrolera, se dio accidentalmente con lo que se cree fue un cementerio de la época prehispánica que, según las investigaciones posteriores, tenía 4.000 años, y que había funcionado desde el año 3000 a.C hasta el 900 d.C. Los estudios publicados después en el libro El cementerio prehispánico de Incahuasi: Una mirada desde la vertiente oriental de los Andes del Sur hablan que el sitio posiblemente perteneció a los chiriguanos, aunque también se habla de presencia incaica en la zona y –también- de los chanés. 

Pero, lo que la investigación a su vez señala es la manera en que los muertos de Incahuasi eran despedidos. Esto se escribe sobre los restos óseos hallados que se cree eran de adultos: “Las mujeres eran en general enterradas con batanes, restos de vasijas y, en un caso aislado, con cuentas manufacturadas en hueso.



Tradición. En Todos Santos las familias les dejan sus alimentos favoritos a sus difuntos en muchas partes de Bolivia.



En comparación, los varones solían ser enterrados con tubos de huesos de animal, colmillos de chancho tropero a manera de colgantes, puntas de proyectil, pulidores, y fragmentos de vasijas cerámicas. Es decir, la variabilidad de bienes era más amplia en el caso de los varones. Además, la diferencia de bienes sugiere una cierta división de sexo, quizás reflejando diferentes tareas económicas asignadas”. 

También había restos que eran de ‘subadultos’, estos tenían en muchos casos cuentas de collar hechos en concha o hueso, vasijas alfareras o fragmentos de animales. “Considerando que muchos subadultos no tenían ningún tipo de ofrenda, esto podría mostrar emergentes diferencias sociales.

Es factible que dicho acceso refleje un mejor estatus de los padres, o que simplemente ciertos grupos familiares dejaban dichos bienes como una manera de facilitar el viaje al más allá. En todo caso, esto muestra la importancia de estos objetos en los ritos mortuorios dedicados a niños y adolescentes”, señala el libro.

Chullpa o chullpar es una antigua torre funeraria de origen aymara y quechua, de base angular o redonda, construida originalmente para personas de alto estatus en la cultura aymara e incaica.

La tradición chullparia del Collao data de los siglos XIII y XIV, posterior a la caída de Tiahuanaco y su uso como mausoleo de autoridades se hace tradicional rápidamente en zonas colindantes al altiplano hasta inicios del siglo XVI.

Las chullpas sirvieron para enterrar a los “mallkus” o “líderes étnicos”; su objetivo práctico era proteger el cuerpo para poder recibir veneración, pero además servía como un recuerdo del poder que el mallku ejercía en vida y que seguía ejerciendo. La veneración del mallku en la cultura andina (tanto aymara, quechua, uro y puquina) servía para fortalecer los lazos familiares.

El cadáver era previamente momificado y colocado en posición fetal junto a sus pertenencias. Colocaban objetos de oro y plata, así como utensilios de cerámica y algunos alimentos. De acuerdo a sus creencias, después de morir, ellos iban a resucitar en otra parte, en donde también tenían que comer y beber, tal y como lo hacían antes de morir.

Sobre las costumbres de enterramiento de los mallkus, Bartolomé Álvarez escribió sobre sus observaciones en la pampa aullagas al sur del lago Poopó: “Solían los curacas principales, cuando moría algún principal curaca, hacer que en el aposento del muerto se ‘encerrasen’ las mancebas que habían sido de aquel que estaba muriendo. A las cuales las cercaban otras mujeres; dándoles a comer coca y a beber ‘acua’, las hacían morir borrachas y ahogadas ‘desta’ comida y bebida, diciendo ‘come, come y bebe presto y mucho, que has de ir a servir al malco —que quiere decir ‘señor’—; está de partida y has de ir a servirle allá donde va; que, si tú no vas, no lleva quien le sirva’. Y así mataban a muchas, y las enterraban con ellos en sus sepulcros”.



Hallazgo. El cementerio de Incahuasi dio nuevas pautas sobre los ritos prehispánicos



En un estudio denominado Volver a los sitios, realizado por el Proyecto Boliviano-Alemán en Mojos, que investiga las culturas prehispánicas en los Llanos de Moxos, se da cuenta de los ritos funerarios en esta área: “En los sitios Loma Mendoza y Loma Salvatierra se han podido rescatar restos de más de 120 entierros, algunos de ellos en excelente estado de conservación debido a la impermeabilidad de los suelos arcillosos predominantes en la zona. 

De este conjunto se pueden reconocer tres constantes en las costumbres funerarias: 1) la mayoría de las tumbas carecen de ofrendas funerarias que hubieran resistido al tiempo, 2) los adultos siempre se enterraron en fosas de poca profundidad, mientras que, en las fases tardías, los neonatos y niños, por lo general, se depositaron en urnas; 3) en el caso de los enterramientos depositados de forma directa en fosas, era más importante la orientación del eje del cuerpo que la posición que se le daba al difunto”.

Ceremonia. Costumbres ancestrales y modernas se van fusionando.


Cambios con el tiempo

El arqueólogo Danilo Drakic, en una anterior entrevista con EL DEBER, indicó que las evidencias muestran que en la mayoría de las culturas prehispánicas que habitaban en la zona que es hoy territorio cruceño había una fuerte devoción por los muertos, por la estrecha relación que existía entre la vida y la muerte y, por ello, los muertos eran enterrados en el lugar donde vivían.

En esas culturas, la muerte estaba relacionada con la regeneración de la vida. “Para muchos de ellos la vida cotidiana estaba conectada con la muerte. Había una relación muy cercana entre la vida y la muerte. Algo interesante es que antes de la llegada de los españoles no había cementerios, pues la persona de cada clan o grupo que moría era enterrada bajo su casa. Ellos convivían cotidianamente con los muertos porque los difuntos estaban ahí cerca”, comentó Drakic.

El investigador asegura que se han encontrado evidencias de enterramientos antiguos en gran parte del territorio cruceño, como el chaco, Yapacaní, la Chiquitania y los valles, cada cual con particularidades sobre la base de sus creencias.

El arqueólogo agrega que, incluso, en los valles cruceños la costumbre de tener a los muertos cerca de los vivos perduró hasta la época republicana. Los muertos se enterraban en la puerta de la casa con la creencia de que cuidaría del hogar. Con la llegada de los españoles, se adoptaron los ritos religiosos católicos, muchos de los cuales se mantienen hasta nuestros días.



Nichos. El cementerio General de Santa Cruz mantiene esa forma de resguardar los restos de los difuntos.