La escritora uruguaya ganó el año pasado el prestigioso premio Sor Juana Inés de la Cruz, que se entrega en México, por su debut en la ciencia ficción, la novela Mugre rosa, que se editará próximamente en Bolivia

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30 de enero de 2022, 4:00 AM
30 de enero de 2022, 4:00 AM

Por: Adhemar Manjón

Con la novela Mugre rosa, la uruguaya Fernanda Trías hizo su ‘estreno’ en la ciencia ficción. Publicada en 2020, durante el primer año de la pandemia del covid, el libro  habla de una peste que llega a una ciudad y mantiene a todos sus habitantes aislados, con barbijos, dependiendo de un Estado que no sabe cómo lidiar con esto. En medio, hay luchas personales, familiares. Mugre rosa ganó el año pasado el prestigioso premio Sor Juana Inés de la Cruz, que otorga la Feria del Libro de Guadalajara. En Bolivia, la editorial Mantis acaba de anunciar que la publicará próximamente.

La escritora accedió a una entrevista desde Colombia, donde reside desde hace algunos años.

_¿Cómo viste los debates que surgieron sobre tu libro, de si era ciencia ficción o era ficción especulativa, y cuál creés que es la importancia de que los libros tengan una etiqueta o un género definido?

Al principio, cuando escribí la novela, incluso cuando la publiqué, no me importaba el tema de los géneros. Al contrario, yo sentía emocionante poder meterme con un género que no era mi terreno. Me interesaba el Frankenstein que podía salir de trabajar los mismos temas que siempre me han interesado, que tienen que ver con conflictos interpersonales, de la familia, temas muy humanos, y ponerlos dentro de este ambiente distópico. Y en la medida en que iba avanzando pensaba: “¿Será que esto es ciencia ficción?” Pensaba que mis amigos que son expertos en esto me dirían a qué género pertenecía. En ese sentido yo creo que muchas veces esas etiquetas son para los expertos, para la academia incluso. No es tan importante para el que está escribiendo o para el que está creando.  

Luego, a partir de conversaciones con ellos, yo misma fui entendiendo -siempre supe por supuesto que mi novela era una distopía- porqué los que saben decían que era una novela de ciencia ficción y no ficción especulativa.

A mí me interesa mucho una definición de la novela que hizo Juan José Saer: para él la novela era antropología especulativa y siempre lo he tenido en cuenta. La ficción especulativa es un término muy amplio que acomoda a muchos autores porque de alguna manera no suena tan de nicho como la mención ciencia ficción.

Yo creo que el asunto acá es que hay personas que llevan trabajando este género durante muchísimos años y de alguna manera sienten que al quitar el rótulo de ciencia ficción y al tratar de decir que es ficción especulativa se les está tratando de maquillar. Decir ciencia ficción puede asustar a muchos lectores, puede entenderse como un género para unos pocos, y ningún autor quiere que se lo ponga en un nicho de género para unos pocos, ahí es donde, para mí, se produce la confusión. Y hay muchos intereses en juego, por un lado están los intereses editoriales, ya que siempre querrán una etiqueta que les permita llegar a la mayor cantidad de lectores. También entiendo que quienes llevan mucho tiempo trabajando en este género les moleste que haya gente tratando de evitar el término ciencia ficción, porque justamente lo que hay que hacer es sacarle el estigma negativo a la ciencia ficción y empezar a entenderla como literatura. Porque ahí está el otro tema: hay muchos escritores que tienen miedo que se los ponga en la ciencia ficción porque históricamente la ciencia ficción es un género menor y la literatura con mayúscula es otra cosa que casi siempre viene del realismo. Yo creo que hay que entender que cualquier género es literario, que hay que hablar de lo que verdaderamente importa, que es la escritura misma, que es lo que por lo menos a mí me interesa.

Este me parece que es un momento muy interesante, donde todas esas fronteras de lo que es género y lo que es literatura con mayúsculas se están derribando y todo está empezando a poder leerse como literatura, que es lo que siempre fue, en realidad.

_Para mucha gente era difícil leer ficción con temas relacionados a virus y enfermedades durante la pandemia ¿No tenías miedo de cómo podía recibir la gente Mugre rosa durante este tiempo?

Yo no sabía cómo lo iba a recibir la gente y de alguna manera tenía temor de que el tema pandémico se comiera todo el libro. Para mí habían unos temas muy importantes que eran claves, que era lo que me interpelaba y que no quería que se perdieran detrás de esa novedad de “ah, predijo la pandemia”. Me interesaba pensar nuestra relación con el planeta, eso sin duda, y con los efectos de una catástrofe ambiental que pudiera ocurrir en algún momento. Pero al final lo que más más me interesaba eran las vidas humanas individuales y anónimas que ocurren en ese entorno, que siguen ocurriendo en un mundo que se está derrumbando, porque hay que seguir viviendo igual en medio de la catástrofe porque hay necesidades humanas básicas que son las afectivas y que no es que se suspende todo eso. Luego en la pandemia yo creo que todo eso se manifestó: hubo una gran cantidad de muertos pero había que seguir viviendo de alguna manera.

Sí pienso que se ha hablado mucho de que hay una pandemia en la novela y se ha dejado de lado la destrucción del medio ambiente, en ese sentido creo que hay una conversación que es urgente y que de todas maneras la estamos siempre tratando de evitar.

_El vínculo de madre-hija en Mugre Rosa me hizo recuerdo al que se da de padre-hija en La Azotea, es decir, son libros donde el vínculo familiar es muy fuerte ¿Cuándo pensaste que la novela debería haberse narrado desde ahí?

Eso lo supe desde el principio, realmente era el otro tema que estaba trabajando junto con el de la devastación ambiental. Yo quería escribir sobre el tema de la maternidad porque era un tema que yo todavía no había abordado de frente en mis otros libros, solo de manera muy lateral en algunos cuentos, pero sí había trabajado muy a fondo el tema del padre. También había otra cantidad de cosas que tenía que ver con el momento de mi vida en el que estaba, decisiones personales muy difíciles que una mujer toma a una determinada edad. Todo eso estaba pasando en mi vida. Mis libros no tienen nada autobiográfico pero sí estoy metiendo siempre emociones o preocupaciones mías.

_ ¿Cómo fue la construcción de Montevideo en una ciudad apocalíptica?

En parte algo que me divertía era el hecho de que esta construcción del apocalipsis fuera en Montevideo. Había algo como un chiste personal, porque nosotros los que vivimos en Uruguay sentimos que allá nunca va a ocurrir un desastre, es como el último rincón del mundo donde te pueden agarrar los desastres.

Pero yo nunca he tenido un interés real por ubicar de manera geográfica y específica la novela, en parte porque he estado en tantos lugares y me siento tan desarraigada que no tengo una obsesión por el nombre de las calles y describir la ciudad. Sí me gustó mucho construir un mundo distópico basándome en la ciudad de mi infancia. Ni siquiera es la Montevideo de hoy, que ya casi no conozco. Escribir Mugre Rosa fue una manera de volver a Montevideo con la imaginación, aunque fuera en un escenario apocalíptico. Entonces, hay una ciudad que para mí dejó de existir, y en ese sentido yo creo que siempre todo lo que escribo tiene una lectura metafórica: ese derrumbamiento del mundo también puede leerse como un derrumbamiento de lo que yo conocí y eso no quiere decir que yo quiera volver a ese mundo, que yo considere que hubiera sido mejor.

_ Uno de los libros que releíste para escribir Mugre rosa fue Voces de Chernobyl ¿En qué te ayudó esta obra?

Releí Voces de Chernóbil por una cosa: por cómo Svetlana Aleksiévich logra rescatar del horror máximo de la catástrofe ambiental los momentos de belleza y de poesía que, prácticamente por un lado resaltan más el horror, pero por otro hablan de lo que es la humanidad, de lo que es ser humano, que es eso: lo mejor y lo peor. Son dos caras de una moneda que parecen inseparables, el ser humano capaz de una maldad abyecta y por otro lado de unos gestos de generosidad y entrega que no parecen posibles. Yo lo leí cuidando eso porque dentro del ambiente tétrico y gris de Mugre Rosa quería encontrar esas grietas de belleza. Y es que hay algo más interesante en ese libro: todas esas personas que se negaron a irse. Ese era un tema importante. Quiénes son esos que se negaron a irse y por qué. ¿Por qué quería alguien quedarse ahí? Esa era la pregunta que a mí me obsesionó.