De ser un desconocido futbolista a conquistar la maratón de Buenos Aires y lograr un meritorio tercer lugar de la San Silvestre han pasado poco más de tres años. En poco tiempo el atleta orureño se ha convertido en uno de los deportistas más destacados del país.

29 de enero de 2022, 19:00 PM
29 de enero de 2022, 19:00 PM

Adhemar Manjón:

Hasta 2018 Héctor Garibay pensaba en su vida desde el fútbol. Era el lateral izquierdo del club Deportivo Cristal de la liga local orureña. Ese año se lesionó y cuando volvió a la actividad física para rehabilitarse asistía a la pista atlética del estadio Jesús Bermúdez. 

Dos personas observaban la rutina que llevaba adelante Garibay: los entrenadores de atletismo y esposos Nemia Coca y Marcelo Peñaranda. Se acercaron a él y le comentaron que con entrenamiento podría ser un buen corredor. Garibay, que entonces tenía 27 años, no entendía mucho de todo eso que le proponían, pero aceptó la propuesta y se puso a sus órdenes. Desde aquel encuentro han pasado poco más de tres años y en ese tiempo el nombre de Héctor Garibay se convirtió en uno de los más importantes del deporte boliviano.

El atleta orureño en octubre del año pasado ganó la maratón de Buenos Aires (42 km), rompiendo además el récord boliviano que estaba vigente desde 1984. Dos meses después quedó tercero en otra competencia mítica, los 15 km de la Carrera Internacional San Silvestre, de San Pablo (Brasil). Meses antes, en mayo, obtuvo la medalla de plata en el Sudamericano de Maratón que se desarrolló en Asunción de Paraguay. Nada mal para alguien que lleva poco tiempo en estas lides.

Vida en Oruro
Héctor Garibay es el menor de seis hermanos. Vivió con sus padres en el Centro Minero Totoral (provincia Poopó) hasta que se mudaron a la ciudad de Oruro cuando tenía 15 años para que siguiera sus estudios. 

“Desde ahí mi vida siempre fue fútbol”, comenta Garibay, quien estuvo en diferentes clubes orureños pero nunca llegó a la liga profesional, sí llegó a participar en alguna Copa Simón Bolívar, que se disputa a nivel nacional.

 Una vez salió del colegio Héctor estudió Mecánica Industrial en un instituto. Con el tiempo, con lo que ganaba como futbolista y de sus trabajos de mecánico se compró un automóvil. Su día entonces se dividía entre jugar al fútbol y ser taxista. El atletismo le demanda mucho tiempo, por eso hay temporadas en que no trabaja con su vehículo. 

“El atletismo es una cuestión de esfuerzo más individual, donde uno llega hasta donde puede con su propio esfuerzo, por eso no tengo mucho tiempo para manejar”, dice Garibay. Es difícil saber si su carrera como futbolista habría mejorado después de esa lesión en 2018. Lo que sí se puede decir es que ese hecho permitió que Garibay inicie una carrera muy prometedora. 

“Me costó un poco acostumbrarme a correr”, dice Garibay, pero no tenía problemas con la resistencia física que le exigía. “Cuando yo vivía en el Centro Minero Totoral siempre escalaba los cerros, porque tenía que llevar almuerzo desde el pueblo hasta arriba. Tenía que subir como media hora hasta llegar a la cima. 

A veces tenía que bajar cargado de minerales. Por eso siempre he tenido buena resistencia y también en el fútbol me resultaba más cómodo jugar de lateral y bajar y subir constantemente haciendo cambios de ritmo”.

Cuando empezó a entrenar para correr no le contó a nadie. Ni a sus padres ni a sus amigos. Todos se fueron enterando cuando les llegaron las noticias de que había participado en alguna carrera y había quedado en un buen lugar. 

Sus padres no entendían muy bien esta nueva incursión pero lo apoyaron siempre. En tanto sus amigos le decían cosas como “siempre debiste dedicarte a esto, con razón corrías tanto en los partidos”. También lo pone contento el apoyo que recibe de sus sobrinos, quienes siempre están pendiente de lo que hace y quieren seguir sus pasos.

Garibay dice que en sus inicios en el atletismo le costó seguirle el ritmo a sus compañeros de entrenamiento, luego poco a poco los fue igualando. “En estas últimas competencias, como ya me estoy dedicando a correr distancias más largas, tengo que tratar de medir los ritmos, porque desde la largada hasta los 5 km debo ir muy fresquito y después tengo que tratar de estar bien concentrado porque todavía me faltan más de 35 km. 

Hasta los primeros 10 km hay que tratar de mantener un ritmo, no ir muy rápido”, explica Garibay, que cuenta lo que sucedió en sus dos últimas competencias: “En la de Buenos Aires marqué un ritmo de tres minutos y siete segundos por kilómetro; mientras que en Brasil me salió a tres minutos y un segundo”.

El entrenamiento es duro. De lunes a sábado Garibay corre un promedio de 25 a 30 km. “Todos los días trato de sumar kilómetros para llegar a la carrera de la mejor manera”, indica Garibay. 

En una jornada normal se despierta y se sirve un desayuno rico en fibras como la chía, el sésamo, semilla de quinua, toma un vaso de api con una banana o una manzana. A las 9:00 empieza a entrenar, hay días que se enfoca en el ritmo, otros en la resistencia y otros en la velocidad. 

Esas variaciones hacen que cada jornada no sea aburrida, explica. Por la tarde, depende cómo haya sido su mañana hace trotes regenerativos, y después, si no está muy cansado, asiste al gimnasio y hace abdominales.

La épica
Garibay participó por primera vez fuera de Bolivia en 2019 en un Sudamericano en Perú, donde no le fue bien porque aún estaba acostumbrado a correr en pista. Pero se reivindicó cuando participó en la carrera de San Silvestre de ese año, donde llegó en el puesto 15, batiendo el récord nacional en esa distancia (fue el quinto sudamericano mejor ubicado).

 Con esa marca se clasificó para el Mundial de Atletismo de Polonia en 2020, pero el cambio forzado de Gobierno primero, y la pandemia después, le impidieron viajar. El atleta quedó muy frustrado por ese hecho, aunque llegó a reponerse y continuar entrenando, pensando en el calendario que tendría en 2021. 

Un año por demás exitoso.
A Buenos Aires tuvo que viajar solo. También fue difícil llegar por las restricciones de la pandemia, apenas consiguieron un asiento en un vuelo para él. A esta maratón iba con el principal objetivo de batir el récord nacional y clasificar al Mundial de Atletismo de Oregón en 2022. Batió el récord y además quedó en primer lugar, sorprendiendo a propios y extraños, aunque no pudo entrar al Mundial. 

En el triunfo se encontró solo, no tuvo con quién celebrarlo, pero recuerda que la prensa le dio buena cobertura. Los atletas africanos no asistieron a esta edición de la maratón, entonces los favoritos eran los corredores locales, “nunca pensaron que un boliviano pudiera ganar en Buenos Aires”, comenta Garibay. 

En Brasil la figura cambió, ya había gente esperándolo para desearle la mejor de las suertes y acompañarlo en su recorrido. “Lo chistoso era que la comunidad boliviana me decía que si gané en una carrera de 42 km seguro también iba a ganar en una que tiene solo 15 km”, cuenta Garibay.

“En maratones como la de Buenos Aires hay que saber cuidar el ritmo, en cambio en la San Silvestre hay que utilizar la velocidad. A tres semanas para que compitiera en Brasil mi entrenador me cambió el plan y me fue bien. Mi idea no era llegar tercero, sino entre los diez mejores y también batir el récord nacional”, dice Garibay.

El periodista boliviano afincado en San Pablo, Antonio Andrade, director del portal boliviacultural.com.br dijo que fue muy impactante para él el apoyo que la comunidad de inmigrantes bolivianos le brindó a Garibay durante la carrera, que en algún momento llegó a liderar. 

 “También había peruanos, colombianos y de otras nacionalidades latinas que lo apoyaban. Un boliviano logró unir a las comunidades latinoamericanas, ese apoyo fue espontáneo”, dijo Andrade, que recordó que Garibay reconoció que escuchar a la gente saludándolo en la competencia le ayudó mucho a terminar de la mejor manera.

Garibay dice que gracias al atletismo pudo conocer otros países. De Sudamérica solo le falta viajar a Colombia y a Venezuela. En unas semanas cruzará el charco por primera vez para competir en España en la maratón de Sevilla. Su objetivo es clasificar al Mundial de Atletismo en Oregón, a realizarse en julio de este año, y a las olimpiadas de París 2024. 

Después de la competencia en Brasil se le acercó un agente y le dijo que podría conseguirle un buen equipo para que se integre y pueda entrenar en otro país. “No me propusieron que represente a otro país, me dijeron que me iban a conseguir un buen patrocinador de una marca deportiva y ellos me podían pagar mis entrenamientos en Kenia, donde están los mejores atletas y entrenadores, pero yo estaba enfocado en seguir entrenando para la carrera de Sevilla y no pensé mucho en eso”.

El atleta recuerda sus inicios y las dificultades que tenía para concluir de buena manera una carrera. También recuerda los videos de las grandes estrellas de otros países, verlos competir lo hacía sentir pequeño, sentía que nunca podría tener un buen nivel como ellos.

 “Pero poco a poco, con el entrenamiento y con la disciplina que me han puesto mis entrenadores he ido subiendo mi nivel. Yo creo que si sigo así y si recibo más apoyo de las empresas e instituciones puedo estar a un gran nivel. No son muy diferentes a nosotros, Kenia es más pobre que Bolivia y tiene grandes medallistas olímpicos. Mi mentalidad es esa y así llegar a los Juegos Olímpicos de París”, dice Garibay.

Por ahora lo apoyan económicamente la Gobernación de Oruro y el Ministerio de Deportes (requiere por lo menos $us 1.000 para prepararse). 

Mientras tanto Garibay mira hacia adelante y espera cumplir el sueño de llegar al podio en las Olimpiadas de 2024.