El ícono británico de 66 años finaliza su gira por Latinoamérica. Aquí todos los detalles de su concierto en Lima en el que enamoró con sus clásicos de punk-rock, entre ellos los inmortales “Dancing With Myself” y “Eyes Without a Face”.

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25 de septiembre de 2022, 4:20 AM
25 de septiembre de 2022, 4:20 AM

Por Vanessa Canudas

El rubio platinado de inconfundible voz ronca, el que baila solo, el de los ojos sin rostro, el rebelde rockero de los 80, Billy Idol demuestra que su espíritu libre sigue intacto, pese al paso del tiempo.

The Roadside Tour 2022 lo trajo por Latinoamérica y finalizó en Paraguay, luego de haberse presentado en Santiago, Lima, San Pablo, Río de Janeiro (Rock in Río) y Buenos Aires. En este intenso recorrido, la estrella de 66 años ha demostrado que, para él, actuar es tan natural como hablar y que su entusiasmo y entrega son iguales a los de sus inicios.

En este tour, se presentó por primera vez en Lima, el domingo 4, en un escenario colmado por un público adulto, promedio de 50 años. Fueron alrededor de 10.000 personas que disfrutaron de 1 hora y 30 minutos de un show muy destacado, no solo por la calidad interpretativa de Idol y los músicos que lo acompañan, sino por la puesta en escena en la que resalta una luminosa escenografía con imágenes de Nueva York.

Con su voz íntegra y su figura impecable, Idol arrancó el concierto puntual, como buen caballero inglés (aunque su eterna rebeldía demuestre lo contrario). Y eligió a “Dancing with myself para conquistar a la audiencia de entrada. Disparó muy bien, la gente bailaba, gritaba, cantaba…

Continuó con Cradle of love y Flesh for Fantasy. Hasta aquí todo era revivir y disfrutar de canciones clásicas de la estrella del punk-rock. Continuó con Cage, un nuevo single de reciente creación en el que pide salir del encierro -inspirado en la pandemia-, mismo que formará parte de su nuevo disco, previsto para finales de septiembre.

Siguió con otro clásico Speed y enganchó otro tema nuevo Bitter taste. Aquí hace una breve interrupción para cambiarse de camisa y dejar el torso desnudo. Este es un punto de destaque: al menos cinco veces se cambió de ropa, a su fiel estilo, enfundado de negro, alguna camisa blanca, pero siempre con las cadenas plateadas colgando en su cuello y a un lado de sus pantalones. Además de sus dos grandes anillos, uno en el dedo índice de una mano, y otro en el dedo medio de la otra.

El clímax de la noche llegó a medio show con la inmortal Eyes without a face. En ese momento todo estalla, todo es emoción, sensibilidad y encanto… Idol enamora con su mayor éxito, gesticula, hace puño, antecede en francés con “Les yeux sans visage” y el público lo acompaña coreando “Eyes without a face”.

A partir de eso, su cómplice eterno, Steve Stevens, su legendario guitarrista se luce interpretando fragmentos de estilo flamenco y regala una sorpresa para sus seguidores: toca el acorde clásico de Stairway to Heaven, de Led Zeppelin. Bromea con gestos, haciendo notar que no es un tema suyo, por tanto, mejor seguir haciendo su propia magia.

Stevens es un gran compañero de Idol… vestido, como siempre, de pantalón de cuero negro, tan negro como su cabello y las uñas de sus manos.

En la recta final no pudieron faltar otros clásicos imperdibles: Mony, Mony, One hundred punks, Blue highway y la emblemática Rebel Yell.

La despedida estuvo a cargo de White Wedding. Idol toma una bandera peruana para colocarse en los hombros y presentar a cada uno de los músicos de su banda y para despedirse haciendo corear al público: “olé, olé, olé, Billy, Billy”.  Así se fue perdiendo entre el escenario, dejó su cara de enojo, de chico malo, de incontables muecas y gestos que lo hacen único.

El show terminó, pero dan ganas de volver a verlo, de escucharlo y seguir disfrutando de todo lo bueno que hace. Un verdadero regalo, Billy Idol.


Con Steve Stevens, su legendario guitarrista