Con la pandemia se quedaron sin trabajo y con la suspensión de la fiesta grande están peor. Algunos se dedican a otras labores lejos de la moda

El Deber logo
3 de febrero de 2021, 16:36 PM
3 de febrero de 2021, 16:36 PM

El año pasado por esta fecha el taller del diseñador de modas y creador de fantasías carnavaleras Rodolfo Pinto estaba lleno de gente. Tenía 30 operarios trabajando en tres turnos, más las personas que iban a ensayarse o a llevar sus trajes, hacía que se formen verdaderas aglomeraciones. Eso no es ni la sombra de lo que hoy sucede ahí mismo. Casi no hay gente, tiene solo cinco trabajadores y nadie va a buscar su vestimenta.

 La pandemia del coronavirus cambió totalmente el panorama de los confeccionistas de trajes carnavaleros. Este año no habrá fiesta grande, se suspendieron las precas, las coronaciones, el corso y todos los festejos. Y eso significa que se quedaron sin trabajo.

Pinto cuenta que en 2020 él estuvo a cargo de la elaboración del traje de fantasía grande de la reina del Carnaval cruceño, Romy Paz, además de algunos de sus vestidos de las precas y de los disfraces de los coronadores Chirapas Jrs., por lo que tenían abundante trabajo. Hoy no tiene nada de eso.

Cuenta que actualmente está elaborando trajes de bioseguridad, alguno que otro vestido para cumpleaños de niñas, una quinceañera, y de vez en cuando le cae una novia. También en su taller se están fabricando vinchas y accesorios femeninos, y por último recibe arreglos de vestidos ya usados, porque de algo tiene que vivir, manifiesta con mucha preocupación.



"Sé que lo más importante es la salud y la vida. Que el coronavirus nos está atacando fuerte, que se está llevando a mucha gente, y mientras estemos sanos se puede buscar en qué trabajar. Pero la suspensión del Carnaval nos arruinó todo, era nuestra fuente de ingresos para más de la mitad del año, y ya no la tendremos. La gente que se dedica a los trajes de fantasía tiene que buscarse otros oficios, porque de esto ya no se puede vivir", comentó.

Dice que cada operario representa a una familia, y él ha llegado tener hasta 30 personas en su taller, en la época alta. Ahora la gran mayoría se han ido a sus casas. Algunos están trabajando como delivery, otros hacen pan y comida, y en lo que les llega porque tienen que ganar su sustento, explica.

Otra actividad que realiza este creador de trajes de fantasías es enseñar su oficio. En su taller ha acomodado un espacio donde dicta clases, principalmente de elaboración de tocados y espaldares de reinas. Transmite sus conocimientos a gente que lo busca, y así gana algo más de dinero, aunque confiesa que no es mucho, porque las personas que lo buscan muchas veces no tienen ni para su micro y a ellos no les cobra.

Rodolfo Pinto cuenta de que los costureros del Carnaval cruceño no están asociados ni tienen una institución que los represente. Pero que están en contacto entre ellos y dice que todos cuentan que están en mala situación económica, que han tenido que desvincular a sus trabajadores.



El que cerró definitivamente su taller, porque dice que disminuyó totalmente el trabajo de la moda fue el diseñador Eduardo Rivera. Él también es arquitecto de profesión y retomó esa actividad. Cuenta que tiene algunas obras de construcción y a ello dedica todo su tiempo. No sabe si volverá a diseñar trajes de reinas porque ya tiene otras obligaciones. También está pintando cuadros, pues las artes plásticas es otra de sus pasiones.

Por su parte Miguel Escalante, que se caracterizaba por tener abundante trabajo para Carnaval, dice que está pasando por un momento crítico. Solo tiene una costurera y tuvo que despedir a 20 operarios, pues no había trabajo que hagan.

Igual cuenta que está sobreviviendo con lo poquito que le llega, a veces un vestido de una quinceañera, en otra ocasión de una novia, o el traje de una señora que asistirá a una celebración. Pero eso no es todos los días, y hay momentos en que no tiene nada, confiesa.



Nancy Ortiz, otra costurera de la fiesta grande que esperaba recibir trabajo en esta temporada, manifiesta que su trabajo ahora es mayormente arreglos de ropa ya estrenada. Hacer dobleces a las faldas, poner botones y quitar volumen a los trajes anchos.

Para Pedro Pereyra, trabajador de la costura desde hace varios años, la pandemia cambió su vida. Se contagió y estuvo muy delicado, por lo que su taller tuvo que ser cerrado. Una vez recuperado de la enfermedad y en vista de que no había pedidos para elaborar vestidos se dedicó a la cocina. Primero empezó a elaborar tortas y dulces, después amplió su negocio y ahora prepara bufets a pedido. Dice que le va más o menos bien, que tiene algunos pedidos que le permiten sobrevivir.

Cuenta que para él fue muy difícil, porque curarse de esta enfermedad es caro, más aún si el virus ataca fuerte, los remedios son de alto precio. Esperaba con ansias el Carnaval, porque siempre fue una buena fuente de ingresos para él y sus trabajadores. Sin embargo, la noticia de la suspensión fue como recibir un balde de agua fría, pues ya no tendrá esas ganancias, y deberá dedicarse con más fuerza a la cocina.

Clarita Domínguez montó su taller de costura en 2019. Antes había trabajado con una afamada diseñadora de modas, donde aprendió mucho, sobre todo a elaborar vestidos finos. También estudió corte y confección, pero sobre todo tenía muchas esperanzas de que le iba a ir bien este año. Pero no contaba con que llegue la pandemia del Covid 19 y le cambie todos sus planes.

Ella no despidió a nadie, porque solo trabajaba con sus dos hermanas, una prima y su sobrina, que se han quedado con los brazos cruzados, pero al menos sanas, dice. Tiene deudas, porque las tres máquinas de costurar que compró lo hizo con un préstamo, y que todos los meses tiene que pagar un poco.

Su gran esperanza era el Carnaval. Ya tenía listos los diseños de casacas, de disfraces y de trajes de reinas, que se quedaron en el papel, porque no los podrá llevar a cabo, pues la fiesta grande se suspendió. Como la mayoría de sus colegas sobrevive con algunos trabajos que de a poquito le llegan, y está pensando en agarrar en concesión zapatos para vender, porque de algo tiene que vivir, cuenta con mucha tristeza.