Para algunos consultados, el trabajo de la ministra Sabina Orellana fue pobre. En esta nueva gestión, el Ministerio de Culturas también tenía la premisa de ser de Despatriarcalización y Descolonización, pero no se vio acciones en esas áreas

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2 de enero de 2022, 4:00 AM
2 de enero de 2022, 4:00 AM

Por Adhemar Manjón

En junio de 2020, la presidenta transitoria Jeanine Áñez eliminó el Ministerio de Culturas y Turismo, la excusa fue utilizar el presupuesto de esa cartera para la lucha contra el covid. Cuando Luis Arce asumió la presidencia de Bolivia en noviembre de ese año, nuevamente reactivó el ministerio. La radialista y dirigente sindical Sabina Orellana se hizo cargo de él.

Esta vez se llamó Ministerio de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización, y si bien fue una buena noticia tener de nuevo esta cartera, en el balance de esta gestión poco se puede rescatar.

Una primera mala señal fue la renuncia en marzo de 2020 del compositor Cergio Prudencio al viceministerio de Interculturalidad, dependiente del Ministerio de Culturas, aduciendo que hasta esa fecha no había sido posible "articular visiones y criterios de gestión entre quienes asumimos la responsabilidad de esta cartera del Estado".

En abril del año pasado, la ministra ya había advertido que “no podría satisfacer las necesidades de los artistas” porque solo tenía un presupuesto de Bs 39 millones (en 2020 fue de Bs 80 millones).

Gestión en crisis

Juan Fabbri, antropólogo, curador y artista, considera que la gestión cultural desde el Estado Plurinacional de Bolivia, durante la gestión 2021, se encuentra en crisis. “El Ministerio de Culturas no tiene presencia y no brinda respuesta a las necesidades del país. Su reapertura quedó en una cuestión de publicidad política más que la creación de una verdadera institución que trabaje por el fortalecimiento cultural. En el campo de las artes, patrimonio y educación artística, no se perciben las políticas de Estado, en ningún nivel. Todo parece estar a la deriva del tiempo. Lo poco que se había avanzado se ha destruido. Los recursos públicos para la cultura no tuvieron ningún impacto en la sociedad, ni en los sectores profesionales que necesitan su reactivación”, comentó Fabbri.

Fabbri indicó que los museos y centros culturales estatales parecen estar en una práctica rutinaria y adormecida “que no dan ninguna respuesta a las preguntas y problemáticas del presente”. "Las exposiciones y proyectos que se realizaron no tuvieron ningún control de calidad y se encuentran en manos de personal poco calificado que no aporta al país", se lamentó Fabbri. Mencionó también que fue lamentable el trato de parte de las instituciones culturales estatales a los profesionales de las diferentes áreas.

María Galindo, activista del colectivo feminista Mujeres Creando, desaprobó la gestión de Sabina Orellana. “Quiero dejar claro que de ninguna manera mi espíritu crítico con la ministra de Culturas tiene absolutamente nada que ver con su condición de mujer quechua o con su condición de mujer cocalera; es más, creo que esas condiciones son rasgos que pudieron haber sido un gran potencial para un giro sobre la visión de la gestión cultural en Bolivia”, apuntó Galindo, quien agregó que, sin embargo, “lamentablemente es una ministra que está, como muchas más en el gabinete, simplemente cumpliendo un rol ornamental”.

La activista dijo que Orellana no se ha comprometido en lo absoluto con ningún sector: “Ni con el sector folclorista ni con el artesanal o el cinematográfico o el literario. Absolutamente nada. Ella ha asumido una postura muy cómoda, un perfil muy bajo para un ministerio que es fundamental. No ha dinamizado en absoluto el sector y creo que se está dejando avasallar por la presidencia de la Fundación Cultural del Banco Central”, dijo Galindo.

Finalmente, Galindo indicó que aún el proceso boliviano no ha logrado madurar una visión clara sobre lo que entendemos por descolonización, mucho menos sobre la despatriarcalización. “Lo lamento mucho, pero si tuviera que calificar a la ministra, creo que está aplazada”, dijo Galindo.

El Premio Nacional de Novela, se otorgó por primera vez en 1999. En 2020, durante el gobierno de Jeanine Áñez, fue la primera vez que no se lo convocó. En 2021, para sorpresa de muchos, tampoco se lanzó la convocatoria (el Ministerio de Culturas es el organizador), lo que deja la incertidumbre de si 2019, cuando ganó el premio nacional Gabriel Mamani con su novela Seúl, Sao Paulo, será definitivamente la última vez que se lo entregó.

Para la escritora y editora Liliana Colanzi “es un retroceso enorme que no se convoque por segundo año consecutivo los premios nacionales de literatura, “que son uno de los poquísimos incentivos a la producción literaria en el país desde el Estado”.

Colanzi dijo que los escritores bolivianos no cuentan con estímulos que ofrecen otros países a sus artistas como fondos concursables, becas de creación literaria o residencias de escritura. “Los premios de novela, poesía, literatura infantil, juvenil y Guamán Poma de idioma originario eran el único incentivo económico significativo que daba el Estado a los escritores, y es lamentable que lo hayan retirado justo cuando la situación de los artistas se ha vuelto crítica a causa de la pandemia. Muchos nos alegramos con el regreso del Ministerio de Culturas, pero su gestión hasta ahora es inexistente en lo que a apoyo a las artes se refiere. La literatura es la forma en la que el país se piensa: no hay cómo se pueda avanzar en descolonización o en despatriarcalización, que son los objetivos del Ministerio, sin apoyar a la cultura”, mencionó Colanzi.

Por su parte, el cineasta tarijeño Alejandro Quiroga señaló que el ministerio se está aplazando en su trabajo. "No hay una gestión de políticas que sirvan para alentar el arte o el cine en particular", expresó Quiroga, quien también cree que no se va a hacer mucho en el plazo inmediato "por temas políticos, más que otra cosa".

"Siento que hay un desconocimiento muy fuerte del poder económico que puede generar el cine, no solo en las producciones nacionales sino en las que pueden llegar a Bolivia, como el caso de la serie La Reina del Sur", apuntó Quiroga.

El cineasta, que acaba de estrenar su documental Ginger's paradise, espera que pronto se reglamente la ley del Cine Boliviano y que sea beneficiosa para todos quienes se desenvuelven en este rubro.