Siete chicos relatan cómo se engancharon a la locura de las bicicletas que invade Santa Cruz. Todos sacrificaron algo para convertirse en ‘otras’ personas

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26 de octubre de 2020, 14:23 PM
26 de octubre de 2020, 14:23 PM

Producción: Pedrinho Rojas

Un paro cardiaco le quitó el aliento; no abrió los ojos. Ese día, Brian Alpiri se enteró de que no volvería a ver a su abuelita y quería encontrar una forma de
consuelo.
Miró a la bici y se subió a ella. Lloraba, mientras sus manos apretaban el manubrio y sus pies agilizaban el paso. A raíz de ese episodio gris nunca más dejó de pedalear.

Otros jóvenes -como Imer Mendoza, Elmer Calderón, Ricardo Padilla, Karla Murrieta, Sofía Patzi y Yonny Durán- también tuvieron un momento difícil, sacrificaron algo o simplemente encontraron en ese vehículo de dos ruedas una forma de vivir. Hoy, los bicipaseos se han vuelto cotidianos y, según la Unión de Ciclistas de Santa Cruz, hay 157 clubes y 33.500 inscritos. Hace unos días, casi 4.000 personas se ‘volcaron’ a Porongo y cada vez son más los chicos que se unen a la locura por la bicicleta.

Pedales

Le dijo adiós. Ese día rompía con su novia después de casi seis años de amor. Sí, dolió. Se compró una bicicleta para despejar su mente y se convirtió en uno de los miembros de Travelers Bike Team. Ahora, Elmer Calderón sabe bastante del mundo de los ciclistas, tiene todos sus implementos para bicicletear y hasta unas zapatillas de clip que le permiten unir sus pies a los pedales. Tiene 33 años. Y desde la Villa Primero de Mayo se lanza a la aventura todos los días. Una vez estaba bajando una pendiente en Moro Moro, perdió el equilibrio y se cayó. Se reventó el labio y perdió parte de un diente. Recuerda muy bien ese desplome: 4 de enero de 2019.


Manubrio

Karla Murrieta tiene 22 años. Todos los días recorre las calles de tierra del barrio Los Lotes y se une a su team Callejeros Bikers para respirar otro aire en localidades cercanas a la ciudad. La bici es su mejor amiga, la cómplice de sus aventuras. Es la secretaria y vocera del club y aprendió a parchear, inflar y usar las llaves. La bici, para Karla, es un deporte sano que todo joven debería practicar. Además, cree que es un “medio útil y necesario en estos días de pandemia”.

Piñones

Tenía 12 años cuando sus pies se subieron por primera vez a los pedales. Y nunca más se apartó de estos. Unos malhechores entraron a su casa y se llevaron a su nueva amiga de dos ruedas. Después, Ricardo Padilla ahorró dinero para comprarse otra. “La bici es mi droga”, señala este dinámico joven de 25 años. Y ¡vaya que lo es! Casi todos los días suda, pedalea y se entrega a la adrenalina. Ante cualquier problema durante la bicicleteada, él siempre ve el lado positivo y lo combate con inteligencia y esa sonrisa ‘perfecta’ rodeada por su barba tupida y sus ojos achinados. 

Ricardo se pone el casco y el maillot apegado al cuerpo para liderar las rutas urbanas por toda Santa Cruz y sus alrededores. Eso, hace cuatro años. Por su entusiasmo, su entrega, su disciplina, su fotogenia y su buen trato con los demás, se convirtió en el presidente del club ‘rebelde’ Rueda Libre. Su sueño es probar la adrenalina de la carretera de la muerte en Yungas. Hoy tiene una Venzo con aros de 26 pulgadas, pero quiere comprarse otra superior a esa. En su mochila nunca faltan un parche, pomo e inflador. En su esencia lleva el talento de un líder con ganas de devorarse el mundo con su gran aliada, la bici.

Aros

Es de Guayaramerín, pero Imer Mendoza vive en Santa Cruz. Tiene 25 años. Cada vez que recorría la plaza principal veía a un tumulto de chicos con sus bicis hasta que se acercó a ellos y les preguntó por qué se reunían ahí. Ese fue el comienzo de su idilio. Hace cinco años es uno más de los Scorpions Bikers y su garra lo ha llevado a encarar varios kilómetros. De día, Imer usa camisa por su trabajo en el banco. Cuando está en su casa se pringa con la pintura, porque también es artista amateur. De noche, se pone el maillot rojo para transformarse en ciclista.


Pastillas
Su regalo fue una bici. Y desde entonces no la suelta para nada. Sofía Patzi tiene solo 17 años, pero ya sudó en la ruta a Porongo y Las Cruces. Su papá, Roberto Patzi, le contagió el gusto por este deporte. Ella lo disfruta, porque puede absorber otro aire y conocer sitios. Practica kick boxing, toca el piano, canta y prepara postres, pero su imán es la bici. No se anima mucho a manejar en la ciudad, ya que “no hay respeto para los ciclistas y también faltan ciclovías”. Forma parte del club Caripuí del barrio Urbarí.


Horquilla
Yonny Durán es beniano. Tiene 30 años. Es perito administrativo y cuando está afuera de la oficina, se sube al sillín y se deja llevar por su instinto. Es el presidente de los Urban Bikers MTB. Apunta a que su club sea el más importante de Santa Cruz de la Sierra. La bici, para él, es una forma de transportarse. Pero, mover las piernas también lo ayuda a desenchufarse de caos urbano y entregarse a la naturaleza. Quiere llegar hasta el salar de Uyuni.

Frenos
Brian Alpiri nació hace 23 años. Es ingeniero petrolero. La bici le ayudó a combatir sus problemas cardiacos y a perder unos kilitos. Durante un año alimentó su alcancía con varias monedas de cinco pesos hasta que logró tener el dinero completo para comprarse su bici. Ahora, funge como uno de los administradores del Team Bikers MTB. Gracias a este deporte, ha podido ser más sociable y olvidar sus problemas familiares. Miles son los jóvenes que se entregan a los pedales. Solo hay que animarse y lanzarse a la aventura. Eso sí, es adictivo.