La poeta Marcia Mendieta escribió este texto sobre el libro de cuentos de Michel, que se presenta mañana sábado en la Feria del Libro de Santa Cruz gracias a la editorial Mantis

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3 de junio de 2022, 18:30 PM
3 de junio de 2022, 18:30 PM

Hay algo en los cuentos de Chubascos aislados de Claudia Michel, el nuevo libro publicado por Editorial Mantis, que deja una sensación desoladora tras leerlos. Quizás este algo se deba a que la narradora ha construido personajes que navegan la pérdida, el tedio y el encierro con los pies al borde del abismo. “Lo siguiente que hace es lo más parecido a un vuelo, algo como desplegar las alas, como un despegue, una muestra de instinto y pavor.” Es esa posibilidad de caída –de tormenta, de turbión, ahogo— el motor de la narración. Se trata acaso de una caída aparentemente silenciosa, más bien un dejarse llevar por la furia de un río que se desemboca a pesar de. “Hundirse en ese fondo verde, olvidar, callar para siempre.”

Quizás sea, más bien, esa capacidad de esta autora potosina de construir ecosistemas narrativos cuyos procesos propios se desencadenan más allá de los personajes: las paredes de la casa, la Santa Rita del patio, los ladridos de la calle, la gente y los puestos del mercado, las fotografías de un álbum familiar; todo está, todo es. “Terminamos de acomodar las begonias. (…) Toda esa lluvia las había transformado, tenían un color guindo intenso, el borde de un verde oscuro salpicado de plateado, su nervadura se enroscaba sobre sí misma dando tres vueltas. Esas bolitas infames se habían convertido en hojas enormes, desafiantes, un remolino vibrante.” El tiempo avanza en los relatos dejando tras de sí las marcas de humedad, prueba única del tránsito. “Una casa donde ha enfermado y muerto un hijo no puede ser la misma. Hay que arrancarle la pintura, derribar muros, hacerla temblar con combazos.”

Puede ser también, ahora lo pienso, el sonido acompasado de la narración. Michel parece haber medido las distancias de sus palabras tal como aquella nadadora del cuento “Cloro” mide el ritmo de su desplazamiento: “Tenía que procurar cambiar la cadencia de las brazadas, dejar de pensar que estaba allí para olvidar, para no ser como ellos.”

En Chubascos aislados, los silencios son aún más importantes. Una vez, sentimos en estos cuentos el paso de la marea, no hay recuento de daños; los finales suspendidos nos dejan más bien una prosa a la vez delicada y violenta, que resuena, más como un gusto en la lengua. “Tenía sabor a sal y a cloro.”

Es posible que la suma de estos elementos sea lo que define ese algo. De cualquier manera, se trata de una colección de 19 cuentos breves con una voz poderosísima, donde el agua, presente en todos los cuentos, cae fuerte y rápido y todo lo moja, nos hace pensar en su inmanencia. “Carola le sujetaba la cabeza con las manos, sentía la sacudida en sus palmas como si sostuviera un pez bello y tembloroso, un ser acuático, incapaz de estar fuera del agua.”