¿Cuánta desigualdad global puede soportar una amistad global? Es la pregunta que lanza Dos Vidas (Zwei Leben), la obra de la productora Klara, grupo de teatro libre con producciones propias y sede en Basilea (Suiza), que viene llevando a cabo varios proyectos en el país y con talento boliviano. Se estrenará el 4 de febrero en Basilea (Suiza) para luego presentarse en Alemania. El estreno en Bolivia será durante el Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz, en abril.

Dirigido por Christoph Frick, el proyecto Klara, que nace en 1991, ha explorado diferentes lenguajes teatrales, nuevas dramaturgias y la mezcla de modos de representación ficticios y documentales, basados en proyectos de investigación, especialmente sobre temas sociales y de participación social y ecología.

“Para mí es importante que el teatro esté en contacto con la realidad y trate también cuestiones sociales, económicas y ecológicas difíciles. Para mí es importante que esto ocurra de forma placentera y también sensual, a pesar de los problemas abordados. En cuanto a la cuestión social, me interesa dar a las personas y a los temas una voz que de otro modo no tendrían”, expresó Frick.

Dos Vidas tiene su antecedente en Palmasola, la primera producción de Klara en Bolivia, que se presentó en 2019 en el Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz. El proyecto, que también llegó a escenarios europeos y de Sudamérica, partió de una investigación sobre la cárcel boliviana del mismo nombre.

“En Palmasola ya habíamos tratado cuestiones de desigualdad social. A través de los efectos de la pandemia, las diferencias en nuestro conjunto se hicieron muy evidentes. ¿Quién recibe ayuda del Estado? ¿quién sobrevive y cómo? Estas diferencias eran tan evidentes en nuestro equipo, estaba claro que teníamos que abordar esta cuestión para seguir siendo creíbles ante nosotros mismos”, agrega el director.

Ese fue el disparador para narrar la vida de dos de los actores que participaron en Palmasola: Jorge Arias Cortez y Nicola Fritzen. Dos vidas examina las biografías de dos artistas amigos y los somete a una prueba de estrés. Jorge Antonio Arias Cortez nació en mayo de 1985 en Oruro, en el Altiplano boliviano, y Nicola Fritzen en octubre de 1978 en Berlín.

“Estaba claro que buscábamos a dos actores que hubieran crecido en circunstancias muy diferentes. Es el caso de ambos. Pero también es interesante para nosotros que sus biografías muestren siempre grandes paralelismos. Eso hace posible que la representación intercambie a veces las biografías de ambos, lo que, por supuesto, hace que la representación sea más compleja e interesante”, explica Frick.

Los créditos bolivianos de la obra son Jorge Antonio Arias (actor), Ariel Muñoz (técnica). Miguel Marín (coreografía) y Jhonnatan Torrez (dramaturgia).

El trabajo incluye grabaciones de video a cargo de Simon Hegenberg, que documentan fragmentos de la realidad de los dos actores y los enfrentan entre sí.

Mediante la improvisación de contacto (Miguel Marín) el nivel textual de la memoria se mezcla con el físico. La descripción se convierte en un proceso físico. “¿Qué historia cuenta el cuerpo propio y el ajeno? El otro está inscrito, etiquetado, marcado, incluso estigmatizado”, plantea parte del texto.

“En el proceso de puesta en escena, siempre es un momento culminante para mí cuando las piezas individuales del puzzle de la investigación encajan y se complementan entre sí, a veces, de forma bastante diferente a la prevista originalmente. Y comoson piezas, experiencias de la vida vivida de los dos actores, aún más. Se siente muy vivo. En Dos vidas, las dos ‘fuentes’ están siempre presentes y pueden dar información, correcta y complementaria. Estamos consciente de que sólo podemos llevar a escena aspectos parciales de las biografías de ambos. Por eso nos interesa seleccionar las que sean representativas y sorprendentes”, concluye el director.