Sicólogos y expertos en productividad europeos advierten las secuelas del uso permanente y descontrolado de los celulares y cualquier pantalla. También comparten algunas formas para evitar que se convierta en una adicción

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10 de mayo de 2020, 16:05 PM
10 de mayo de 2020, 16:05 PM

Los días siguen pasando y sumándose a la cuarenta por la pandemia. Hoy Bolivia cumple el número 49 de permanecer en confinamiento. Nadie estaba preparado para ver paralizadas absolutamente todas sus actividades cotidianas y a tener que pasar los 86.400 segundos de un día entre cuatro paredes. De inmediato, millones de personas tomaron el celular o la computadora para informarse, esperando la noticia de la vacuna que curará el coronavirus, viendo la evolución de la enfermedad o simplemente buscando una manera de conectarse con sus seres queridos, también recluidos en sus casas, o cómo matar el tiempo.

Pero no todo fue ocio. De pronto, las dos semanas de confinamiento anunciadas inicialmente se convirtieron en dos, en cuatro y aún no tiene fecha de vencimiento. Así fue que las pantallas también se convirtieron en una herramienta para trabajar, coordinar con los colegas y pasar clases. La vida gira en torno a ellas. Y nosotros, desde nuestro sofá o asiento, nos vamos convirtiendo en lo que los sicólogos y expertos en productividad han definido como 'obesos digitales'.

Estos profesionales indican que es urgente comenzar una 'dieta' que facilite el poder ir desenganchándose poco a poco del móvil de cara al desconfinamiento y a evitar posible trastornos.

El consumo desmedido de internet provocó que la red colapse en prácticamente todos los países que se encuentran en cuarentena. Solamente en Bolivia el consumo aumentó en un 50 por ciento.

Diversos medios internacionales, entre ellos el español La Vanguardia, elaboraron cuadros con secuelas de la 'obesidad digital' y de la dieta especial para combatirla.

Secuelas

Este sobrepeso digital pasa factura. Puede generar dificultades para conciliar el sueño, fatiga visual, dolores de cabeza o ansiedad ante la sensación de perderse cosas cuando no están conectados o no reciben mensajes. Algunos sicólogos y organizaciones que luchan contra la adicción al móvil identifican varios trastornos asociadas a dedicar mucho tiempo a los teléfonos y las redes sociales.


Fomo. Es el miedo a perderse algo (acrónimo del inglés Fear of Missing Out), la necesidad que sienten algunas personas de consultar constantemente Whatsapp, Facebook u otras redes para ver qué hacen o dicen sus conocidos. Ese temor puede acabar provocando ansiedad y depresión.

Nomofobia. Los especialistas usan este término –acrónimo del inglés No Mobile Phobia– para referirse a la ansiedad que provoca en algunas personas la desconexión, el no poder usar el celular porque se estropea, se agota la batería, se lo olvidan el casa o no hay cobertura. Va asociado al fomo y a la inseguridad que sienten algunos individuos cuando piensan que no pueden comunicarse “si pasa algo”.

Vibración fantasma. La obsesión por estar pendiente de las notificaciones que llegan, hace que muchas personas piensen que oyeron sonar o vibrar su teléfono cuando no lo hizo. Es un error del cerebro​, que se acostumbra a estar alerta a ese tipo de señales porque a la persona le provoca placer recibirlas.

Vamping o insomnio tecnológico. Esto hace referencia a la costumbre que tienen muchas personas de usar el celular u otras pantallas antes de irse a dormir y al impacto que eso tiene a la hora de conciliar el sueño y en la calidad del descanso. La luz azul que emiten las pantallas inhibe la secreción de melatonina y dificulta la conciliación del sueño. Además, la información que recibimos a través del equipo nos altera, mantiene activo el cerebro, y tampoco induce a la relajación y el descanso.

Tendinitis y dolores musculares. Pasar tantas horas tecleando o mirando el celular también pasa factura en forma de dolores en los dedos (algunas personas llegan a sufrir tendinitis en los pulgares y en el dedo índice), en los brazos, la espalda o el cuello debido a las posturas forzadas que se mantienen.

Problemas visuales. Mirar la pantalla horas y horas acaba produciendo sequedad en los ojos y fatiga visual, y puede incluso desencadenar dolores de cabeza. Lo más dañino es mirar las pantallas a oscuras, sin luz ambiente.

Efecto Google. Los expertos usan este concepto para referirse a la dependencia del celular y del internet que desarrollan muchas personas a la hora de obtener información o realizar cálculos. En lugar de hacer trabajar el cerebro para recordar algo, consultan el buscador para resolver cualquier duda, por pequeña que sea.


Aislamiento o ‘ningufoneo’. Una señal inequívoca de que alguien está enganchado al smartphone es cuando “ningunea” o ignora a las personas de su entorno porque está pendiente de la pantalla y los mensajes que le llegan. Esto, advierten los expertos, puede acabar provocando aislamiento social, deterioro de las relaciones personales y baja autoestima.

Plan "Detox" contra el consumo de pantallas

Expertos indicaron a La Vanguardia, algunas estrategias para intentar que una costumbre ya muy fuerte, como es la dependencia de las pantallas, no se convierta en una adicción imposible de erradicar.

. Desactivar las notificaciones. Para dominar el celular y que no sea este el que nos domine, desactivar todos los avisos y notificaciones en las redes sociales, en el correo electrónico y en cualquier aplicación. Así es uno mismo quien decide cuándo revisa los mensajes, descartando distracciones constantes y la tentación de mirar quién es o qué pasa cada vez que llega un aviso.

. Silencio o con tonos diferenciados. Mantenerlo siempre en silencio y sin vibración, decidiendo uno en qué momento se revisa si ha llegado alguna llamada o mensaje en lugar de atender a las interrupciones sonoras. Si las circunstancias personales o laborales no permiten silenciarlo totalmente, se pueden poner tonos diferentes a los contactos cuyas llamadas o mensajes es urgente atender para distinguirlos de los que pueden esperar.

. Bloques de actividad. En lugar de estar permanentemente conectados y accesibles podemos planificar bloques de actividad, y establecer horarios o momentos del día para mirar Whatsapp, Instagram o Twitter, revisar correos o llamadas perdidas. Cada uno deberá ajustar la frecuencia de esos bloques en función de sus necesidades. 

. Buscar aliados. Para no estar mirando a menudo el teléfono y sus notificaciones también es útil pedir a amigos, familiares, e incluso a jefes o clientes, que si hay algo urgente realicen una llamada en lugar de enviar mensajes.

. Pausas de desconexión. Fijar pausas de desconexión, establecer momentos del día o actividades cotidianas libres del celular. Por ejemplo, podemos imponernos no llevarlo cuando vayamos al baño, mientras hacemos ejercicio o cocinamos. Y alejar el teléfono de nuestro alcance durante las comidas, sobre todo si son en familia. También podemos optar por ponerlo siempre a cargar en una habitación distinta a la que estamos o en aquella zona de la casa donde pasamos menos tiempo.


. Recuperar el despertador. Otra estrategia útil para reducir el uso del móvil es prohibirse llevarlo al dormitorio y, en lugar de utilizar su alarma para levantarse, recurrir al clásico despertador. Con ello no solo será más fácil conciliar el sueño, sino que se evitarán posibles interrupciones durante las horas de descanso y la tentación de consultarlo en mitad de la noche o antes de levantarse. Lo ideal sería dejar de utilizarlo al menos dos horas antes de irse a dormir.

. Limpiar perfiles y apps. En internet y en las redes sociales siempre habrá más de lo que uno puede ver por más horas que se conecte. Por tanto, hemos de elegir qué información o actividades priorizamos. Y a partir de ahí se trata de limpiar nuestros perfiles y ser selectivos con la gente a la que damos acceso o seguimos, para reducir el volumen de mensajes que nos llegan y las interacciones que nos exigirán.

. Bloquear aplicaciones. Bloquear el acceso a ciertas aplicaciones durante horas o días. De esta manera las usaremos menos, nos iremos desenganchando poco a poco, y podremos valorar mejor si realmente nos son útiles o necesarias.

. Tiempo límite. Revisar de vez en cuando en la configuración del móvil el tiempo de uso ayudará a tomar conciencia sobre cuánto nos absorbe. Y, si se considera que es excesivo, uno puede marcarse un límite de horas y obligarse a apagarlo una vez consumido ese tiempo. 

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