La escritora Natalia Chávez Gomes da Silva escribe este texto sobre el primer libro de poesía de la autora Mariana Ríos

5 de agosto de 2022, 16:11 PM
5 de agosto de 2022, 16:11 PM

Los poemas de Mariana Ríos en su primer poemario publicado, “Llana estepa la noche” (Llamarada Verde, 2022), son lugares en los que quisiera quedarme contemplando. Un país, un campo, un cuarto, en que quisiera cerrar los ojos para dejarme arrullar por sonidos que son tan suaves que asemejan el silencio pero que, en verdad, lo niegan. Dicen: aún en la quietud hay angustia. O ahí especialmente. Así de leve es la mano que descubre lo grave. Así de leve el gesto de Mariana que levanta un velo para mostrar algo que había guardado por un tiempo -porque se percibe la maceración emocional que ha habido sobre los temas que toca. Es también el gesto leve que desempolva una superficie y le devuelve un matiz o un brillo que el paso del tiempo había disimulado. La poesía de Mariana consigue palpar el vacío y rodearlo sin ceder ante la tentación de llenarlo; se resigna elegantemente a su existencia, y habla más bien de desiertos, noches, arboledas, heridas, vientos y orillas.

También pienso en lo de “quedarme a contemplar” porque esta poesía crea espacios para estar con las palabras. “Llana estepa la noche” dice el poema “Sombra” para referir al árido terreno que transita estertórica una idea que comienza a erguirse, que se va haciendo cuerpo a medida que se mueve. Que pasa a existir. Es real desde entonces, gracias a la materialización que permite el enunciar. La autora misma sabe de esa propiedad poémica de las palabras que se acomodan para ser un amoroso lecho en el cual pasar un rato mirando la nada, acurrucadas, pensando en todas las vidas que vivimos. Y dice que: “(…) así se dibuja hacia adentro / la ruta, el poema / un atardecer quemadura / pierde entre tanto / solemne / en medio de la tierra // así espera discurso / y no llega” porque las palabras no se encaprichan en definiciones o respuestas. La obra entiende que las palabras pueden usarse para muchas otras cosas que no son decir. Pueden ser “ausencia delineada en el rostro que mira / una niña en la espesura desierta / caliente todavía el corazón / delator latiendo todavía / en la arboleda”. Pueden diluirse después de dispararse al cielo: “donde se apunta se pierde / allí se evapora el aroma / despide la premura en la boca / en la fina palabra / que no soporta un doblez / que cae con la curvatura / que intenta retener”. Y pueden ser -son- razón y resultado de la vocación de trazar mundos nuevos: “vas a volver un insectario el papel / vas a labrar la piedra del cuerpo”.

Los poemas de Mariana son lugares en los que quisiera quedarme contemplando, pero no es posible porque son arena, vapor, luz en movimiento. Tienen fuerzas particulares en su devenir que empujan de una idea a una imagen a un posibilidad a un doblete a un destino. Estas fuerzas han movido también las palabras como piezas; hay sorpresa en las construcciones y términos inesperados: “se oculta en el deshoje de sus dedos / entre la sílaba átona y la (a)morfología / suya, no quiere dejarse impronta, animal / no tiene mecanismo de defensa”.

Por los mismos pliegues de sentido que la poesía de Mariana produce al verterse, podemos decir que estos poemas suceden en una intemperie, que hay revoloteo y reptar de insectos, que hay condiciones climáticas y luminosas que crean una sensación de estar el cuerpo en un descampado y solo contar con una misma -y las que se ha sido en otros tiempos- para protegerse. Como cuando: “La noche llegó volando y se posó junto a ellas / y su canto llanto / me acompañó en una caminata, / me dijo su nombre en un coro / me dijo la pena del tiempo que se lleva / lo que no queremos que se lleve, / me dijo que la madrugada estaría en silencio, / el alba dormida”. Y en los poemas vemos a las sujetos de pie, sobreviviendo, creciendo. Somos testigos de emociones de vulnerabilidad transparente: “Es un proceso lento / en el que vas dejándote / las partes / por los rincones / en las esquinas / de tu casa / detrás de las puertas / debajo de la almohada”. Y somos testigos de la valentía creadora porque: “El impacto es más fuerte / Por eso quienes quieren / Verlo todo / Sentirlo todo / Saltan / Con los ojos abiertos”.