Amigos artistas despiden al gran músico y compositor tarijeño

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2 de enero de 2022, 4:00 AM
2 de enero de 2022, 4:00 AM

Por Adhemar Manjón

El domingo 26 de diciembre la guitarra de Fernando Arduz se silenció. El músico tarijeño tenía 63 años de edad cuando falleció víctima del covid. Arduz se fue, pero dejó un importante legado cultural. Quienes lo conocieron saben del esfuerzo tenaz que hizo desde siempre por darle a Tarija un sitial importante en la música de Bolivia. Arduz nunca fue mezquino, era un maestro en toda la acepción de esa palabra. Formó a cientos de estudiantes y colaboró con todos los músicos que se lo pidieron.

Entre lo clásico y el folclore

Músico, arreglista, investigador, compositor y escritor. Fernando Arduz tuvo una trayectoria artística de más de 40 años que serán recordados siempre. En sus inicios tuvo como maestro a Ernesto La Faye, cuando tenía 15 años.

Después fue adquiriendo más conocimiento en Uruguay, el Conservatorio Nacional de La Paz y a comienzos de la década de los 80 parte a España, se queda en Madrid, donde recibe clases de José Luis Rodrigo en el Real Conservatorio Superior de Música. Es en Madrid donde integra uno de sus primeros grupos musicales con sus compatriotas Paulino Figueroa (amigo de Tarija que también residía en Madrid) y José Luis Sueldo. “Fernando se quedó un tiempo a vivir conmigo en el barrio de Carabanchel. Yo sí que me divertía, me empapaba de música cuando él ensayaba. Fernando le dedicaba de cuatro a cinco horas de guitarra todos los días”, recuerda Figueroa.

Fernando, que por entonces se sumergía en los compositores clásicos, descubrió a través de su amigo Paulino la obra folclórica del guitarrista boliviano Alfredo Domínguez. “Fernando conocía poco de folclore boliviano. Le impresionó la calidad que tenía Domínguez y transcribió un tema suyo:
Por la quebrada.

También le pasé otros compositores y cantantes tarijeños y bolivianos, de los que Fernando se fue empapando y ahí supo que había mucho camino por recorrer en la música boliviana”, menciona Figueroa.

Arduz y Figueroa compartieron varios momentos musicales hasta que el primero tuvo que regresar a Bolivia en 1986. “Nos volvimos a encontrar después, cuando yo también regresé a Tarija. Ahora siento una pena porque se haya ido tan pronto, siento que había mucho por hacer todavía, pero la vida le dijo no. Era un hombre que tenía muchos valores”, puntualiza Figueroa.

Reconocimiento

El guitarrista orureño Marcos Puña tenía 15 años cuando conoció a Fernando Arduz. A esa corta edad, Puña ya se estaba abriendo camino como músico y decidió asistir al Concurso Nacional de Guitarra de Tarija, en 1992, donde Arduz era uno de los jurados. Desde entonces compartieron una amistad que duró hasta el último momento. “Desde que nos hicimos amigos y colegas siempre hicimos actividades, sobre todo organizando juntos ese Concurso Nacional cada año”, menciona Puña.

“Arduz hizo, entre otras cosas importantes, el formato de edición de los Diez aires indios, de Eduardo Caba, que son transcripciones mías que se publicaron en 2016. Yo he difundido también muchas ediciones de sus diferentes proyectos. El último fue hace menos de dos meses, se llamó
Nueva guitarra boliviana, donde a través de transmisiones virtuales dimos a conocer videos y partituras de música boliviana para guitarra que no se conocían hasta ese momento y la gran mayoría eran arreglos de Fernando”, explica Puña.

“Fernando ha hecho una inmensa colección de arreglos de una calidad excelente para guitarra y en ese sentido su aporte es insuperable”, dice Puña y agrega que Arduz ha sido la principal autoridad de música boliviana para guitarra. “Su colección de música de todas las áreas de Bolivia adaptadas a guitarra es emblemática. Por ejemplo, el famoso Nevando está, que ahora los guitarristas tocamos tanto, ha sido obra suya. En su tierna juventud él ya hizo esta adaptación”, indica Puña, quien también destaca que Arduz haya difundido la obra de Alfredo Domínguez. “Como Domínguez no escribía ni leía música, Fernando al oído ha sacado todas las piezas de sus discos y las convirtió en partituras de gran calidad, con ediciones en su mayoría patrocinadas por la maestra Teresa Rivera de Stahlie, en la colección de Compositores bolivianos”.

El guitarrista orureño destaca la personalidad de Arduz. “Siempre trataba a todos como amigos, de una manera cercana, generosa, con una sencillez que nunca más he visto en nadie del gremio”, dice Puña, quien tampoco perdía la oportunidad cuando podía tocar junto a Arduz.

De Tarija con amor

En 1993 en Tarija se forma la Orquesta de Cámara Tarija. Fernando Arduz, que era uno de los impulsores de este proyecto, ya tenía varios años en su ciudad enseñando la guitarra. Para conformar la orquesta algunos de sus estudiantes tuvieron que aprender a tocar violín. El propio Arduz tuvo que tocar el fagot, después tocaría el violonchello. Finalmente, Arduz se convierte en director de la orquesta.

En 2018, la Orquesta de Cámara de Tarija se convierte en el Instituto Superior de Música, el primero en Tarija en formar músicos a nivel Técnico Superior, donde Fernando Arduz fue el encargado de luchar para la creación de este instituto y fue el director del mismo hasta su fallecimiento. El instituto tuvo este año su primera camada de graduados.

Valorie Voight es una música y profesora de violonchelo estadounidense, que llegó a Tarija en los años 90. Trabajó con Arduz en la orquesta de cámara desde inicios del siglo XXI y siguió siendo docente en el instituto. “Fernando era el rector del instituto, aunque desde el ministerio de Educación nunca nos dieron ese ítem”, indica Voight.

“Creo que lo más sobresaliente de él, en la cuestión de dirección de la orquesta, es que aunque tocábamos temas de la música popular o del repertorio de música académica, tenía como gran prioridad llevar la música boliviana y especialmente tarijeña al ámbito de esa música académica”, menciona la docente. “A Fernando también le interesaba incorporar los instrumentos autóctonos de Tarija, especialmente el erque y la caña, a la partitura”, recuerda Voight. “Él tenía eso como una prioridad muy alta y era algo que distinguía nuestra orquesta de cualquier otra”.

Esa pasión por lo autóctono la trasladó a la currícula del instituto, donde los estudiantes tienen una materia en la que un año tienen que aprender a construir un erque y aprender a tocarlo. Lo propio con la caña.

“Fernando era una persona que nos animaba siempre a mejorar nuestros conocimientos y habilidades como músicos. Al mismo tiempo era una persona de gran calidad humana. Para él era muy importante la familia y si alguien tenía un compromiso familiar, Fernando no tenía problema en dar licencia y comprender la situación personal de cada uno. Era un gran hombre”, recalca Voight.

Deja un vacío

El guitarrista cruceño Piraí Vaca dijo que puede contar con los dedos de una mano las muertes que realmente lo han afectado, cuando su corazón se ha entristecido por un tiempo largo. “La muerte de Fernando Arduz es una de ellas”, dijo el intérprete.

“Debo ser, a estas alturas, el único amigo cercano de Fernando que no ha publicado nada sobre su muerte en redes sociales. Esta es la primera vez que hablo de esto que me pesa, porque él no solo fue un gran amigo a través de los muchos años que nos conocimos, sino también ha sido un colega que siempre que tuve la posibilidad de invitar a tocar lo hice”, señala Piraí.

Para Vaca, la guitarra boliviana le debe muchísimo a Arduz. “Algo que de verdad siento mucho por el desarrollo de la guitarra en el país, es que lo mejor de Fernando iba a aparecer en estos años”, menciona el músico y dice que con Arduz hablaron de que a partir de los 50 años es la edad en que uno empieza a madurar y uno empieza a tener el control suficiente como para crear lo que realmente uno desea.

“Hay muchas cosas que lamentar por esta muerte tan temprana de Fernando Arduz. He perdido un gran amigo y creo que la guitarra en Bolivia ha dejado de percibir algo muy importante que estoy seguro que él nos iba a regalar”, enfatiza Piraí, que, a pesar de todo, dice que Arduz deja una obra extraordinaria. “Todas sus transcripciones y arreglos creo que han revolucionado la guitarra en nuestro país”.

El intérprete cruceño comenta que lo último que hicieron con Arduz fue un concierto para guitarra y orquesta, en 2019, que presentaron juntos en un evento del fondo Intervenciones Urbanas. “Se logró crear los tres movimientos, pero estrenamos solo uno de ellos porque todavía había que seguir trabajando. Espero, en el momento adecuado, con el apoyo de la familia de Fernando, recuperar ese trabajo y poderlo estrenar en su totalidad”, comenta Piraí.

La sociedad Arduz-Vaca siempre estuvo activa. En octubre del año pasado, el cruceño presentó el video de la canción
Munasquechay, que es originalmente de la agrupación Los Kjarkjas, pero que fue interpretada por Vaca gracias a los arreglos de Arduz. “Esta pieza tiene un espíritu lleno de belleza y poesía. El arreglo de Fernando Arduz destaca tanto como la versión original de Munasquechay, incluye recursos que fortalecen la composición”, dijo en esa ocasión Vaca sobre esta pieza.

Formador de generaciones de músicos tarijeños, promotor de la música y de los instrumentos de su tierra, virtuoso intérprete y puntilloso compositor, amigo de todos y dispuesto a escuchar a su prójimo, Fernando Arduz deja su música para toda Bolivia. Su guitarra quedó en silencio pero su obra seguirá resonando por siempre, en sus composiciones y en las transcripciones de tantas piezas que hizo.