1 de agosto de 2020, 8:33 AM
1 de agosto de 2020, 8:33 AM

¿No es un contrasentido que el Gobierno llame a los ciudadanos a cumplir rigurosamente las normas de bioseguridad para evitar la mayor propagación del Coronavirus -entre ellas probablemente la más importante es la del distanciamiento físico entre personas- y que a la vez las oficinas públicas del Estado Bolivia sean las primeras en incumplir esa exigencia al provocar largas colas de ciudadanos?

Al concluir la cuarentena rígida de las ciudades, las primeras oficinas en abrir la atención al público fueron las del Servicio General de Identificación Personal (Segip), el Servicio de Registro Civil (Sereci) y la Dirección General de Migración, entre otras.

Todas ellas tienen algo en común: en sus oficinas o en las afueras de sus instalaciones diariamente los ciudadanos hacen largas colas para recibir atención; pasan muchas horas allí de pie, en ocasiones desde horas de la madrugada, no guardan la distancia física recomendada entre unos y otros, y al estar allí demasiado tiempo la gente, sociable como es, se da a la charla y con eso se expone aún más al contagio del virus.

‘La gente no debe aglomerarse’, dicen las autoridades, pero en esas oficinas públicas se producen todos los días aglomeraciones ‘oficiales’, con la venia del Estado.  Eso se ve en estos días en las oficinas del Segip donde los ciudadanos acuden para renovar su cédula de identidad o su licencia de conducir, igual que en el Sereci y en Migración.

Las colas no solamente exponen a la población al contagio del Covid-19, sino que son un símbolo de Estados ineficientes del pasado, propios de los sistemas socialistas donde la gente hace esas formaciones hasta para recibir un kilo de azúcar, y no le hace bien a la imagen de ningún Gobierno pasar por el ejercicio del poder con indiferencia frente al sufrimiento de la gente que debe obligatoriamente ponerse en las incómodas filas.

El actual Gobierno ha demostrado, aunque a veces con retrasos, tener cierta sensibilidad a las demandas populares que se publican especialmente en redes sociales. ¿Por qué no convertir este tiempo de pandemia en la época en que por el cuidado de la salud, pero también por respeto a los pobladores a quienes se quiere dar mejores condiciones de vida, se digitaliza esos engorrosos trámites burocráticos?

Operaciones más sensibles, como grandes transacciones de dinero en la banca móvil o por internet, compras de productos en el comercio y tantas otras experiencias de este tiempo se hacen desde la comodidad del celular o la computadora.

Los burocráticos trámites para adquirir documentos o renovar cédulas de identidad, licencias de conducir, certificados de nacimiento, pasaportes y otros, pudieran hacerse online, sobre plataformas digitales y el usuario podría simplemente pasar a recoger el documento y más delante recibirlo en su domicilio.

En este tiempo, prácticamente todas las gestiones del sector privado se hacen de forma remota, por internet. Hasta los celosos trámites de renovación de visas para ingresar a Estados Unidos se hacen por internet y Courier, ya no hace falta acudir al famoso edificio de la Avenida Arce de La Paz.

Es que solo las oficinas públicas continúan en esa vieja lógica del pasado de hacerle más difícil la vida al ciudadano. ¿Y si este Gobierno se propone dar un giro radical a esa lamentable tradición y hacerle más fácil y agradable la vida a la gente? Que las autoridades imaginen que en el futuro se diga “Los trámites de documentos eran lo peor hasta que el gobierno de Jeanine Áñez lo volvió todo digital”. Quizá así se animen a hacer algo realmente revolucionario.

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