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18 de octubre de 2022, 6:00 AM
18 de octubre de 2022, 6:00 AM

Raúl Baldivia Únzaga


Para entender la emergencia energética resultante de la invasión a Ucrania, se la debe contextualizar.

En 2007 un consorcio de empresas rusas, europeas y americanas emprendió un proyecto para la construcción de un gasoducto que atravesaría el Mar Báltico desde Rusia hasta Alemania (off shore underwater pipeline) que se llamó Nord Stream (“NS I”).

En abril de 2008, durante una reunión de la OTAN a la que fue invitado Putin, éste advirtió sobre la expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia y que una admisión de Ucrania y Georgia en la alianza atlántica sería considerada una amenaza directa a su seguridad nacional.  Entre 1995 y 1998, expertos europeos y americanos (Mearsheimer, et al) ya advirtieron de la inestabilidad que ocasionaría dicha expansión.

El contrato para la construcción del NS I se firmó en junio de 2008 con conocimiento de los países por donde atravesaría (Finlandia, Suecia, Dinamarca, Alemania).

En agosto de 2008, Rusia apoyó militarmente a las regiones separatistas de Ossetia del Sur y Abjasia en Georgia, lo que debió alertar a la OTAN sobre la advertencia rusa de abril de ese año. A su vez, la empresa Nord Stream AG (“NSAG”) contrató los servicios del ex primer ministro finés, Paavo Lipponen, para hacer gestiones entre NSAG y el gobierno de Finlandia. (nótese la coincidencia de fechas entre la advertencia rusa, la firma del contrato NS I y la guerra en Georgia).

Luego de algunas objeciones al proyecto por autoridades danesas, finesas y suecas, enmiendas mediante, el tendido fue inaugurado con presencia de Angela Merkel y de Vladimir Putin en noviembre de 2011. Su capacidad de transporte asciende a 55000 millones de metros cúbicos de gas por año (MMmcg/año). Para una mejor idea de su dimensión, el contrato de compraventa de gas boliviano a Brasil representaba un volumen de casi 11000 MMmcg/año.

El Ministerio de Comercio de Finlandia hizo un estudio comparativo sobre el costo de oportunidad de construir el NS I en tierra firme, atravesando Polonia y Lituania, concluyendo que éste sería menos costoso en casi un 50%, con menor impacto ambiental y beneficio tarifario para los estados que servirían de paso. La idea quedó archivada.

A propósito, desde 2005 el entonces Canciller Alemán, Gerard Schröder, apoyó entusiastamente el NS I. Schröder, ya en la vida privada, fue miembro del Directorio de NSAG así como de las empresas rusas Rosneft y Gazprom.

En 2012 se propuso la ampliación al NS I, que se llamó NS II con la misma capacidad que el NS I.  Esta vez los cuestionamientos ambientales y geopolíticos aumentaron. Gazprom condicionó que el tendido sea paralelo al NS I y descartó cualquier construcción en tierra firme aunque esta última tuviera mayores beneficios. Finalmente, el NS II fue autorizado.

El actual presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, entonces Ministro de Merkel, apoyó el proyecto del NS II y además en 2016, bajo los acuerdos de Minsk, propuso elecciones para una posible autonomía en las regiones separatistas de Dunetsk y Lugansk. Su intención de visitar Ucrania al poco tiempo de la invasión rusa fue rechazada por Zelenski. Steinmeier reconoció su error de no creer que Putin fuera capaz de sacrificar la economía y política rusa por lo que calificó como su “locura imperial”.

En febrero de 2014, Rusia invadió Crimea y en marzo, luego de un referéndum desconocido por la mayoría de miembros de la ONU, se anexó la península. Europa vio inerte la anexión rusa de Crimea y aunque se impusieron algunas sanciones económicas, éstas no tuvieron mayor efecto en la estrategia geopolítica del Kremlin. Tiempo después Rusia subió el precio del millar de metros cúbicos de gas de $268 a $485 para luego suspender el suministro a Ucrania.

Las empresas estatales de gas de Rusia y Ucrania, Gazprom y NaftoGaz, respectivamente, presentaron demandas y contrademandas arbitrales en la Cámara de Comercio de Estocolmo tanto por la fórmula del precio del gas, el pago por el contrato take or pay, la prohibición de reexportación del gas y el pago de la tarifa de tránsito por territorio ucraniano, entre otros. En 2018, NaftoGaz ganó un arbitraje contra el alza unilateral del precio. Gazprom había negociado estas reducciones con compradores europeos amigablemente, lo que puso en evidencia el uso político del gas.

Desde mediados de 2014 a febrero de 2016, el precio internacional del barril de petróleo cayó de $US.105 a $US.29. El curso del precio del gas fue similar, de 4.7 USD/MMBtu en marzo 2014 a 1.8 USD/MMBtu en febrero 2016. Esta caída le permitía a Europa avizorar suministro de gas ruso continuo y, sobre todo, barato.

La construcción del NS II comenzó en 2015. La administración de Obama no se opuso abiertamente a ésta.

En febrero de 2018, Gazpromexport, que suministraba un tercio de la demanda europea de gas, volvió a presionar a Europa para superar objeciones al NS II y suscribir contratos firmes (de largo plazo).

La postura americana cambió substancialmente con la llegada de Trump al poder. El Congreso americano impuso sanciones a empresas que participaran en la construcción del NS II. Cartas de congresistas y de la diplomacia americana en Europa, advertían del elevado riesgo que representaba para la OTAN la dependencia europea del gas ruso.

En septiembre de 2018, ante la ONU, Trump advirtió que Alemania se convertiría en totalmente dependiente del suministro de gas ruso si no cambiaba curso inmediatamente. Sostenía que occidente debía mantener su independencia y no estar sometido a potencias extranjeras con aspiraciones expansionistas. Es icónica la imagen de los representantes alemanes sonriendo con sorna ante esas palabras. Europa veía esto como un intento estéril de sustituir el gas ruso por el LNG americano pero a mayor precio.

En suma, hubieron señales inequívocas de la intención de Putin de evitar que Ucrania forme parte de la OTAN y de tener bajo su control un enclave crítico para su a) seguridad nacional, b) estrategia expansionista y c) para el intercambio energético con Europa.

Días después de la invasión a Ucrania, el Canciller Olaf Scholz y Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, iniciaron una frenética búsqueda de fuentes alternativas de suministro. El precio del gas y del petróleo escaló estratosféricamente con el consiguiente impacto recesivo en la economía global. La mentada unidad europea fue puesta a prueba como nunca y por ahora se muestra feble. En fin, no se sopesó debidamente el uso geopolítico del gas ruso. Se sacrificó seguridad por precio y a qué costo.

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