20 de abril de 2022, 4:00 AM
20 de abril de 2022, 4:00 AM

En abril del año 2019, escribí un artículo cuyo título era realismo kafkiano, haciendo una mención específica en sentido de que en el realismo simbólico el maestro indiscutido es Franz Kafka, siendo su obra maestra El proceso. Julio Cortázar, analizando el realismo simbólico que es aquel que “un tema y un desarrollo que los lectores pueden aceptar como perfectamente real en la medida en que no se den cuenta, avanzando un poco más, que, por debajo de esa superficie estrictamente realista, se esconde otra cosa que también es la realidad, una realidad más profunda, más difícil de captar” al describir el libro El proceso de Franz Kafka en una de sus partes menciona textualmente que: “sabiendo que es simplemente la historia de un hombre a quién de golpe, sin darle explicaciones, lo acusan de un delito. Quienes lo acusan de un delito no le explican cual es y el personaje por supuesto no se siente culpable de ningún delito hasta que, en la medida que las acusaciones continúan y tiene que entrar en un interminable trámite burocrático que se cumple a lo largo de todo el libro, termina por aceptar que ha cometido un delito. Cuando en el último capítulo vienen a buscarlo, lo sacan, lo llevan a un lugar y lo ejecutan, acepta su destino sin protestar porque finalmente ha entrado en ese juego en que acusados y acusadores sin decir una palabra llevaban adelante una dialéctica implacable que se cumple desde la primera hasta la última página”.

El artículo citado se refería a que en ese tiempo al hecho concreto de que el ejecutivo que presentó la denuncia de los actos delictivos en el Fondo Indígena fue tomado preso, puesto en la cárcel y no pudo tener una defensa jurídica posible.

Ese realismo kafkiano  llegó a su culminación con la muerte de ese acusado después de haber soportado 259 procesos judiciales sobre el mismo tema y en los que tenía la exigencia legal de comparecer.

El hecho de que alguien tenga más de un proceso judicial sobre el mismo asunto ya se encuentra dentro del realismo kafkiano y, si además, llegamos a un inconcebible número de procesos, en este caso 259, ya supera el realismo kafkiano y nos muestra que el realismo boliviano ya no es ese realismo simbólico y quedamos amarrados en una incapacidad de poder reaccionar ante el embate ignorante y prepotente de quienes crean esas figuras literarias y las convierten en hechos reales respaldados en su situación de autoridad.

En el libro  el personaje a quien la autoridad lo aprehende sin explicación y finalmente lo ejecuta, es un personaje de ficción. En el caso que se menciona, los personajes son reales y las actitudes de las autoridades superan la ficción, destrozando la vida de quienes no se les permite defenderse para demostrar si son o no inocentes y no solo eso, el acusado tenía tantos procesos abiertos por la misma causa, haciendo que su defensa sea imposible de hacerla.

Lo grave es que estas situaciones son recurrentes en la vida de nuestro pobre país y sin horizonte alguno.          

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