Opinión

Un expresidente

7 de febrero de 2022, 4:00 AM
7 de febrero de 2022, 4:00 AM

Los expresidentes que tuvieron (o tienen todavía) vínculos con el narcotráfico no están libres de que el gobierno de Estados Unidos los requiera, o incluso ofrezca recompensas por ellos.

El senador norteamericano Bob Menendes ha pedido al gobierno de su país que revoque el visado al expresidente hondureño Juan Orlando Hernández (2014-2018), mostrando que existe una clara tendencia a endurecer la política de sanción a los políticos de la región vinculados con actividades ilegales.

El pedido de Menendes dice que el caso es similar al del exvicepresidente venezolano Tarek Al Alsami y del expresidente colombiano Ernesto Samper, que fueron sancionados por el gobierno de Estados Unidos por haber autorizado o tolerado que funcionarios bajo sus órdenes conspiren para llevar droga a territorio de Estados Unidos.

Se trata de exdignatarios sancionados por la ley Harrison, a cargo de la DEA, un organismo que ha vuelto ahora a mostrar la capacidad que tiene de actuar en la región, aunque todavía no ha aludido a ningún expresidente.

La DEA había tomado la hegemonía en la acción internacional de Estados Unidos en 1991, cuando la CIA quedó virtualmente sin oficio debido a que dos años antes había terminado la guerra fría, cuando cayó el Muro de Berlín y luego se desplomó la Unión Soviética.

Algunos políticos que durante la guerra fría habían gozado de los favores de la CIA y, bajo esa protección o complicidad, habían incurrido en acciones ilegales, como el narcotráfico, pasaron a ser el blanco de la DEA, la nueva diosa.

Quizá el único caso de un presidente en ejercicio que fue detenido por Estados Unidos, por acusación de narcotráfico, sea el del panameño Manuel Antonio Noriega, que fue capturado tras una invasión de Panamá por fuerzas especiales el 1 de enero de 1990. En 2009, fue enviado a Francia para que cumpla los diez años pendientes que tenía en su condena. Murió en un hospital panameño en mayo de 2017. Su pecado había sido haberse involucrado con el narcotráfico cuando gozaba de la amistad con la CIA. La nueva diosa no perdonaba a los amigos de la diosa desplazada.

Ahora, después de una larga siesta, la DEA ha vuelto a las andadas y muestra un arsenal inmenso de información que el periodismo apenas puede deglutir y que pone en figurillas a los funcionarios que estuvieron o están a cargo de regímenes vinculados con el narcotráfico.

En Bolivia, los nervios son explicables. Al fin y al cabo, hay varias figuras, desde expresidentes hasta exministros, directores, etcétera, pasando por los más torpes, los policías, que podrían terminar en Guantánamo.

 



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