Antonia Melo es una activista medioambiental que ya lleva tres décadas enfrentada a los taladores, una tarea peligrosa que ha cobrado vidas en el país vecino de Brasil

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30 de noviembre de 2015, 13:09 PM
30 de noviembre de 2015, 13:09 PM

De repente se encontró a un hombre armado en su jardín entre sus plantas y sus coloridas flores. Con una mirada de loco, le apuntó directamente a la cara con una pistola. Su mensaje fue breve: “detenga estas acciones o la mataré”. Y luego se marchó.

La vida de la activista medioambiental brasileña Antonia Melo, de 66 años, ha estado dominada por el peligro durante años. Como presidenta de la organización Xingu Vivo para Sempre (El Xingu vivo por siempre), es el rostro de la lucha contra la presa Belo Monte, la tercera presa hidroeléctrica más grande que se está construyendo en el corazón del Amazonas. Recibe cartas de amenaza, su nombre está en una lista de objetivos y se encuentra bajo vigilancia.

Persecución de activistas en Brasil 

Brasil es un país mortal para activistas medioambientales como Melo: en ningún otro lugar del mundo se ha asesinado a tantos activistas. Según la organización internacional anticorrupción y en defensa de los derechos humanos Global Witness, en los últimos 25 años se ha asesinado a 1.500 activistas en Brasil y otros 2.000 han sido amenazados de muerte. La mayoría de asesinatos se producen en el Estado de Pará, en el Amazonas.

“Es una lucha extrema. El capital contra la naturaleza y los derechos humanos”, explica Melo, que lleva 30 años de su vida dedicados a la protección de la selva. “Tenemos por un lado a los grandes propietarios de tierras que quieren explotar y asolar la selva y a las grandes empresas de la industria, como el consorcio que está construyendo la megapresa. Y luego estamos nosotros, los activistas que protegemos la naturaleza, el planeta y los derechos de los pequeños agricultores y de las poblaciones indígenas”.

Contempla el río Xingu que fluye junto a Altamira, una ciudad con 130.000 habitantes. Este río es un afluente del Amazonas y constituye una importante fuente de subsistencia para decenas de miles de tribus indígenas a lo largo del río. También es esencial para los millares de plantas y especies de árboles únicos que cubren sus 400 islas.

La sede central hidroeléctrica o el Monstruo

Norte Energia, un consorcio de diez empresas públicas y privadas, está construyendo la sede central hidroeléctrica a media hora por carretera de Altamira. Este megaproyecto, que incluye una presa y kilómetros de canales, según el Gobierno es fundamental para abordar el problema de la escasez energética crónica. Belo Monte podrá generar 11.000 megavatios, la energía suficiente para 23 millones de hogares y el 30% de la industria brasileña.

El Monstruo”, como lo llama Melo, es el proyecto industrial de mayor amplitud en Brasil en este momento e implica una enorme invasión de la selva amazónica. “Se destruirán 40.000 hectáreas de selva bajo el agua. Grandes extensiones del río se secarán. Perturbará totalmente la biodiversidad”, afirma Melo. Mira fijamente el agua, inhala el aire y empieza a toser.

“De nuevo, ese olor putrefacto. ¿Lo nota? Son peces muertos. Río arriba hay cientos de peces muertos en el agua. Los pescadores no pueden sobrevivir así. Las poblaciones indígenas tienen grandes dificultades, porque la parte del río donde viven se ha secado”.

Hace un mes, derribaron la casa de Antonia Melo y las de otros cientos de personas para crear espacio para un canal, parte de la planta hidroeléctrica. Para ella, lo más duro fue dejar su jardín, donde el intruso armado la amenazó.

De los 500.000 habitantes a los que se ha obligado a abandonar sus hogares, se reubicaron a unos 200.000. “Nos prometieron una nueva casa de piedra cerca del centro. Pero nos relegaron a los suburbios, lejos de los servicios necesarios. A las tribus indígenas que siempre han vivido en los pueblos junto al río, de repente las han trasladado a pequeños apartamentos de mala calidad. El alcoholismo ha aumentado”, cuenta Melo con rabia. Rechazó la casa que le ofrecieron. “Quiero que Norte Energia me dé dinero como compensación. Yo no elegí dejar mi casa y lo que me dieron no tiene comparación”.

El año pasado quedó claro que es una amenaza para el consorcio. En su organización descubrieron a un espía. El hombre pasó meses infiltrado y trabajando junto a Melo, que ha perdido a muchos amigos en la lucha.

Su buena amiga Dorothy Stang, una activista medioambiental estadounidense, fue asesinada en 2005 por unos sicarios tras incontables amenazas de muerte.

Chico Mendes, un activista y líder sindical, fue asesinado en 1988 por orden de unos terratenientes. Su muerte llamó la atención de todo el mundo. Pero todo esto no la asusta.

Seguiré con esta lucha. Tiene una finalidad mucho mayor que mi propia existencia. Concretamente, que el planeta siga existiendo”.

Pero su lucha también ha dado frutos. La construcción de la presa hidroeléctrica Belo Monte parecía ya un acuerdo cerrado. Durante cuatro años 20.000 personas han estado trabajado en la sede central, cuya puesta en funcionamiento está prevista para 2019. Aún así, Ibama, la autoridad medioambiental brasileña, ha optado por aplazar la licencia de funcionamiento.

Norte Energia primero debe responder a las alegaciones sobre las amenazas al medio ambiente y los derechos humanos. Se ríe y comenta “es como un triunfo, aunque las posibilidades de que toda la construcción se detenga son mínimas. Llevamos años esperando que lo que ha sucedido aquí se reconozca como una destrucción ilegal”.