Las selvas son muy sensibles a los cambios de regímenes lluviosos en largos periodos, pues la falta de agua mata a los árboles

5 de octubre de 2020, 15:15 PM
5 de octubre de 2020, 15:15 PM

Hasta el 40% de la selva amazónica puede transformarse en sabana antes del fin del siglo, por la falta de lluvias causada por las emisiones de gas con efecto invernadero, según indica un estudio aparecido el lunes.

Las selvas son muy sensibles a los cambios de regímenes lluviosos en largos periodos, pues la falta de agua mata a los árboles.

El fenómeno tiene consecuencias, con la pérdida de los ecosistemas tropicales y una capacidad menor para absorber las emisiones de gas con efecto invernadero de origen humano.

Un equipo de científicos europeos utilizó los últimos datos atmosféricos disponibles para simular la reacción de las selvas húmedas al cambio de régimen de lluvias. Y en especial simular las consecuencias de la continuación del uso de combustibles fósiles hasta el final del siglo. 

Calcularon que las lluvias en la Amazonia son ya tan bajas que hasta el 40% de su selva podría transformarse en sistema de praderas, según el estudio del Stockholm Resilience Centre, aparecido en Nature Communications.

Su autora principal, Arie Staal, subraya que las selvas húmedas crean normalmente sus propias precipitaciones por evaporación, beneficiando el crecimiento de los árboles.

Pero lo contrario también es verdad. Cuando las lluvias escasean, la selva desaparece. "Cuando la selva disminuye, hay menos lluvias, lo que causa sequía, más incendios y pérdida de árboles: es un círculo vicioso", según ella.

El estudio se inclinó por analizar la resistencia de las selvas tropicales húmedas en escenarios extremos.

En uno de esos casos, los investigadores concluyeron que si desparecen brutalmente, las selvas húmedas tendrían mucha dificultad para reconstruirse.

Además de la cuenca amazónica, el estudio establece que la cuenca del Congo también puede transformarse en sabana. 

"Comprendemos ahora que las selvas húmedas en todos los continentes son muy sensibles a los cambios globales y pueden rápidamente perder su capacidad de adaptación", según Ingo Fetzer, del Stockholm Resilience Centre. 

"Si desaparecen, su restauración al estado original tomaría décadas", dijo.