Desde este país indicaron que se debe acelerar el incremento de su producción de granos, impulsada por el alza de precios internacionales.

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22 de junio de 2021, 13:50 PM
22 de junio de 2021, 13:50 PM

Artículo cedido por IPS Noticias

La pandemia de covid no interrumpió el crecimiento de la agricultura en Brasil, que debe acelerarse el próximo año, impulsado por los buenos precios internacionales, pese a los reproches ambientales y sociales que sufre la actividad dentro y fuera del país.

La producción de granos en el actual año agrícola, que termina en agosto, debe aumentar 3,3 por ciento en comparación con el período anterior y alcanzar 262 millones de toneladas, estima la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab) del Ministerio de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento.

El próximo año debe registrar una expansión aún mayor, según la ministra de Agricultura, Tereza Cristina Dias. “Podemos alcanzar 300 millones de toneladas, aunque sea muy difícil”, dijo en una rueda de prensa virtual con corresponsales extranjeros.

Brasil ya es el cuarto mayor productor de granos en el mundo, detrás de Estados Unidos, China e India, pero se destaca por la gran exportación, dado que produce más excedentes, al tener la menor población entre los cuatro.

La imagen ambiental es “un gran desafío” de la agricultura brasileña en el mercado internacional, reconocieron la ministra y seis líderes empresariales que la acompañaron en el encuentro con los corresponsales internacionales, entre ellos de IPS.

La deforestación, especialmente en la Amazonia, y el exceso de agroquímicos son los pecados que amenazan sus exportaciones. Estarían trabando, por ejemplo, el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, negociado hace 20 años. 

“Falsas informaciones de agentes externos”, según el presidente de la Confederación Nacional del Comercio, José Roberto Tadros, y distorsiones de la prensa internacional, según el presidente de la Sociedad Nacional de la Agricultura, Antonio Alvarenga, contribuyen a ese escollo.

Brasil es el campeón en el desarrollo de la agricultura tropical, coincidieron varios ponentes en su esfuerzo por contrarrestar o por lo menos matizar las críticas ambientales internas y externas.

Es lo que permitió al país incrementar la producción de granos en 425 por ciento en los últimos 50 años, mientras su área sembrada se expandió solo 43 por ciento, destacó la ministra. Brasil era importador neto de alimentos hace cinco décadas, recordó Dias.

De los 67 millones de hectáreas sembradas actualmente, en cerca de 20 millones se hace dos cosechas al año, un factor que explica en gran aumento de la productividad y la posibilidad de ampliar la producción sin ocupar tierras vírgenes, acotó por videoconferencia desde Brasilia.

“Agricultura tropical es una tecnología de la sustentabilidad”, sostuvo João Henrique Hummel, director ejecutivo del Instituto Pensar Agropecuaria. En algunas haciendas se logra incluso una tercera cosecha al año, la soja tiene más proteína y los árboles crecen en la mitad del tiempo que en países temperados, arguyó.

La ministra mencionó varios programas gubernamentales que buscan impulsar una agricultura de bajo carbono, es decir reducir la emisión de gases del efecto invernadero, y de diversificar la producción y la exportación agrícola de Brasil.

El gran crecimiento brasileño en realidad se concentró en pocos productos de exportación. De cosechas marginales hace 40 años en el país, la soja se convirtió en el principal rubro de producción y exportación nacional.

En 2020 la cosecha estimada es de 135,8 millones de toneladas, 8,8 por ciento más grande que la del año pasado, según la Conab. Brasil ya superó a Estados Unidos hace algunos años como primer productor mundial de la oleaginosa.

La “segunda cosecha” en tierras dedicadas a soja, en general maíz o algodón, también se destinan actualmente en gran parte a la exportación.

“Una producción cada día más sustentable, con rastreo tanto del ganado como de granos”, para asegurar que no se está exportando productos de la deforestación, es el objetivo de varios programas del Ministerio de Agricultura, aseguró su titular.

“Alimentamos 212 millones de brasileños y exportamos para 200 países”, destacó.

La carne de vacuno es el principal factor de la deforestación amazónica, según ambientalistas. Campañas para reducción de su consumo o rechazo de la carne brasileña en el exterior exigen gran esfuerzo de las autoridades y las empresas brasileñas para probar que sus productos son ambientalmente sanos.

El rastreo del ganado y un programa de regularización de las propiedades de tierra, un sector precario en Brasil, son medidas que intentan mejorar el control ambiental, dijo la ministra.

Dias admitió que la pequeña agricultura, denominada “familiar” en Brasil, fue muy afectada por la pandemia de covid-19.

El gobierno de Jair Bolsonaro reconoció la actividad como esencial y como tal autorizada a operar durante la crisis sanitaria y recibir algunos estímulos especiales. Una ayuda de emergencia de 1000 millones de reales (200 millones de dólares) de recursos oficiales mitigó los daños, observó. Y los recursos para el crédito aumentarán en el próximo año.

Críticas al sociales y ambientales modelo​

João Pedro Stédile, uno de los fundadores y coordinadores nacionales del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST), quien denuncia que el actual gobierno redujo los programas para los pequeños agricultores y los trabajadores rurales, mientras concentra su apoyo en el agronegocio. 

Pero el sector se queja de que algunas políticas públicas, como el de Programa de Adquisición de Alimentos (PAA) -de compras oficiales para entes asistenciales o de combate al hambre y la pobreza- y el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE), sufrieron recortes en sus presupuestos o funcionaron precariamente.​ 

“La agricultura familiar, que produce alimentos para el mercado interno y representa cinco millones de productores, está totalmente excluido del gobierno”, acusó João Pedro Stédile, uno de los fundadores y coordinadores del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, en un diálogo con IPS posterior al encuentro virtual con Dias.

​“Todas las políticas públicas de gobiernos anteriores, como la reforma agraria, el PAA, el PNAE, la asistencia técnica y los programas de acceso a universidades y a la vivienda rural, fueron reducidos o suprimidos”, detalló.

El gobierno del ultraderechista Bolsonaro representa los grandes terratenientes improductivos, “que se apoderan de tierras públicas, agua, bosques y biodiversidad, y explotan la minería” y el “agronegocio que se dice moderno y que solo produce cinco productos para la exportación: soja, maíz, caña, algodón y carne”, opinó.

Este segundo grupo, concluyó Stédile, acapara 80 por ciento del crédito destinado a la agricultura, lo que hace de Brasil “el segundo mayor consumidor de venenos agrícolas del mundo, cinco litros por hectárea”, y busca aumentar sus exportaciones a Europa por medio del acuerdo comercial entre Mercado Común del Sur y Unión Europea, para depender menos de China que absorbe hoy 60 por ciento de sus exportaciones.

El crecimiento de la producción agrícola no evitó que el hambre creciera en los últimos años. Brasil volvió al mapa del hambre en 2018, cuatro años después de dejar esa condición, según evaluación de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

La pandemia agravó ese duro cuadro de regresión.

Pero es la deforestación amazónica la que provoca el mayor impacto internacional y la que en mayor medida ensombrece la agricultura brasileña.

La ministra buscó matizar el tema, aclarando que en Brasil hay una “Amazonia Legal”, una región definida por razones administrativas y fiscales, pero que es más amplia que el bioma amazónico.

El 85 por ciento de los granos en Brasil se produce en las regiones Centro-Oeste, Sur y Sureste, a muchos kilómetros del bioma”, destacó. De hecho, la mayor parte de la soja se siembra en el Cerrado, la sabana que ocupa una amplia área central del país.

La expansión de esa agricultura se hace en tierras de pastizales degradados, antes ocupadas por el ganado vacuno, insistió.

Pero la identidad del agronegocio, aunque moderno y hoy más volcado al aumento de la productividad, no se aparta de las actividades más dañinas ambientalmente. El ganado vacuno es el principal factor de la deforestación de la Amazonia, que hoy concentra gran parte de los 217 millones de animales en Brasil.

Otro gran factor es la búsqueda de enriquecimiento por apropiación de tierras públicas en la región. Deforestar es una forma de apoderarse ilegalmente de áreas que más tarde podrán ser legalizadas por alguna de las vías irregulares aún corrientes en Brasil.