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Los Bolivianos en Argentina temen otro ‘corralito’

Impactados por el incremento de precios de los productos y servicios, por la caída en el envío de remesas, con miedo a repetir los efectos del corralito bancario del 2001, algunos con las maletas hechas para volver y otros seguros de quedarse

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1 de septiembre de 2018, 16:00 PM
1 de septiembre de 2018, 16:00 PM

A las 9 de la mañana del jueves 29 de agosto, Miguel Ángel Huanca, locutor de radio Líder de Villa Celina, en el municipio de La Matanza en Buenos Aires, depositó para su familia de Montero, en Bolivia, 3.600 pesos, equivalentes a 100 dólares. Tres horas después, ese mismo monto en dólares se había incrementado en mil pesos, es decir 4.600.

Lo que pasó es que entre la mañana y el mediodía de ese jueves 29, Argentina vivió una histórica megadevaluación de su moneda, que en menos de cinco horas se depreció en cerca del 14%, para pasar de 33 a 42 pesos por cada dólar. Esto estremeció a los más de 40 millones de habitantes de este país y, desde luego, entre ellos a la comunidad boliviana, que supera el millón de personas.

El fantasma del corralito

Villa Celina, ubicada al oeste del conurbano bonaerense, es conocida por ser prácticamente un enclave boliviano. De hecho, de los más de 100.000 habitantes, el 60% es de origen boliviano.

La principal actividad de las y los bolivianos en estas calles aún de tierra, casas de ladrillos y hasta cholets, esa colorida arquitectura nacida en El Alto, es la comercial. A cada paso uno se tropieza con tiendas de abarrote, donde se puede comprar desde chuño hasta papa boliviana, restaurantes, karaokes, librerías y peluquerías, además de radios y hasta un canal de televisión.

Una de estas comerciantes es Seferina Taboada, que llegó de Santa Cruz hace 13 años para convertirse en un referente en la venta de empanada de charque o carne seca. Hasta el miércoles, por cada empanada cobraba 20 pesos argentinos, alrededor de 6 bolivianos con el cambio de ese día. El jueves cada empanada costaba el equivalente a 4 bolivianos, pero los insumos con los que las elaboran subieron de precio.

Algo similar sufre doña Mary Chuca, que llegó desde La Paz hace más de 20 años y que ahora administra un pequeño restaurante donde entran cinco mesas de cuatro sillas, un refrigerador para gaseosas y una rocola. Para abastecer su cocina, hasta la semana pasada invertía 3.000 pesos argentinos en la compra de productos en un mercado mayorista cercano, es decir, alrededor de 100 dólares. Esta semana, requiere dos mil pesos más para comprar los mismos productos.

Al igual que muchos de los bolivianos que viven en Buenos Aires, doña Mary fue afectada por el llamado Corralito o inmovilización de los ahorros en el sistema bancario, que vivió Argentina el 2001. Ella lo sufrió por doble partida porque, además de los dos hijos que tenía, dio a luz a mellizas, que para alimentarlas debió hacer cosas impensadas, como volver al tradicional trueque. “Trabajaba como costurera y tuve que salir a la calle a cambiar mis productos por arroz y leche. Me da miedo volver a esos tiempos porque se vienen los saqueos”, alerta.

¿Volver al país?

Precisamente, rumores de saqueo fueron los que se escucharon la noche del jueves, con mensajes que circularon por los grupos de WhastApp y que intentaron ser desmentidos en los programas de radio matinales de la comunidad boliviana.

A pesar de ello, el miedo está instalado y los dueños de los negocios en Celina saben que deben estar alerta.

En el corralito del 2001, “cada vez que escuchábamos saqueo, cerrábamos las cortinas de los negocios. La pasamos mal y creo que esto puede volver”, dice Eloy, dueño de Paso Texas, uno de los locales más grandes de Celina, donde vende comida y bebida con grupos de música cumbia en vivo.

Él llegó a la Argentina el 2000, un año antes del corralito, al que enfrentó con una pequeña verdulería, que hoy ha crecido y se ha multiplicado en una casa, un local y un auto propios. Por todo ello, a pesar de la crisis, Eloy no piensa volver a Bolivia, aunque sabe de gente que ya lo está haciendo. “Eso sí, enviar dinero ahora está muy difícil”, dice.

Ratifica esta percepción Federico, dueño de la agencia de viajes Cambita Tours, que además funciona como una oficina para el envío de remesas. Ante la incertidumbre del precio del dólar, Federico fue testigo de la caída en el envío de dinero a Bolivia, pero también del miedo a repetir crisis pasadas. “Yo era una persona que confiaba mucho en los bancos, luego del corralito, prefiero guardar el dinero debajo del colchón”, dice.

Así también piensa Graciela, que vive de su trabajo como fotógrafa de eventos sociales y administradora de una peluquería. A ella, además del dólar y la inflación, cuyos niveles ubican a Argentina entre los primeros cinco países con mayor aceleración de precios, le preocupa el incremento de los servicios. Hace algunos meses ella pagaba por la luz entre 100 y 300 pesos, hoy ese monto subió hasta los 7.000. Al igual que muchos, Graciela no ha considerado por el momento volver al país, entre otras cosas, porque confía en que, una vez más, Argentina saldrá adelante. “Lo lindo de este país es que, a pesar de haber tantas cosas, siempre salimos. Para mí este país es bendito”.

Hay que reinventarse

Lucio Choquehuanca es gerente propietario de Salteñas El Conejo, una pyme gastronómica boliviana que tiene 6 sucursales en capital y provincia de Buenos Aires. Él fundó su empresa en plena crisis del 2001. En ese entonces tenía un taller textil y no ganaba ni para pagar su alquiler. Así comenzó su historia, “reinventándose”.

Este empresario paceño, en conversación con EL DEBER, sostiene que la clave para transitar esta crisis actual en su sector es reinventarse diversificando productos sin aumentar los costos. Por ejemplo, esta semana lanza al mercado sus jawitas (empanadas yungueñas de queso). Él lo explica así: sí incrementamos el precio por el dólar, ahuyentaríamos clientes, no llegaríamos a fin de mes. Nuestra meta por ahora es mantenernos sin cerrar ninguno de nuestros locales.

Por la crisis, Salteñas El Conejo solo mantiene al personal antiguo. “No es fácil encontrar en el mercado laboral argentino trabajadores con las características que necesita nuestra empresa, y en caso de despedirlos, pagar la indemnización sería muy costosa”, dice.

El agro, también afectado

Uno de los sectores que ha sido directamente afectado por la devaluación en Argentina es el agropecuario, donde la comunidad boliviana tiene una presencia determinante. Esto es porque las semillas y todos los insumos se comercializan en dólares.

A ello se suman los incrementos en los servicios, en especial energía eléctrica, que es requerida para el uso de bombas de irrigación, y de los alquileres de la tierra.

“Hay familias que han recibido facturas de 30 mil pesos (750 dólares), cuando antes de las subas se pagaba 3 mil pesos (75 dólares)”, dice el chuquisaqueño Elías Amador, presidente de la Unión de Trabajadores de la Tierra de La Plata, que agrupa a los pequeños horticultores de esta región, la mayoría de origen boliviano.

Esta organización fue protagonista hace algunas semanas del Verdurazo, una jornada en la que los agricultores regalaron sus productos en el centro de la ciudad de Buenos Aires, en demanda de la reposición de la gratuidad del monotributo social agropecuario, afectado por el ajuste fiscal.

Bolivianos se agolpan en un minimercado para preguntar por precios

El sector textil es uno de los más golpeados por la crisis; los bolivianos esperan no perder trabajos

El sector textil en Argentina es uno de los más castigados por la apertura de ropa importada. La comunidad boliviana es una parte importante de la mano de obra de la confección y en esta última década también lo es en la comercialización con sus marcas propias.

Es el caso de Altura, de Reina Cachi y de Jhonny Cazorla, una pareja de orureños.

En diálogo con EL DEBER, Cazorla cuenta que por el aumento del dólar hay incertidumbre en el sector porque sus insumos tienen costo en dólares, por lo tanto, se fabrica y se vende menos.

Este emprendedor textil, que además es dirigente de la Federación de Conjuntos Folclóricos Bolivianos en Argentina, señala que hasta hace un par de años se fabricaban 300 prendas diarias y hoy solo se hacen 50, por la incertidumbre.

Por la crisis también han disminuido sus ventas en relación con el año pasado, cuando vendía 100 prendas por día y hoy solo 30.

El sector textil sufre fuertes presiones por las denuncias de explotación laboral y bajos salarios.

Varios de los comerciantes consultados para este informe reconocieron que la situación se ha deteriorado por lo que están viendo alternativas para mejorar las ofertas o ver otras alternativas de negocio en medio de una creciente recesión.

Las ofertas de los bolivianos se ven afectadas por la crisis argentina