Los israelíes votan este martes por cuarta vez en dos años en otro intento por desbloquear una crisis política interminable. La reactivación plena de la economía y el retorno a la normalidad después de un año de pandemia, es la gran baza que Netanyahu esgrime ante las urnas

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23 de marzo de 2021, 20:30 PM
23 de marzo de 2021, 20:30 PM

rfi.fr/elmundo.es/AFP

'Volvemos a la vida' es el eslogan de campaña de un Benjamín Netanyahu que ha intentado hacer suyo el éxito de la vacunación masiva en Israel para ganar las elecciones. 

En los carteles se puede ver al primer ministro con los brazos en alto, como si celebrara un gol, pero en muchos de ellos su cara está tapada con un rectángulo rojo colocado por sus detractores con la cifra 6.000, en alusión a las víctimas que deja la pandemia hasta ahora en el Estado judío. 

Los israelíes acuden a las urnas este martes por cuarta vez en menos de dos años y la cita electoral se convierte una vez más en un plebiscito en torno a la figura de un primer ministro que, según las encuestas y pese a los escándalos de corrupción, repetirá victoria al frente del Likud, pero volverá a tener complicado sumar los 61 escaños necesarios en la cámara para formar coalición.

Netanyahu condujo durante las últimas semanas una campaña electoral centrada en el éxito de la campaña de vacunación que, prácticamente, ya sacó a Israel de la pandemia, mientras que su atomizada oposición no logró ponerse de acuerdo en un candidato para reemplazarlo.

El levantamiento de las restricciones y la vuelta a una relativa normalidad gracias a la inmunización de más de cuatro millones de ciudadanos han marcado la campaña.

La última alianza se hizo en abril entre Netanyahu y el líder de la coalición Azul y Blanco, Benny Gantz, pero apenas duró siete meses. 

Se juntaron con el objetivo de hacer frente a la pandemia, pero las disputas personales fueron continuas desde el primer instante y las diferencias en torno a los presupuestos desencadenaron la ruptura definitiva de una coalición que, entre otros puntos, recogía una jefatura de gobierno rotatoria entre Gantz y Netanyahu.

Esta alianza le costará muy cara a Gantz, ya que, según las encuestas, Azul y Blanco pasará de ser la formación más votada de Israel con más de un millón de votos a casi desaparecer. 

En esta ocasión, los sondeos apuntan a una fuerte subida del centrista Yesh Atid, del experiodista Yair Lapid, y la entrada en escena de Tikva Jadasha (Nueva Esperanza), la nueva formación del desertor del Likud y exministro de Interior, Gideon Saar, y Yamina, partido del líder colono Naftali Bennet.

También los ultranacionalistas religiosos radicales de HaTzionut HaDatit, liderados por Bezalel Smotrich, podrían superar esta vez el límite necesario para entrar en el parlamento.

Los partidos pequeños volverán a ser claves para llegar a los 61 escaños y analistas como Yossi Verter alertan en las páginas del diario Haaretz de que "estamos ante unas elecciones donde está en juego el alma de Israel. Una victoria del bloque de Netanyahu supondría la formación de uno de los gobiernos más extremistas, ultranacionalista, racista y rabiosamente religioso de la historia".