El sufrimiento físico y mental acompaña a los que están en los lugares que son bombardeados. Han perdido sus hogares y a sus familias. Ancianos y niños son los más vulnerables en la guerra

18 de abril de 2022, 4:00 AM
18 de abril de 2022, 4:00 AM


Aturdida en plena calle, Svitlana Peleligina observa los restos de su edificio de apartamentos destruido por la última salva de bombardeos en Járkov, la segunda ciudad de Ucrania.

“Toda la casa retumbó y tembló”, dijo el domingo a la AFP esta mujer de 71 años. “Aquí todo empezó a arder”.
Llamé a los bomberos. Dijeron: ‘Estamos en camino, pero también nos están bombardeando’”, recuerda. 

Según las autoridades, cinco personas murieron y 13 resultaron heridas en los últimos bombardeos en Járkov, a solo 21 kilómetros de la frontera con Rusia. 

Desde que el presidente ruso Vladimir Putin suspendió su ofensiva en el norte de Ucrania para tomar Kiev, sus esfuerzos militares se centran ahora en el este del país.
Járkov es uno de los puntos estratégicos que ahora está siendo bombardeado casi a diario por las tropas rusas. 

“¿Sabe cuando un perro oye un ‘bum’ y todo su cuerpo se pone a temblar aunque el ruido esté lejos? Ahora estoy así”, dijo Zinaida Nestrizhenko, de 69 años, acurrucada junto a una carretera con su gato, que logró rescatar de su casa.

“Todo, cada parte de mí está temblando”, aseguró.
El domingo periodistas de la AFP en el lugar escucharon dos ráfagas de bombardeos y luego vieron cinco incendios diferentes en bloques de apartamentos con comercios en la planta baja, en lo que había sido un apacible distrito del centro de la ciudad.

Todos los edificios gubernamentales de los alrededores quedaron destruidos por anteriores ataques aéreos rusos contra la ciudad asediada, en la que vivían 1,4 millones de personas antes de la guerra.

Están heridos
“El 21 de marzo, salí de mi casa para fumar. Cayó un proyectil. Perdí mi brazo”. Vladimir Lignov, de 71 años, que encarna el trágico destino de los ancianos ucranianos, víctimas invisibles de la guerra que asola su país.

El hombre, un antiguo conductor de tren, camina lentamente en el pasillo de un centro de acogida en Dnipró, una ciudad del centro de Ucrania que se convirtió en uno de los principales centros humanitarios del país. 

La manga izquierda de su suéter gris está doblada a la altura de la axila. Le cuesta explicar lo que le ocurrió. No sabe de qué guerra es víctima, ni quién lanzó el proyectil en Avdiivka, un polo industrial de la región de Donetsk que Moscú ha convertido en una de sus prioridades. 

 “No entiendo lo que está pasando. En una semana necesito cambiar mi venda en el hospital de Myrnohrad (en plena zona de conflicto, donde fue amputado). Pero me dicen que tengo que irme en tres días”, repite una vez tras otra. “Tal vez sea mejor ir al cementerio. No quiero seguir viviendo”, dice.

“Lo más difícil, son los que pasaron mucho tiempo en sótanos”, explica Olga Volkova, la directora del centro, donde han llegado 84 jubilados. 

Por otra parte, Denys Shmygal, el primer ministro ucraniano, aseguró que no se rendirán en Mariúpol. “La ciudad no ha caído. Nuestras fuerzas militares, nuestros soldados todavía están allí. Lucharán hasta el final” dijo en una entrevista con la cadena ABC.
Las declaraciones del primer ministro se producen poco después de que expirara el ultimátum de Moscú, que pidió a los últimos soldados ucranianos atrincherados en un complejo metalúrgico de Mariúpol a dejar el lugar.