El jefe de Estado bielorruso sostuvo que las manifestaciones ponían en peligro la unión entre Rusia y su país

15 de agosto de 2020, 10:52 AM
15 de agosto de 2020, 10:52 AM

Rusia aseguró este sábado "confiar" en una rápida salida de la crisis en Bielorrusia, país donde el presidente Alexandre Lukashenko, aliado del Kremlim, hace frente a crecientes protestas contra su reelección.

"Las dos partes expresaron su confianza en una próxima solución de sus problemas actuales" en Bielorrusia, indicó la presidencia rusa en un comunicado, tras un diálogo telefónico entre Vladimir Putin y Lukashenko.

Para el Kremlin, "lo más importante es que estos problemas no beneficien a fuerzas destructivas que buscan socavar la colaboración mutuamente beneficiosa" entre Rusia y Bielorrusia, una alianza entre estas dos ex repúblicas soviéticas.

El diálogo confirmó la orientación hacia "un fortalecimiento de estas relaciones de unión que se corresponden con los intereses esenciales de dos pueblos hermanos que son Rusia y Bielorrusia", agregó el Kremlin.

Horas antes, el presidente Lukashenko había anunciado en una reunión su intención de conversar con Vladimir Putin sobre la "amenaza" que pesa, según él, sobre su país y "toda la región".

El jefe de Estado bielorruso sostuvo que las manifestaciones ponían en peligro la unión entre Rusia y Bielorrusia.

Según Lukashenko, su país se enfrenta a una "revolución de color" -el nombre otorgado por el Kremlin a varios movimientos populares, apoyados según él desde el exterior, que produjeron cambios en el poder en los países de la ex URSS en los últimos 20 años- con "elementos de interferencia extranjera". 

Desde el domingo, decenas de miles de manifestantes han desafiado la reelección de Lukashenko, denunciando fraudes masivos y la violenta represión por parte de las autoridades.

Desde hace dos días, las autoridades muestran signos de retroceso y el mismo presidente inclusive llamó a una "cierta moderación"

Las autoridades bielorrusas recibieron el apoyo de Moscú, que denunció tentativas de "injerencia extranjera" con el objetivo de desestabilizar Bielorrusia, un aliado histórico de Rusia pese a las tensiones recurrentes entre los dos países en los últimos años.

El jefe de Estado bielorruso había acusado al gobierno ruso de querer reducir a su país al estado de vasallo y de interferir en las elecciones del pasado 9 de agosto.