La excepcional ola de incendios que arrasan desde la Amazonía, al norte, hasta el sur del enorme país latinoamericano desde hace semanas, en su mayoría de origen criminal según las autoridades, se ven favorecidos por una sequía histórica, que los expertos atribuyen al cambio climático.

16 de septiembre de 2024, 8:30 AM
16 de septiembre de 2024, 8:30 AM


Marcos Meloni recuerda vívidamente el día de finales de agosto cuando combatía las llamas que amenazaban con acabar su siembra de caña de azúcar, en el sureste de Brasil.

"Cuanto estábamos luchando contra el incendio, el plástico del espejo retrovisor del camión cisterna se arrugó" por los efectos del intenso calor, dice a la AFP este agricultor de Barrinha, a 340 kilómetros de Sao Paulo, en el centro de una importante zona agrícola.

"Pensé que no iba a vivir para contarla", afirma.

La excepcional ola de incendios que arrasan desde la Amazonía, al norte, hasta el sur del enorme país latinoamericano desde hace semanas, en su mayoría de origen criminal según las autoridades, se ven favorecidos por una sequía histórica, que los expertos atribuyen al cambio climático.

El resultado es que las cosechas de caña de azúcar, café, naranjas y soja, de los que el gigante agrícola es el primer productor y exportador mundial, están en riesgo de verse afectadas. Más aún cuando las lluvias esperadas en octubre podrían ser, dependiendo de las regiones, inferiores al promedio.

En todo el estado de Sao Paulo, al menos 231.830 hectáreas de caña -de las cuatro millones que emplea la principal región productora de azúcar del país- fueron alcanzadas en magnitudes diversas por los fuegos, según la Unión industrial de caña de azúcar (Unica). Y la mitad debe todavía ser cosechada en los próximos meses.

"Donde la caña de azúcar quedó de pie, prevemos que la productividad caerá a la mitad", apunta José Guilherme Nogueira, director de la Organización de asociaciones de productores de caña de Brasil (Orplana).

Meloni ya había terminado su cosecha pero sufrió daños importantes. "Se quemó donde había brotes, que no estaban saliendo debido a la escasez de agua. Ahora estamos esperando para ver dónde tendremos que volver a sembrar".

- "Abrir los ojos" -

En Minas Gerais (sureste), estado responsable por 70% del café arábica brasileño, los caficultores esperan también la llegada de las lluvias, necesarias para el florecimiento de los arbustos y la formación de los granos de café que serán cosechados el año próximo.

"Falta agua en los suelos; es el peor déficit hídrico en 40 años", lamenta José Marcos Magalhaes, presidente de Minasul, la segunda mayor cooperativa del país. Hasta el fin de septiembre, "tiene que haber lluvia de buena intensidad para que haya esperanza de una cosecha normal en 2025", dice.

Ya la zafra 2023-2024, a punto de acabar, se vio perturbada por las condiciones climáticas adversas recientes.

La Compañía nacional de abastecimiento (Conab), un ente público, anticipaba en mayo un aumento de 8,2% en la producción de arábica, pero esas previsiones "probablemente serán revisadas a la baja", estima Renato Ribeiro, del Centro de estudios avanzados en economía aplicada de la Universidad de Sao Paulo (Cepea).

Concentrada en los estados de Sao Paulo y Minas Gerais, la producción de naranjas, destinada en gran parte a la industria de jugos, también debe sufrir por la sequía.

Después de anunciar, en mayo pasado, que la cosecha 2024-2025 caería a su nivel más bajo en tres décadas, la asociación de productores de cítricos de Brasil Fundecitrus rebajó aún más sus previsiones y estima un retroceso -frente al año pasado- de 29,8% en la producción, ya afectada por una enfermedad bacteriana.

La soja, pilar de la fuerza política y proyección internacional del agronegocio brasileño, tampoco se salvó.

Su producción debe bajar este año 4,7%, según la Conab, debido a la sequía pero también a las lluvias torrenciales que cayeron en abril y mayo en el estado Rio Grande do Sul (sur). Ahora la sequía está retrasando las nuevas siembras.

"Si el clima mejora, los productores de soja pueden recuperar el tiempo perdido", estima Luiz Fernando Gutierrez, analista de la firma Safras e Mercado. "Pero si la escasez se prolonga en octubre, podría haber problemas de cosecha" en 2025, advierte.

La agroindustria tiene gran parte de la responsabilidad por su propia desgracia, apunta el climatólogo Carlos Nobre.

"Es el sector que más emite gases de efecto invernadero en Brasil. Tiene que reducirlos y acabar con la deforestación. Tiene que abrir los ojos".