Opinión

2022: Hora de una evaluación

18 de diciembre de 2022, 1:04 AM
18 de diciembre de 2022, 1:04 AM


Termina el año. Termina el mundial. Termina un periodo económico donde, como en el fútbol, se presentaron dos tiempos muy diferentes. En el primero, que cubre el primer semestre del 2022, la economía boliviana se benefició de un contexto externo fabuloso. Debido a la guerra entre Ucrania y Rusia, los precios del gas natural, los minerales y los alimentos subieron significativamente, esto se tradujo en exportaciones récords y superávit comercial. En este contexto, la economía creció en 4,13%.

 También contribuyó al mejor desempeño económico el impulso a la demanda interna. No obstante, el mejor resultado, este no alcanzó para pagar el segundo aguinaldo.


En los primeros seis meses de año, el nivel de precios llegó al 1,58%. Con estos resultados el Gobierno acuñó la frase propagandística de que teníamos la inflación más baja del continente y el mundo. A nivel del empleo también se recuperó y registramos una tasa de cesantía baja del 4,2%. Aquí hay que aclarar que buena parte de esta recuperación económica se da en el sector informal donde los trabajos son de muy mala calidad.

Al inicio del segundo tiempo, entre julio y agosto para seguir con la jerga futbolística, se produce una inflexión en varios de los indicadores ya mencionados, por ejemplo, el producto interno bruto (PIB) se desacelera, debido al deterioro en el sector externo de la economía. En efecto, en el segundo semestre del año, los precios internacionales de las materias primas registran una tendencia a la baja. En el mercado internacional de hidrocarburos, Estados Unidos intervino vendiendo sus reservas estratégicas de oro negro y buscó que sus aliados también oferten más petróleo y gas. Asimismo, por presión de la comunidad internacional, Rusia y Ucrania, a pesar de la guerra, hicieron un pacto para no atacar puertos y buques que transporten alimentos. Esto hizo que hubiera un apaciguamiento de los precios internacionales de los granos. También los precios de los minerales en el mercado mundial se estabilizaron.

Un hecho concreto que refleja el deterioro del sector externo en el segundo semestre el 2022, sin duda alguna, es que la balanza comercial energética se torna negativa (las importaciones de diésel y gasolina superan a las exportaciones de gas) a partir de abril y se profundiza en el segundo semestre. El déficit que se registrará está en torno de $us 1.000 millones, hecho que refleja el declive estructural del sector gas de Bolivia por falta de producción del energético.


En segundo lugar, el crecimiento económico, se ve afectado por el paro de 36 días en Santa Cruz, los bloqueos a la región por parte de movimientos sociales afines al Gobierno y las prohibiciones estatales de exportación. Todas estas acciones políticas, según estimativas del Gobierno, habrían producido una pérdida económica de alrededor de $us 1.000 millones, entre un 2% y 2,5% del PIB. Es decir, el crecimiento estará en torno del 3,5%, lejos del 5,1% proyectado por el Gobierno. Consistente con eso, la tasa de desempleo habría empeorado ligeramente en el último semestre del año. La inflación en el segundo semestre se dispara debido también a la crisis política. Ya en octubre la inflación salta un 0,75% y en noviembre, que fue el epicentro de la crisis, se registró una inflación del 0,49% y probablemente, un valor similar se dará en diciembre. Por lo tanto, hasta fin de año, la inflación podría estar en torno del 3,4% y 3,6%.

Esta es la lectura de la “espuma de la historia”. Sin embargo, también hay que resaltar que, a lo largo del año, se han profundizado los serios problemas estructurales de la economía boliviana. Como hemos mencionado estamos frente al declive del sector gas. Se agota el oxígeno del modelo de desarrollo primario, exportador rentista, comerciante y centralista. El modelo hace aguas porque no tiene financiamiento. Asimismo, las formas de financiamiento, que intentaban alargar la agonía del modelo, se han deteriorado. El déficit público global sigue muy elevado, superior al 8% del producto, las reservas internacionales del Banco Central de Bolivia siguen en caída y se ha llegado a la increíble cifra de $us 3.800 millones a noviembre, siendo que tan solo 900 millones de dólares están en divisas.

También se han alcanzado niveles muy elevados de la deuda externa e interna que sumados todos los compromisos alcanza al 80% del PIB, a saber: deuda externa, 28%, deuda interna un 30% y deudas de las empresas públicas al Estado un 20%. Por supuesto, en el año que termina, continúa la apreciación del tipo de cambio real en Bolivia, lo que infla la economía informal.

Asimismo, se han profundizado los problemas medioambientales con el reverdecer que se ha producido en el sector minero, especialmente en el oro. Las exportaciones del metal precioso sobrepasarán los $us 2.600 millones, pero los impuestos están sumamente bajos y no compensan la caída de ingresos del sector petrolero. Finalmente, y por eso no menos importante, está el deterioro político que ha afectado la economía, por un lado, estamos frente a la profundización de la polarización social y política y, por otra parte, está la división del partido gobernante que le resta gobernabilidad a la gestión del presidente Arce. Ambos hechos políticos le serruchan el piso a la economía.

¿Qué nos espera para el año 2023? yo diría un año muy parecido al que termina: la economía desacelerada, la inflación subiendo y el deterioro de varios indicadores macroeconómicos. Por ejemplo, será el año donde se producirá la confiscación más grande de recursos de los ciudadanos: la Gestora Pública de largo plazo, un monopolio público, se hará cargo de 23.000 millones de dólares que ahora están depositados en las AFP. Ciertamente, este es un tema que debe entrar al debate del próximo año con muchísima fuerza.

Como se puede concluir del Presupuesto General del Estado aprobado, el Gobierno seguirá raspando la olla y buscando fuentes alternativas de financiamiento, por ejemplo, quiere endeudarse más con el exterior, alrededor de $us 2.000 millones y utilizará a la empresa estatal, YPFB, para conseguir más recursos. La compañía deberá monetizar sus ingresos futuros.
 
Con esta columna yo también encierro el año. La columna hace un breve receso. No sin antes agradecer su amable compañía dominical. Volveremos en las primeras semanas de enero. Les deseo unas maravillosas fiestas de fin de año.

*Gonzalo Chávez Álvarez es Economista

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