Opinión

Al partir… un beso, un libro y una flor

15 de mayo de 2022, 4:00 AM
15 de mayo de 2022, 4:00 AM

Escribo artículos dominicales hace más de 25 años. En esta oportunidad les pido licencia para no hablar de la coyuntura económica, social o política. Quiero compartir con ustedes una despedida.

Felizmente, el tiempo nos templa para apreciar la vida a través de sorbos de lo cotidiano. Vivimos pequeñas alegrías y los logros cotidianos. También aprendemos de las dificultades, aunque estas son mucho más difíciles de asimilar. Hay atardeceres maravillosos que te calibran el alma. Las sonrisas de los hijos que nos hacen tocar el cielo. Las palabras de nuestros padres iluminan el camino y por supuesto, el amor de una compañera le da sentido al horizonte. También están los logros profesionales. Los proyectos de vida. De esto quiero hablarles hoy domingo de mayo.

Uno de los bálsamos más reconfortantes de la vida es encontrarme con antiguos estudiantes, ahora colegas y amigos, y sentir, en el apretón de manos o en el abrazo de oso, que juntos aprendimos y que, en el encuentro en aula o el debate, hemos logrado ser mejores personas en el conocimiento y las habilidades adquiridas. Es una sobredosis de orgullo, es una inyección de deber cumplido reconocerse en el éxito personal y profesional de los alumnos. Revienta el corazón de regocijo cuando uno ve el emprendimiento exitoso del estudiante que nació como idea en una clase. Participar del proceso de aprendizaje de un ser humano es el acto más subversivo que conozco. Es una manera de ejercer la inmortalidad en las obras y actitudes de los otros. Es una forma de ayudar a tatuar el sentido de libertad en la piel del alma. Por supuesto, hay decepciones, son las menos y se pierden en los callejones del pasado.

Hace 27 años fui bendecido con el desafío de liderar un proyecto educativo. En 1994, no me temblaron las rótulas para abandonar un cómodo puesto en el sector público para ingresar a trabajar en el proyecto Maestrías para el Desarrollo (MpD) de la Universidad Católica Boliviana (UCB), que años después se convirtió en la Escuela de la Producción y la Competitividad (ePC). Estuve en varias posiciones en ambas instituciones y en los últimos años, fui el Director de la ePC. En todo este periodo, reinventamos la educación superior en Bolivia. Formamos agentes de cambio. Preparamos a una nueva generación de capital humano devota de la excelencia académica, comprometida con principios y valores, y capaz de desarrollar un espíritu emprendedor. Creo que avanzamos mucho en el largo camino de formar mejores personas y profesionales. Así lo atestiguan 1.480 graduados en programas de maestrías, 6,000 personas que pasaron por diversos cursos cortos de posgrado, 380 jóvenes que terminaron sus licenciaturas y 250 estudiantes que hicieron un técnico superior. Estos números cuentan parte de la historia exitosa. El impacto más cualitativo en la productividad de la economía y el desarrollo de personas de bien y ciudadanos es difícil medir. Pero sabemos que la energía social y la llama innovadora desatada por estos programas, en miles de jóvenes, está cambiando decenas de empresas, instituciones y emprendimientos en Bolivia y el mundo.

Tuve el privilegio de trabajar con centenas tanto de profesores como administrativos, y miles de estudiantes. Es un equipo gigante que dejó la piel en cada aula, en cada trabajo, en cada examen. Mil gracias del fondo de mi corazón por el acompañamiento y amistad a todos. No tengo espacio para citarlos. Pero sé que los miembros de la Famila ePC-MpD, que me están leyendo, saben que estas líneas de gratitud eterna van dirigidas a ellos. Los abrazo con mis mejores palabras en especial a mis amigos-colaboradores más cercanos de la ePC. Obispos y diversas autoridades de la UCB también me apoyaron y alentaron, sin su visión y compromiso no hubiera sido posible alcanzar nuestros sueños. Para agradecer a mi esposa y familia reproduzco la dictatoría a ella de mi tesis de maestría hace muchos años: “Finalmente, una constatación apasionada, sin ti, nada es posible”. Ahora añado. Con nuestras hijas somos infinitos en el amor.

Ahora, retorno al llano. Feliz de poder volver de lleno a investigar y enseñar. Nunca dejé de hacerlo, pero ahora podré sumergirme más profundamente en estas mis pasiones académicas.

Paso la posta de la dirección de MpD-ePC de la UCB con mucha alegría y esperanza al Dr. David Zavaleta y a todo el equipo que me acompañó. No tengo la menor duda de que lo harán mucho mejor que nosotros. Sabrán destilar con cariño y sabiduría la estabilidad y las cosas que perduran, ciertamente volarán en la innovación y la creatividad porque tienen enormes condiciones académicas.

Bueno ahora me toca reinventar mis angustias, encarcelar mis certezas, domar mis mariposas filosóficas y tomar otros caminos. Y como dice el gran Nino Bravo que pobló mi primera juventud, “Al partir … un beso y una flor”

¿Seguiré escribiendo esta columna dominical? Si, waway Por supuesto. Lamento decepcionar a mis coyunturales detractores. Afilaremos más la lengua y seguiremos en la trinchera de las ideas.

Gonzalo Chávez Álvarez es economista

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