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14 de diciembre de 2022, 7:17 AM
14 de diciembre de 2022, 7:17 AM

Durante el acto de aniversario del Ejército, el presidente Arce volvió a la carga con la cantinela del golpismo, de los afanes desestabilizadores, separatistas y otras elucubraciones muy a su estilo. En los dos años de su gestión, no parece haber reparado en el hartazgo nacional causado por su trillada retórica discursiva. “La lucha no ha terminado” dijo ante los militares y luego fustigó al “enemigo interno que no descansa en su intento de dividir y separar a Bolivia mediante conjuras antipatrióticas”. Ese “enemigo interno” puede ser la ‘otra’ Santa Cruz, la rebelde que ama vivir en libertad y en democracia. A la que Arce y su gobierno maltratan y cuya demanda legítima de plantear una nueva relación política con el Estado, -porque la actual es tóxica-, es considerada torpemente como “conjura antipatriótica”.

En la alocución presidencial no faltó la arenga al Ejército que “no vacila ni vacilará en defender la seguridad nacional y combatirá con energía y patriotismo cualquier intento interno y externo de poner en peligro la creación de nuestros libertadores”. En todo caso, respondería a un orden prioritario mayor presencia militar en las líneas fronterizas bolivianas donde opera a sus anchas el narcotráfico con violentos y sangrientos métodos, y el contrabando que fluye incontenible devastando a la industria nacional. Por su parte, el comandante en jefe Juan José Zúñiga exultante advirtió que el Ejército a su mando neutralizará cualquier intento de desestabilización de las “logias oligarcas vendepatrias.” De paso, conjeturó disparatadamente con que “el federalismo muy fácilmente puede llevar a la independencia y a la creación de nuevas repúblicas”.

El general Zúñiga ignora que, por mandato constitucional, las FFAA no deliberan. Como organismo institucional no realizan acción política. Por último, Zúñiga hasta ofreció su vida frente a la “conjura antipatriótica”. Lo más probable es que el fogoso militar no tenga necesidad de sacar tanques a las calles ni de disparar un solo tiro contra “enemigos internos o externos” imaginarios hasta que se acoja al retiro, disfrute de una muy bien remunerada jubilación o de una misión diplomática en el exterior.

En un reciente editorial, EL DEBER planteó, a quienes nos gobiernan, dejar de lado fuegos de artificio y comprometer esfuerzos por el bienestar de la gente. En devolverle la certidumbre ante periodos de crisis mayor como los que encarará previsiblemente Bolivia en 2023. “Estamos ante un escenario de desorden con la ley archivada y el poder violento imponiendo zozobra y malestar…la alta tensión podría llegar a hacerse insostenible en el umbral de nuevos tiempos. No es momento de falsos experimentos... Hoy es tiempo de desactivar espurios conflictos y forjar nuevos caminos. Bolivia y Santa Cruz necesitan una lluvia que borre la mezquindad y lave las heridas”, se escribió en partes salientes. Pero tras escuchar a Arce y Zúñiga, se escurre como agua entre los dedos la esperanza de reconciliar y unir al país. De que los bolivianos recuperen la paz y la tranquilidad. Ni siquiera el espíritu de la cercana Navidad anima al Ejecutivo a mostrar un rasgo de buena voluntad o le inspira un mensaje de paz que tanta falta hace.



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