25 de junio de 2022, 7:00 AM
25 de junio de 2022, 7:00 AM

Después de 30 años, finalmente se produjo aquello que se veía venir y sobre lo que estuvieron advirtiendo los que saben: Bolivia tiene déficit entre las exportaciones y las importaciones de hidrocarburos; esto quiere decir, que se gasta más en comprar combustibles del exterior que lo que se gana con la venta del gas natural. 

Según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), entre enero y abril de este año Bolivia importó gasolina y diésel por un valor de 985,3 millones de dólares, mientras las ventas de gas natural al exterior sumaron 910,7 millones de dólares. Es decir, Bolivia tuvo un déficit de 74,6 millones de dólares en este periodo de cuatro meses solo en esas dos transacciones. 

En otras palabras, ya que los números suelen ser a veces complejos para una fácil comprensión, se puede resumir en que todo el dinero que Bolivia recibe por la venta del gas natural a Argentina y Brasil no alcanza para pagar las importaciones de gasolina y diésel que se utiliza en el consumo interno.

El presidente de YPFB, Armin Dorgathen, admite esos números desfavorables, pero cree que será un balance temporal porque la estatal petrolera, dijo, está trabajando en un plan para reducir la importación de combustibles mediante el incremento nacional en la producción de crudo, lo que implica la perforación de pozos en campos de desarrollo y otros que han tenido éxito exploratorio, como Boquerón y Yarará.

El deseo del ejecutivo de YPFB es ciertamente bienintencionado, pero habrá que ver aún cuánto tiempo tomará desarrollar esas nuevas perforaciones, pero además principalmente dependerá de si esos pozos tienen posibilidades de proveer el suficiente crudo al país.

Uno de los factores que influyó en el incremento del precio de los combustibles es la guerra de Ucrania. Rusia produce el 10 por ciento del petróleo del planeta, y el conflicto bélico provocó que los precios de la energía se disparen en todo el mundo a las pocas horas de iniciada la invasión, lo que llevó los precios a sus niveles más altos en siete años. 

La gran paradoja boliviana es que si bien la subida de precio del petróleo en el mundo favorece al precio del gas que el país le vende a Argentina y Brasil, también el precio del diésel y gasolina que se importa sube de precio.

Cuando se compara el periodo enero-abril de 2021 con similar cuatrimestre de 2022, resulta que los ingresos por exportaciones de gas crecieron en 33,7 por ciento; pero los egresos por compra de diésel y gasolina también se incrementaron y nada menos que en 121,3 por ciento, y eso provoca el déficit en contra del Estado boliviano.

Un elemento adicional de preocupación por esos números es que el Estado subvenciona el precio del diésel y gasolina a los consumidores. Sin subvención, el litro de uno de esos combustibles costaría unas tres veces más que lo que se paga actualmente en los surtidores. 

El problema de fondo, sin embargo, es que Bolivia no ha desarrollado nuevas exploraciones ni ha dejado que otros lo hagan. Un marco regulatorio hostil y adverso a las transnacionales extranjeras del petróleo hace que estas no muestren interés en venir a trabajar al país. 

El negocio de la extracción petrolera tiene un proceso lento: si hoy se comenzaran a hacer nuevas exploraciones, los primeros resultados se conocerían de aquí a seis o siete años, en ningún caso antes. Así funciona la industria petrolera y Bolivia no la ha sabido manejar correctamente.

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