10 de diciembre de 2021, 5:00 AM
10 de diciembre de 2021, 5:00 AM

¿Qué une a Teresa Morales Olivera y Arminda Choque Paca? Las dos fueron designadas para ocupar altas responsabilidades en la administración pública sin tener la preparación profesional suficiente. El resultado es una catástrofe para cientos de familias: Teresa dejó sin trabajo a cientos de obreros de Ametex y Arminda aceleró el desmoronamiento de la cincuentenaria Aasana con el despido de un millar de empleados, en vísperas de la Navidad.

En los dos casos -como también en el cierre de la histórica entidad de Correos de Bolivia, por ejemplo- está la visión primitiva del Movimiento al Socialismo. Cada vez que una “bartolina” exige que los puestos públicos sean entregados a militantes azules, por encima de criterios técnicos, está empujando un poco más al desmoronamiento del aparato estatal. La institucionalidad es imprescindible para lograr el desarrollo sostenible.

Iván Lima opina de todo, pero guarda silencio sobre las pretensiones en los estatutos del MAS para imponer el carné azul en los servidores públicos. Esa aberración es contraria al compromiso de Bolivia con las convenciones internacionales contra la corrupción. El acuerdo mundial es reforzar la meritocracia porque esta es más preventiva que el clientelismo. Anualmente, Bolivia debe rendir cuenta de la carrera administrativa ante el Mesicic de la OEA y ante el mecanismo de control de la ONU.

Ana Teresa Morales Olivera fue ministra de Desarrollo Productivo y Economía Plural en 2011, después de una pobre trayectoria como viceministra de Desarrollo Rural y Agropecuario y como gerente General de la Empresa Azucarera San Buenaventura, cuyo fracaso es otro capítulo de la intromisión cubana en el país.

Su hermano Manuel Morales fue presidente de YPFB por dos meses; también él fue posesionado por ser “luchador social”, sin cumplir requisitos legales para ese puesto. Fue destituido por el escándalo de los errores en 44 contratos petroleros y sus anexos. Sus discursos violentos no le sirvieron para dirigir la mayor empresa estatal.

Sin embargo, ambos asumieron el control de la exitosa fábrica textil boliviana América de Textiles, que había logrado exportar millones de prendas de calidad internacional al mercado estadounidense hasta la expulsión del embajador Philip Goldberg. Ametex fue acorralada por el Gobierno, que la compró sin pagar por ello y la rebautizó como Empresa Nacional de Textiles. Una anécdota, según cuentan, incluso querían poner, en la oficina principal, la foto de su papá, un abogado que nunca creó industrias.

Sin tener idea de cómo se consiguen los insumos, cómo se abren mercados, cómo se organizan las cadenas productivas, cómo funcionan las máquinas, los Morales creían que era fácil dirigir una fábrica y ganar dividendos. Ematex fue un largo calvario para cientos de obreros. Actualmente está canibalizada y sin perspectivas futuras.

Hay que escuchar a Arminda Choque, la dirigente cocalera que se hizo cargo de la seguridad aérea del país, para comprobar el nivel de descomposición de la administración pública. Choque comenzó como ayudante en almacenes en un aeropuerto por ser militante del MAS y escaló puestos por esa condición. No tiene idea de navegación aérea.

Cree que por ser secretaria o por ser abogada en ocho años de estudio está lista para administrar Viru Viru. Se escuda, por ser mujer o por usar pollera. Simplemente no tiene los méritos y el resultado es el derrumbe de Aasana.

El gran drama de estos juegos de dar cargos a militantes sin perfiles adecuados es el alto costo para el bolsillo de los bolivianos, quienes terminan pagando los platos rotos.

Lupe Cajías es Periodista

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