Opinión

cara a cara

8 de enero de 2021, 5:00 AM
8 de enero de 2021, 5:00 AM

_Como tras el ataque terrorista suicida por Al Qaeda el 9/11 de 2001 cuando utilizando aviones comerciales secuestrados derribó las torres del World Trade Center en el corazón de Nueva York y estrelló otro contra el Pentágono, el mundo volvió a quedar en estado de shock. Ocurrió el miércoles 6 de enero, ante la toma por asalto del Capitolio en Washington donde los congresistas debían cumplir el simple trámite de certificar la victoria de Joe Biden, el presidente electo de los EEUU que debe jurar al cargo el 20 de enero.

_El responsable de la salvajada tiene nombre y apellido: Donald Trump, incapaz de digerir su derrota electoral en noviembre pasado y que bajo el pretexto de un fraude del que no fue presentada prueba alguna, desde la Casa Blanca incitó a sus seguidores, incluida una turba de matones y camorreros, para que impidieran de cualquier forma que el triunfo de Biden quedara oficializado por el Congreso. El mismo Trump había prometido que sería un día “salvaje”. Resultó peor que su irracional actitud.

_La condena de los principales líderes mundiales ante lo sucedido fue unánime y tajante. Lo calificaron como “un momento de gran deshonor y vergüenza”, “asalto sin precedentes contra la democracia”, “ataque inaceptable y vergonzoso”, “impactante y preocupante”, “horribles acontecimientos”, “agresión deliberada a la democracia”, entre otros. En tanto, Trump debe empezar a preparar su salida por la puerta trasera de la historia. Lo hará cuatro años después de desacreditar y deslegitimar la democracia de su propio país, convertido en un mandamás desquiciado con ínfulas de dictador.



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