Opinión

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Cara a Cara

16 de enero de 2021, 10:22 AM
16 de enero de 2021, 10:22 AM

La semana se cierra como una sala sin puerta que da continuidad a otra. Así como el año cambió de número, pero todo continúa en un vértigo que no hay tiempo ni para un suspiro. Así el mundo, así Bolivia. Así como la transmisibilidad de los contagios, las nuevas cepas y las cifras de los cuadros de Covid-19 no frenan ni tienen tiempo para hacerlo. Como el tablero de viajes en un aeropuerto internacional. El ruido del frenesí nos congela. Desde el paro de transporte, la falta de terapias, el covid de Evo, el juicio político a Trump, las disputas por las cuarentenas rígidas, la muerte de Chato Peredo, la final brasileña de Copa Libertadores, el diferimiento de créditos, los niños con covid, otro Dakar, un nuevo ministro, más contagios y así seguimos. No es cuestión de aguantar ni de parar el mundo para bajarse, sino para tomarse fuerte del pasamanos y abrir los ojos; algo estamos haciendo mal. Parar la pelota, mirar al frente, poner el freno de mano y pestañear, porque no es un buen comienzo de año.

Ayer se superó oficialmente la cifra de dos millones de fallecidos por el Covid-19 en el mundo. "De continuar así las cosas, vamos a ver una ola que será peor que la ola de abril y mayo", alertó el director de emergencias de la Organización Mundial de la Salud, Michael Ryan. Una tras otra, las malas noticias golpearon el corazón del planeta. Por si fuera poco, la OMS también denunció que el 95% de la vacuna anticovid se distribuye en solo 10 países. De acuerdo con la plataforma de análisis de datos Our World in Data, tomando cifras de la Universidad de Oxford, los países son: Estados Unidos, China, Reino Unido, Israel, Emiratos Árabes Unidos, Italia, Rusia, Alemania, España y Canadá. Las desigualdades en el mundo se profundizan con la pandemia.

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