Opinión

Cara a cara

1 de agosto de 2021, 7:59 AM
1 de agosto de 2021, 7:59 AM

Este primer domingo de agosto se inicia el mes de la Patria. El viernes 6, Bolivia conmemorará el 196 aniversario de su independencia. Lo hará en un clima de tensiones, angustia e incertidumbre debido a una emergencia sanitaria por el coronavirus que parece interminable, a la par de una aguda crisis económica muy difícil de superar. Por si fuera poco, la intolerancia y la confrontación entre bolivianos asoma a flor de piel. Muestran el puño en vez de extender la mano. Así, los chuquisaqueños se sienten agraviados por el traslado a La Paz de la sesión de honor de la Asamblea Legislativa. Una disputa de límites y un salvaje ataque contra el turismo en el salar de Uyuni enfrenta a orureños y potosinos mientras que la ocupación irregular de tierras en la región cruceña mantiene crispados los ánimos entre lugareños y recién llegados.

 La sorda pugna política, la descalificación permanente del adversario, la falta de un mensaje pacificador y de un propósito verdadero de reconciliación, impiden el reencuentro entre los habitantes de un país al que le cuesta vivir en paz y en armonía. El viento se llevó las promesas de los mandantes de turno de ‘gobernar para todos y para todas’, de ‘curar heridas’, de ‘buscar la pacificación’. Sin excepciones, cuantos lo ejercen o están cerca del poder, deben ser mucho más cuidadosos con sus mensajes y sus acciones. En Bolivia, el horno no está para bollos. Hace falta voluntad, desprendimiento y sensatez para desarmar los espíritus de la beligerancia. Para que la irracionalidad no encienda un fósforo cerca del polvorín.

Tags