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Cara a Cara

12 de mayo de 2022, 4:00 AM
12 de mayo de 2022, 4:00 AM

No hay peor ciego que el que no quiere ver, hasta que encuentra un hoyo en el piso y se cae. Eso puede describir la política económica gubernamental. El ministro Marcelo Montenegro defiende el modelo del Movimiento Al Socialismo, ideado e implementado desde que el país vivía en bonanza económica. Él dice que se basa en la redistribución y estaría muy bien si esa idea ayudara a mejorar la calidad de vida de los bolivianos. Lo que ahora pasa es que se ‘redistribuyen’ unos cuantos pesos en bonos, a costa de endeudamiento nacional y, mientras tanto, se van perdiendo empleos de calidad de forma acelerada.

¿No le preocupa al Gobierno que más del 80% de la población trabaje en negro? (Léase en el sector informal y sin amparo legal) ¿Le inquieta quizás que ha aumentado el autoempleo y que las condiciones de vida se deterioran? En una lógica cerrada, no acepta que se necesita incentivar la producción, porque los precios de la canasta básica están subiendo, y no es que haya una mano negra, sino que, en lugar de medidas de estímulo, hay trabas para producir y exportar. El que sufre es el pobre, al que con frecuencia ya no le alcanza el dinero. Si hubiera libertad se podría exigir más en impuestos, aranceles, etc., pero lo que se hace es asfixiar con impuestos. ¿Quién entiende?

En tiempos de disrupción constante, al presidente y sus ministros les hace falta flexibilidad en el pensamiento. No todo es ideología. En lugar de aferrarse a modelos obsoletos, Bolivia podría dar pasos creativos que nos ayuden a salir de esta crisis, que en este país está durando mucho más que en otros del vecindario.

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