Opinión

Cara a Cara

11 de septiembre de 2022, 4:00 AM
11 de septiembre de 2022, 4:00 AM

El estallido de la violencia era previsible. Los miles de cocaleros que caminaron más de un centenar de kilómetros desde los Yungas hasta la ciudad de La Paz, cumplieron su advertencia: Cerrarían con sus propias manos el llamado mercado paralelo de la hoja de coca en Villa El Carmen. Lo hicieron tras rebasar a las fuerzas policiales cuyo repliegue evitó, menos mal, un enfrentamiento de muy graves consecuencias.

 En medio de petardos, dinamitazos y bombas molotov, la sede de los ‘ilegales’ fue presa del fuego junto a ‘taques’ de coca almacenados en el lugar. Se contabilizaron varios heridos y detenidos. Antes, -porque el conflicto se arrastra sin solución desde hace tiempo largo-, dos personas resultaron con las manos amputadas por la explosión de cachorros de dinamita usados a discreción en la protesta.

 Una tensa y frágil calma se mantiene tras lo ocurrido el jueves. El Gobierno ha sido incapaz de resolver un problema del que es principal responsable por haber avalado a cocaleros ‘ilegales’ que le son afines, sin considerar que la Ley General de la Hoja de Coca solo reconoce los mercados de Adepcoca en La Paz y de Sacaba en Cochabamba. En vez de un mea culpa por el pecado original, un ministro de Estado les dice a los manifestantes que no están en condiciones de exigir nada y los manda…¡a misa! para expiar la falta cometida. Y de paso, le echa el fardo a la ‘derecha’, al Conade, a los cívicos cruceños y a la UJC. Remanida y alegre excusa oficialista buscando descargar sus males en otros.

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