Opinión

Cara a cara

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31 de diciembre de 2022, 8:00 AM
31 de diciembre de 2022, 8:00 AM

Había una vez un pueblo en el que un grupo de comediantes advenedizos insistían con la misma obra. Hasta el último día del año continuaron con el espectáculo que se teñía de oscuros nubarrones de mal olor. El propósito del creador de la historieta era empujar a sus habitantes al escarmiento, un lugar donde la inmovilidad contagia y logra que se baile al son de la misma música en medio de una apariencia de bienestar y alegría. Gracias al buen oído de esa gente, descubrieron que la orquesta desafinaba, por lo tanto, sus bailarines cambiaron de actitud desconcertando al ilustre director de orquesta. Ante el exceso de humo, los disfraces de los muñecos tiradores se llenaron de hollín, exhaustos por su pesado traje se negaron a seguir usándolo. Los mismos vecinos del pueblo cansados de la alharaca dejaron de asistir al pobre espectáculo. Para ese pueblo del lejano oriente ese año no quedará en el olvido.

La semana que se fue tuvo al mediático Andrew Tate, un negacionista del cambio climático, misógino y homofóbico y a la medioambientalista Greta Thunberg como protagonistas de una historia simpática. El millonario británico pretendió burlarse de la joven sueca contándole cómo contaminaban sus autos de lujo y le pidió el correo para darle más detalles. Greta le envió la dirección: energiadepequeñ[email protected]. Tate, mientras tanto, quiso retrucarle y envió un video mientras pedía una pizza con cartón sin reciclar. La Policía de Rumania advirtió por la caja que estaba en Bucarest y lo localizó. El joven tenía una orden de captura por trata de personas y abuso sexual y fue detenido el jueves. Con sutileza y contundencia la joven sueca finalizó el mensaje diciendo: “Esto ocurre cuando no reciclás las cajas de pizza”.

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