Opinión

Cara a Cara

8 de enero de 2024, 4:00 AM
8 de enero de 2024, 4:00 AM

En 2020, cuando la pandemia hizo temblar a las economías del mundo, el único sector que registró crecimiento en Bolivia fue el de la agroindustria. Hace muchos años, los empresarios y los economistas hacen notar que es por ese lado que se puede lograr un golpe de timón que ayude a recuperar divisas y que genere expansión. No obstante, éste ha sido uno de los sectores más golpeados por las políticas gubernamentales. A los cupos de exportación de carne, de soya, etc. se suman los avasallamientos de tierras que generan una tremenda inseguridad para invertir.

 Hace años que los productores del agro piden que se autorice el uso de biotecnología. Es pertinente que, al menos, se sincere la realidad en la producción agropecuaria, porque ya es público el uso de semillas transgénicas. Ahora el presidente Luis Arce dice que impulsará el desarrollo de la biotecnología ‘made in’ Bolivia, para que el país no sea dependiente de las grandes transnacionales. También ha prometido pago puntual por el etanol que se le venda a YPFB y la facilitación de créditos para expandir la frontera agrícola, que permita la producción de biocombustible.

Y es que datos matan relatos. La falta de divisas a escala nacional obliga a buscarlas en todas partes. El sector agropecuario puede ser el gran salvavidas de la economía nacional. Lo importante es que todo tenga un plan. La expansión ilimitada y salvaje de la frontera agrícola puede dejarnos sin bosques en el corto plazo. Es mejor dialogar, acordar y buscar las mejores alternativas para el país, pensando con la cabeza fría y proyectando a Bolivia a largo plazo.

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