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4 de mayo de 2024, 7:20 AM
4 de mayo de 2024, 7:20 AM

Pudo más la valentía, que las amenazas de un centralismo arrogante. Han pasado 16 años. Era un domingo soleado, cargado de esperanza e ilusión. Casi 500.000 cruceños, un 85% de los votantes, ratificaron un Estatuto Autonómico propio, sobreponiéndose al amedrentamiento del poder. Santa Cruz avanzaba hacia un cambio estructural de la administración política de Bolivia. Las regiones estaban listas para determinar su presente, para asumir responsabilidades de gestión y conquistar atribuciones legislativas.

Una noche de promesas eternas dio paso a una turbulenta peregrinación judicial. Santa Cruz esperó 10 años para que el Tribunal Constitucional Plurinacional validara el Estatuto. En el proceso, se adecuó una parte del texto bajo la mirada censora de los magistrados y los lineamientos de la Ley Marco de Autonomías y Descentralización. Una cesión obligada para lograr la homologación. Un paso necesario en la consecución de una autonomía política y económica anhelada por los cruceños y capaz de afianzar la unidad institucional y social de la región. 

La feroz disputa de poder que envuelve a la institucionalidad cruceña ha desvirtuado la esencia de una lucha popular. La controvertida posesión de Mario Aguilera, las fricciones al interior del legislativo y los desplantes públicos en relación a la defensa de Piso Firme han resquebrajado la mística autonomista. El último episodio, por el momento, se vivió ayer en la ALD durante la elección de la nueva directiva. La vía de la confrontación está agotada. Santa Cruz necesita reencontrar la senda de la unidad para dar los pasos necesarios hacia una autonomía real.

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