15 de junio de 2024, 4:00 AM
15 de junio de 2024, 4:00 AM

Siguen apareciendo casos de ciberestafa. Operan ocultos tras un número de teléfono anónimo. El veneno de la trampa se maquilla con palabras amables y oportunidades ‘creíblemente’ beneficiosas. Sus promesas calzan perfectamente con las necesidades de los incautos. A unos, les ofrecen dólares; a otros los conquistan con ganancias rápidas; a los de más allá, les engatusan con el amor idílico. Son hábiles para destrabar las defensas personales y despertar la ilusión de las personas. Juegan con las esperanzas heridas de una sociedad golpeada reincidentemente.

El fútbol no es una estafa, aunque con las reiteradas denuncias de amaños lo pareciera. A días de iniciar la Copa América, nos cuesta alimentar la esperanza con el juego de la selección. Cada partido amistoso se transforma en un motivo más para la desilusión. Sin juego, sin ritmo y ahora, incluso, sin el verde característico, ya no despierta pasiones. Los más chicos, sueñan con una competencia cargada de nombres foráneos: Messi, Vinicius o Díaz.

Pero si de estafas se trata, la más extendida nos lleva a la arena política. En este caso, no se esconden detrás de teléfonos anónimos ni negocian con la ilusión de los más chicos. Los políticos gustan de lucirse públicamente, en medios y en redes, para ‘resolver’ los problemas de la gente. Prometen en campaña, corroboran durante la gestión y alardean como oposición. Unos y otros nos pintan mejores días mientras nos sobrepasa una realidad agobiante. Los políticos, es cierto, son necesarios; lo necesario, hay que decirlo, son políticos con actitud real de servicio.

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