Opinión

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Covid-19: ¿Cómo estamos y hacia dónde vamos?

30 de abril de 2020, 3:00 AM
30 de abril de 2020, 3:00 AM

10 de marzo: ¿Cuáles fueron sus emociones dominantes, al confirmarse en nuestro medio el primer caso de corona virus? Las mías, supongo similares a la gran mayoría de la población marcadas por una mezcla de ansiedad e incertidumbre, provocadas por la publicitada letalidad de un enemigo que además de ser invisible está presente en todas partes y al mismo tiempo.

Inmediatamente se me generó el convencimiento de que muchas cosas iban a cambiar, temporal o definitivamente en nuestro modo de vida.
La sicosis colectiva, provocó que grupos de vecinos lleguen al extremo de impedir el ingreso a la primera paciente infectada a los hospitales de nuestra ciudad. 

Fue parte de la expresión sobredimensionada del miedo a lo que estaba ocurriendo y vendría en adelante. El miedo y la ansiedad impresionan, hay miles de personas en nuestro medio que no han sacado un pie de sus viviendas desde que llego esta plaga, otras que se resisten a cualquier cambio como pretendiendo evadir la nueva realidad. 

Ansiedad, temor e incertidumbre son la marca indeleble de esta época. El virus paralizó y puso en situación de aislamiento a las poblaciones en casi todos los países del mundo. La ciencia, al no poder tener certeza del origen y comportamiento del virus está de vuelta y media. Es el cuadro perfecto para que surjan y se entrecrucen teorías conspirativas, biológicas, mesiánicas, bélicas u otras de contenido perturbador por su sustento maléfico. 

Las reflexiones son hoy en día una práctica y dinámica inevitable. En nuestras cabezas giran cuestionamientos sobre ¿qué debemos hacer? ¿hacia dónde estamos yendo? y ¿qué tipo de sociedad somos y seremos? Para bosquejar respuestas, se hace necesario intentar fotografiar la coyuntura bajo una perspectiva panorámica o multifactorial.

Economías en jaque
Luego del inaudito hundimiento del precio del petróleo y la caída de las cotizaciones en las bolsas de valores, una persona influyente en las redes sociales, exclamaba en un tono entre sarcástico y perverso: ¡Dados los desplomes, estoy esperando que los grandes financistas que cotizan en las bolsas comiencen a lanzarse por las ventanas de los rascacielos! 

El momento de la economía es muy duro, se registran interrupciones en las cadenas de producción mundial, menos comercio, bajón del precio de las materias primas, disminución de la inversión privada, eventuales bancarrotas de empresas aéreas o de transporte, fuerte afectación a negocios vinculados con el turismo y espectáculos, entre otros sucesos que son parte de un panorama que ha puesto a las finanzas del mundo en jaque, provocando un fuerte debate sobre la globalización, dando por hecho su ralentización, hasta poner en perspectiva una posible desglobalizacion. 

En cuanto nuestra economía, luego de algunos años de estabilidad y crecimiento, cerramos la gestión 2019 con visibles señales de desaceleración, acompañadas de un déficit fiscal y comercial, baja inversión extranjera y estancamiento en la producción hidrocarburifera. Aun a pesar de estas circunstancias, se registró un leve crecimiento del 2,6% en la gestión. 

La pandemia en este 2020 ha provocado un freno en seco de las actividades económicas, siendo los sectores más afectados el comercial, servicios, construcción, además de la disminución de remesas que llegaban del exterior, y el congelamiento de compromisos comerciales en camino a consolidarse, como la exportación de 40 mil toneladas de carne por año a la China. La economía decrecerá en esta gestión y se pronostica una recesión. 

A fin de sortear las amenazas, se han venido efectuando planteamientos desde distintas perspectivas que pasan por fortalecer nuestra cadena productiva de alimentos, diseñar planes de salvataje, lanzamiento de políticas anticíclicas, protección a los más vulnerables, etc. 

Desde el gobierno en los días recientes se han anunciado créditos de organismos internacionales, la posibilidad de viabilizar ingresos a través del litio, mejorar la productividad con transgénicos, la emisión de bonos, ampliar el universo de contribuyentes, etc. Las salidas como en toda partida, requieren de un mesurado análisis en un ambiente de concertación que hoy por hoy está muy disminuido.

Sistemas políticos cuestionados o en conflicto
Observamos que, no obstante los Estados, cientos de países se han convertido en grandes murallas de contención ante el impacto de la pandemia, el huracán de este virus ha despojado el frágil ropaje de los organismos internacionales que por omisiones o inercia (OMS, Naciones Unidas, OEA, UE) han comenzado a ser seriamente cuestionados, provocando un “gran desorden mundial que habrá primero que entender, para ver luego si se constituirá un nuevo orden mundial”, criterio planteado en un reciente foro universitario por el politólogo y colega docente, Luis Andia, el cual compartimos. 

Además de los cuestionamientos a los sistemas políticos, a raíz de la pandemia en el mundo se vienen generando debates intensos, sobre si los gobiernos deben priorizar la protección de la salud de la población o la protección de las economías, debate que se ha extendido más allá de la política y han comenzado a opinar epidemiólogos, salubristas o economistas que responden a distintas escuelas. En cualquiera de los bandos, lo interesante es que todos ponen en valor alto la importancia del Estado y de los servicios públicos y la necesidad de fortalecer los sistemas de salud. 

Por otro lado, y no menos importante, identificamos que la pandemia se ha convertido en terreno fértil para el surgimiento de pulsetas de poder entre niveles de gobierno. Lo vemos en Colombia entre la alcaldesa de Bogotá y su presidente, en un formato civilizado. 

Las versiones rudas de disputa de poder, se dan en Brasil y EEUU, entre los presidentes, Bolsonaro y algunos gobernadores, o Trump y el gobernador de New york, quien le espeto un fuerte recordatorio: "no tenemos un rey en este país", advirtiendo que la disputa podría incluso provocar "una crisis constitucional, puesto que la autoridad general para regular la salud y seguridad públicas pertenece a los estados, no al gobierno federal". 

A raíz de restricciones a derechos y excesos en el ejercicio del poder en estas épocas de pandemia, desde el mundo académico y organismos que resguardan derechos humanos, se han lanzado advertencias sobre el peligro de una pandemia autoritaria, por lo que se han efectuado llamados para proteger la salud de las democracias y evitar su desmantelamiento. 

Existen riesgos de que la pandemia sea instrumentalizada para justificar ambiciones autoritarias y un caso extremo se ha registrado en Hungría con el ultranacionalista Viktor Orbán, habilitado para gobernar por decreto por tiempo indefinido para luchar contra el coronavirus, y quien en corto tiempo ha limitado derechos, suspendido procesos electorales y dictaminado una ley que “castiga las noticias falsas” y “el alarmismo” sobre el coronavirus con varios años de prisión, además de amenazar con encarcelar a periodistas críticos al gobierno. Una constante que se repite en algunos países con distintos matices. 

La prospectiva y construcción de escenarios, debe considerar que la pandemia covid 19, llegó a América Latina, en momento de fuertes y sostenidos episodios de “agitación social y política” que vive la región. Un reciente informe del Banco Mundial, refleja que en nuestra región se han producido en los últimos meses, estallidos de huelgas, movilizaciones masivas, juramentación de presidentes interinos, salida del poder de mandatarios, disolución de congreso, cambios inesperados o enfrentamientos, en 11 países de la región (Chile, Paraguay, Venezuela, Nicaragua, Peru; Ecuador, Colombia, Brasil, Haity). En esa lista aparece también Bolivia, que atraviesa una prolongada crisis política (2016 -2020), un proceso electoral inconcluso y sin fecha cierta a raíz de la pandemia. 

Sociedades impactadas, enfrentando riesgos
La parte más dura de la historia del Covid 19, y que seguramente se relatará a futuro en escuelas y universidades como una proeza o hito de la humanidad, guarda relación con las consecuencias sociales, en un contexto de alta vulnerabilidad. 

La medula central del último informe de desarrollo humano presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD – 2019) establece que la pobreza, hambre, desempleo y las enfermedades en nuestras sociedades, tienen como “hilo conductor” la desigualdad e inequidad. Estos cabalmente son los problemas neurálgicos del mundo entero que se verán agravados por esta pandemia. 

Para citar un par de casos con cifras siderales, resaltan las 22 millones de personas que en los EEUU, han quedado desafectadas de sus fuentes laborales en solo 4 semanas, y han comenzado a golpear las puertas del Estado en busca de protección. 

En cuanto inseguridad alimentaria, la FAO ha encendido luces de alerta por los riesgos que padecen millones de personas que se encuentran en la antesala de la hambre aguda y en riesgo de caer en una situación de "crisis", si se enfrentan a una conmoción como sucede con la pandemia de Covid-19. El informe enfatiza sobre posibles efectos colaterales que produce la desnutrición sobre los niños como son el retraso en el crecimiento, flacura, discapacidad mental o cognitiva, etc., siendo África y nuestra región los espacios geográficos de mayor riesgo. 

En cuanto nuestro vecindario cercano, la Comisión Económica para América Latina (Cepal) hizo un llamado por una mayor integración regional para atenuar el impacto que provocará esta pandemia en el número de pobres en la región, sus proyecciones post pandemia estima que la cantidad de pobres en nuestra región pasaría de los 185 millones actuales a unos 220 millones, sobre un total de 620 millones de habitantes. Por su parte, el número de personas que viven en la pobreza extrema ascendería de 67 millones a 90 millones. 

Son cifras realmente escalofriantes considerando los esfuerzos y tiempo que invierte cualquier Estado en revertir los cuadros de pobreza o miseria, y por otra parte las repercusiones que ello tienen en la convivencia social, inclinada por ello a una mayor inseguridad, desempleo y violencia.

Si bien el gobierno nacional ha tomado medidas de resguardo social en este periodo de cuarentena, las premoniciones no son de ninguna forma alentadoras para nuestro país. Un estudio difundido recientemente por la Universidad de Oxford luego de analizar nuestro precario sistema de salud, la estructura económica dependiente de commodities o materias primas, e inestabilidad política, nos ubican en la lista de países muy vulnerables para enfrentar la pandemia. 

Encaminados hacia una nueva forma de vida
Hay relatos que señalan que las epidemias han sido potentes palancas de cambio histórico, una especie de encuentro entre la noche y el día, puesto que luego de la angustia, el dramatismo marcado por la incertidumbre y las huellas que deja el maltrato de una pandemia, llegara la reflexión vinculada con el aprendizaje transformador, o simplemente se levantan las barreras que frenaban cambios que se venían gestando en una sociedad, para dar curso a nuevos hábitos y paradigmas. 

Es difícil aun avizorar la magnitud de los cambios políticos y culturales que se vayan a gestar. Sin embargo, se encuentran en nuestras compuertas las inobjetables evidencias de que el primer cambio será de orden tecnológico. Ahora mismo en pleno auge de la pandemia, comienzan a extenderse nuevas modalidades de trabajo y estudio, con plataformas digitales, teleconferencias, aulas virtuales, redes, etc. 

Existe la urgencia que desde el ámbito público a la velocidad de la luz se implemente políticas de digitalización de los trámites electrónicos bajo la modalidad gobierno abierto, descentralizaciones efectivas, rendición de cuentas, consultas virtuales, audiencias y notificaciones en el ámbito judicial con validación de plataformas y redes sociales. 

Por su parte, los consumidores presionan por nuevas modalidades de servicio y de respuestas a sus requerimientos en condiciones de altos estándares de higiene y eficiencia, lo que implica importantes transformaciones en modalidades de trabajo, emprendimientos, innovaciones y novedosas infraestructuras públicas como privadas.

Debido a las exigencias propias de la contingencia sanitaria y de la nueva época, los servicios deben contar con la mayor accesibilidad, lo que implica reducir la “brecha digital” y garantizar los accesos en condiciones favorables a ciudadanos y consumidores del siglo 21, que según una sugestiva publicación, técnicamente esta recién ahora por comenzar. En las últimas semanas como resultado de la pandemia y el confinamiento mundial se difunde en páginas de internet, que la plataforma Zoom paso de 10 millones a 200 millones de usuarios por día, las ventas de libros digitales por internet crecieron en casi un 300 %, estamos ante muestras irrebatibles de una nueva tendencia. 

¿Sera la hora de reinventar nuestro modo de vida? Las sensaciones que nos acompañan nos hacen abrigar la esperanza de una necesaria reinvención del ser humano y que progresivamente lograremos desligarnos del apego a las disputas triviales, o de la glorificación del hedonismo y consumismo como principales referencias de éxito. 

Expectativa positiva, porque en adelante desde las políticas públicas como lección aprendida del dolor y temor infundido por esta pandemia, se prioricen programas relacionados con la investigación, la salud, la prevención, y se lograra progresivamente en el mundo desterrar el despilfarro en gastos de tecnología militar, cuyas cifras abruman dadas las circunstancias en las que combatimos contra un virus, al que no le hacen mella los misiles teledirigidos, ni todos los arsenales reunidos existentes en el planeta. 

La nueva senda que está abriendo esta pandemia en plena era digital, conlleva también algunos riesgos. Uno siempre advertido por sociólogos o estudiosos del comportamiento, refiere que si no se anteponen valores humanos sólidos, puede germinar un ser videocretinizado, solitario, indolente, de actuaciones mecánicas, con un pronunciado incremento de problemas de salud mental provocados por el confinamiento o prolongadas reglas de distancia social, que en realidad deben denominarse de prevención sanitaria, para no acrecentar el alejamiento y suspicacia entre pares que hoy tal cual fuera una prueba piloto de ese nuevo modo de vida, nos obliga a mirarnos desde lejos, muy de reojo o con exagerada desconfianza. 

El científico colombiano Rodolfo Lllinas, señalaba en una entrevista que una de las principales preocupaciones colectivas del presente, es saber cuándo podremos volver a abrazarnos como gesto de solidaridad, o besarnos como expresión de afecto. Una vez que pasen la pandemia, luego de un tiempo razonable, y que la gente se pueda besar y no le pase nada, pues empezaríamos con ímpetus todos de nuevo. Si no, ¿cómo vamos a sobrevivir? También él con cierta preocupación se preguntaba.

El cierre del entrevistado, con esa sugestiva pero muy humana pregunta, nace del reconocimiento de que las relaciones humanas son sumamente fuertes y necesarias para no desfallecer por otras epidemias. Sin objetar el pensamiento anterior, puedo intuir como ustedes seguro lo hacen que algo está cambiando, y que modos de vida distintos se nos vienen.
  
                                                                                                 


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