28 de julio de 2021, 5:00 AM
28 de julio de 2021, 5:00 AM


El jueves 22 de julio, la prestigiosa revista estadounidense Time publicó una lista de los “100 mejores lugares del mundo” y uno de ellos es el salar de Uyuni de Bolivia. Un día después de esa buena noticia para el país, Bolivia ‘retribuyó’ la mención quemando ocho hermosas construcciones turísticas en forma de domos que recibían turistas en el extremo norte del salar, en un área de conflicto limítrofe entre los departamentos de Potosí y Oruro.

Las imágenes de videos que circularon por redes sociales mostraban cómo turbas enardecidas de comunarios, con algunas personas en estado de ebriedad, prendían fuego a las ocho cúpulas del hotel Kachi Lodge en forma de domos blancos montados ecológicamente al pie del volcán Tunupa, a cinco kilómetros de la comunidad de Jirira.

Pobladores de Uyuni, Llica, Tahua y otras regiones potosinas quemaron los domos, destruyeron las plataformas de madera y saquearon pertenencias de una inversión privada de emprendedores suizos y bolivianos, con una pérdida económica aún no definida.

La empresa turística informó que un día antes del ataque, pidió la protección de las autoridades, pero la Policía no se hizo presente. El apoyo recibido de los pobladores de Salinas y Jiriri, cercanas a los domos, resultó insuficiente y no logró contener la furia de los manifestantes potosinos que prendieron el fuego.

Los destrozos se produjeron como reacción de los comunarios potosinos por un conflicto territorial de límites entre los departamentos de Potosí y Oruro en la parte norte del salar de Uyuni.

Los inversionistas están esperando el pronunciamiento del Gobierno y del Ministerio de Culturas para definir si van a continuar operando en Bolivia o no, porque entienden que sin protección jurídica ni garantía a sus operaciones turísticas no es posible ninguna inversión privada.

Hasta ahora, nadie del Gobierno ni la Fiscalía salieron a anunciar acciones contra los que cometieron esos delitos.

Más allá del daño material, que de alguna manera el país tendrá que reponerle a la empresa afectada, el daño mayor es a la imagen internacional de Bolivia y el turismo. Las autoridades se llenan la boca hablando del gran atractivo turístico que representa para el país el salar de Uyuni, pero no son capaces de defender una de las inversiones que precisamente atraía turismo internacional a la zona.

La noticia de la destrucción de los domos ha recorrido muchos medios internacionales, y en los círculos del turismo ya es conocida la tragedia ocurrida el pasado viernes. Ese daño es imposible de reparar, y el país volverá a tener esa imagen de territorio no confiable donde nada es seguro y donde nadie querrá llegar al ver las imágenes de las llamas consumiendo el lugar donde se hospedaban los turistas.

La inversión de la empresa Kachi Lodge en los domos se hizo con una perspectiva 100 por ciento ecológica: las plataformas en las que se asentaban los domos estaban colocadas encima del salar, sin excavaciones, los baños eran secos y trabajaban a combustión, los desechos se convertían en ceniza que se usaba como abono, el agua provenía de un pozo de la comunidad y era reciclada y filtrada; las energías eran con baterías y paneles solares, la calefacción se hacía con madera reciclada y se trabajaba con la mínima cantidad de plástico.

El hotel, que operaba desde el primer semestre de 2019, utilizaba un espacio en convenio con la comunidad de Jirira y el 80 por ciento del personal que trabajaba en Kachi Lodge es de esa comunidad.

Ahora todo eso se ha perdido, como parece perderse en el horizonte del hermoso salar la esperanza de construir un país que resuelva sus diferencias por la vía del diálogo, que aliente y respete las inversiones, que genere fuentes de empleo para los más pobres. Con el fuego de los domos se ha consumido también parte de esas esperanzas.



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