Opinión

Crónicas de un infierno anunciado

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27 de agosto de 2019, 4:00 AM
27 de agosto de 2019, 4:00 AM

Con un ardor en el pecho y un abrazador sentimiento en la garganta, me declaré hoy con impotencia: ¡No puedo más! Cada día para mí era como un milagro, una oportunidad, aunque tenía las mismas cosas que hacer, yo las veía de muchas formas.

Caminaba junto con mis compañeros, a beber agua, comer y visitar a mi querida amiga de tantos años que era de Chochis.

De pronto escuché sonidos como estruendos y voces que repetían esto es nuestro. Y a lo lejos divisaba aparatos grandísimos con cadenas, prestos a derribar todo a su paso, también vi una multitud de seres que caminaban no como nosotros. Al tiempo de esto, cada vez que los oía, no me simpatizaban para nada, los veía con desconfianza, pero más desconfianza le temía yo a ese señor fuego.

Mis antepasados decían que el señor fuego traía consigo desgracia para nuestro pueblo, y que con solo una mirada de ese señor podía traer a extinción nuestra morada. 

Hoy lo estoy viviendo, mi especie y la de mis vecinos a los cuales también llamo hermanos, vamos camino a la muerte. Pues el señor fuego ahora viene cerca, y nos ha mirado hoy con ganas de más y más cada día, yo por mi parte no descanso en salir de aquí, no sé que pasó con los demás, solo veo un paño negro delante de mí, cenizas caer y miedo de todos al correr. A los lejos veo a gente dispersa, luchando contra aquel señor fuego, el cual devora a su paso, lo que algún día me alegró la vida.

A esos, yo los llamo ¡valientes! pues teniendo un amor ferviente por la que es mi tierra, luchan oponiéndose a este monstruo. Yo sin embargo, no cobarde pero sí impotente, al saber que esto ya ocurre desde hace tiempo, me duele en lo profundo de mi caparazón el saber que hubieron seres que tenían el poder de detenerlo.

No sé quiénes son esos seres, pero escuché que ellos tienen autoridad para aliviar lo que nos está pasando. Pero Hoy dije: ¡ya no puedo más! Así clamé ante el creador, sé que no es su culpa, pero clamé como en mi último aliento y derramé lo que me quedaba de lágrimas, así como nosotras las tortugas lo sabemos hacer cuando estamos tristes, pues hoy el fuego me alcanzó, casi en la llegada de mi hermosa Roboré

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