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27 de octubre de 2024, 4:00 AM
27 de octubre de 2024, 4:00 AM



Por Alejandro Zegarra Saldaña/ PHD

La seguridad psicológica en el aula es uno de esos temas que, aunque no siempre recibe la atención que merece, tiene un impacto profundo en el aprendizaje y en la vida de los estudiantes. Más allá de los libros y las evaluaciones, aprender es un acto de confianza, un proceso que se enriquece cuando las personas se sienten seguras y valoradas.

Se trata de crear un ambiente donde los estudiantes no teman expresar lo que piensan o sienten. En palabras sencillas, es que el estudiante pueda levantar la mano en clase, sin miedo a que se rían si la respuesta está equivocada. Es saber que, si uno se equivoca, el error no será motivo de burla, sino una oportunidad para aprender. Esto crea un espacio en el que el aprendizaje no solo es posible, sino también más auténtico. Lo que, en consecuencia, promueve el aprendizaje colaborativo en el aula y genera espacios de innovación debido al intercambio libre de ideas.

Este concepto, aunque no es nuevo, ha cobrado relevancia gracias a investigaciones que demuestran que, cuando las personas se sienten seguras, son más creativas, más dispuestas a colaborar y más comprometidas con el aprendizaje. En el aula, estas características son clave. Aprender implica correr riesgos: admitir que no se sabe algo, atreverse a probar una respuesta, participar en una discusión. Si el ambiente no es seguro, estos riesgos se evitan y se pierde una oportunidad de crecimiento.

Imagina estar en una clase donde sientes que cualquier cosa que digas puede ser criticada. ¿Te atreverías a levantar la mano? Probablemente, no. Ese miedo al juicio paraliza el aprendizaje. Cuando un estudiante siente que puede participar libremente, se abre a nuevas ideas, explora formas de resolver problemas y, lo más importante, no teme cometer errores, porque sabe que el error es parte del camino hacia el conocimiento.

La seguridad psicológica permite que los estudiantes se concentren en lo realmente importante: aprender. No están distraídos por el temor a lo que otros piensen, ni preocupados por quedar en ridículo. Al contrario, saben que sus opiniones son valiosas y que, incluso si se equivocan, ese error los llevará a una mayor comprensión.

Un aula donde hay seguridad psicológica fomenta el pensamiento crítico. Los estudiantes se sienten motivados a cuestionar, a debatir, a ir más allá de lo que se les enseña, porque saben que sus preguntas y aportes serán escuchados. Ahí ocurre el verdadero aprendizaje: cuando se siente la libertad de explorar y desafiar lo que se sabe.

También es un elemento fundamental para el bienestar emocional de los estudiantes. En un aula donde se sienten aceptados y valorados, su autoestima crece. Y esto no es un detalle menor. Los estudiantes que se sienten bien consigo mismos tienen más herramientas para enfrentar los retos académicos y sociales que surgen dentro y fuera de la escuela.

Este ambiente también favorece las relaciones interpersonales. Los estudiantes que se sienten seguros psicológicamente son más propensos a colaborar con sus compañeros, a respetar diferentes puntos de vista y a desarrollar habilidades como la empatía y el respeto.

En un aula segura, los estudiantes aprenden a ser buenos alumnos y mejores personas. Desarrollan una mentalidad de crecimiento, donde ven los desafíos como oportunidades para mejorar, y no como amenazas que los descalifican. Esta actitud les será de gran ayuda no solo en la escuela, sino en la vida misma.

Los docentes juegan un papel central para el desarrollo de aulas seguras psicológicamente. Son ellos quienes, a través de sus palabras, sus acciones y sus actitudes, pueden generar un clima de confianza. Para lograrlo, es fundamental que los profesores lo integren en su forma de enseñar.

Un buen docente no solo transmite conocimientos, sino que también escucha, apoya y valida las experiencias y opiniones de sus estudiantes. Reconocer los esfuerzos es una forma efectiva de motivar a los alumnos a seguir esforzándose. Al hacerlo, el profesor les está diciendo, sin palabras, que el aula es un lugar seguro donde se puede aprender sin miedo al error.

En un mundo que exige más habilidades sociales, emocionales y académicas, la seguridad psicológica en el aula es un aspecto clave para el éxito de los estudiantes. No se trata solo de crear buenos alumnos, sino de formar individuos completos, seguros de sí mismos y capaces de enfrentar los retos con confianza.

El aula debe ser un lugar donde los estudiantes puedan crecer sin miedo a equivocarse, donde se sientan libres para explorar, cuestionar y aprender. Y los docentes tienen la responsabilidad de crear ese espacio. Sólo cuando los estudiantes se sienten seguros psicológicamente, pueden dar lo mejor de sí mismos, tanto dentro como fuera del aula.




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