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12 de junio de 2024, 4:00 AM
12 de junio de 2024, 4:00 AM


En el imaginario popular cruceño (y en el no tan popular) hay tres ideas bien arraigadas: la idea de que la anexión de Santa Cruz a Bolivia (1825) no se dio en los términos y condiciones ideales dada la geografía, la cultura y las condiciones económicas. La idea de orfandad de un estado centrado en la zona andina/minera. Y la idea de que a raíz de ese abandono surge el modelo productivo cruceño, que a todas luces, es exitoso en lo económico pero débil en lo político.

Una parte de esa mirada coincide con la que ese andinocentrismo tiene de Santa Cruz, en los lobbys victorianos paceños, en sus editoriales, y en sus cafés artesanales, ven a la cruceña como una sociedad recolectora, productiva, con muchas oportunidades, pero poco apta para la política. Desde el centralismo, aunque no lo digan abiertamente, se percibe que sienten una cierta superioridad intelectual entre su “polis ilustrada” y nuestros “bucólicos atardeceres".
  
De seguro que algo tan amplio como la historia y tan complejo como la política, no se pueden resumir en solo dos párrafos, pero en esos dos párrafos se trata de condensar un pensamiento general. no por ello acertado, pero al que los hechos dan algo de respaldo, ya que no hay que revisar muchos datos para reconocer que “la gran política” en Bolivia se sigue haciendo en “La Plaza Murillo” y no en “La Plaza 24 de Septiembre".

A todo esto, resuena cada vez más seguido una pregunta en Santa Cruz:

¿Por qué pudimos crear un gran modelo económico y no uno político?

Hay muchas hipótesis, algunas muy sesudas, pero en este artículo vamos a tratar de argumentar una, que no aborda temas ideológicos y menos personales. Es la hipótesis que se basa en que hay un desfase histórico de cerca de 50 años entre oriente y occidente. Es decir, nos llevan medio siglo de experiencia, para colmo, medio siglo en el que pasaron muchas cosas determinantes para nuestra historia.

Santa Cruz se comenzó a comportar como una sociedad moderna 50 años después que el eje La Paz/Oruro. La relación entre territorio, población, producción y poder político es la base para modernizar una sociedad y para reclamar protagonismo en lo social y lo político.
Un solo dato para graficar la idea, para la denominada Guerra Federal (fines del siglo XIX) donde se disputó el centro del poder político en Bolivia, los departamentos de La Paz, Oruro y Sucre sumaban más de cien mil habitantes, mientras Santa Cruz, apenas llegaba a dieciocho mil. Mucha gente y mucha actividad en poco territorio, versus muy poca gente y muy poca actividad en mucho territorio, con todo lo que eso implicaba en lo demográfico y económico. Así era imposible pensar en tener poder.

En Bolivia, hasta el 2006, habían dos deudas históricas, una era que llegue un “indigena” al poder y la otra que llegue “lo cruceño” al poder. La primera llegó a su fin, con más sombras que luces; la segunda, es aún una deuda … una deuda que no va ser fácil de cobrar, ya que la política siempre busca el poder, y el poder se conquista, no se pide.

El exitoso modelo productivo cruceño surgió de una necesidad, el político surgirá de la misma manera, pero para que sea sostenible se debe comenzar por “profesionalizar la política” en la región, abandonar el relato de que el cruceño no sirve para la política, dejar de comprar esos postulados y propagandas que nos tratan de convencer (con éxito hasta ahora) de que un cruceño nunca podrá gobernar en Bolivia: pero dejar también las arengas psicológicas de “unidad porque sí”, porque el rival es más grande y urge armar un “Frankenstein” que sea fuerte aunque carezca de ideas y corazón. En política NO existe la magia, todo son procesos.

Así como los grandes ingenios, la agricultura, la genética, la construcción, la medicina, la educación y una larga lista de etcéteras que son parte del modelo exitoso, NO solo se hicieron con voluntad, sino que necesitaron de inversión, profesionales, técnicos, y gente calificada; la política también necesita recursos, planificación, estudio, práctica y trabajo. La política es una actividad intelectual con sensibilidad humana, se hace leyendo y caminando, su insumo es el disenso inteligente y su objetivo una visión de país por la cual trabajar en todos los ámbitos.

Hoy Santa Cruz es lo más parecido a una urbe cosmopolita, “el mito de la cruceñidad” como algo unívoco y unidireccional es cosa del pasado, ahora se requiere de una política profesional, intelectual, sin perder su esencia cultural; que sea capaz de ver desde distintas perspectivas con profundidad, pragmatismo y objetividad.

Ningún político en Bolivia es capaz de reunir, a simple convocatoria, a más de un millón de personas como lo hicieron y lo seguirán haciendo los nuestros. Pero ningún político cruceño podrá capitalizar eso si no se apega a una disciplina, a un método y a una idea contemporánea de la sociedad y las demandas de las nueva generaciones.

Desde el poder político se deben defender los bienes materiales, los valores morales y sociales: la familia, la cultura, la fe, el respeto, la tolerancia y la sinergia de lo diverso como hilos de un tejido social fuerte, algo que Santa Cruz tiene que proponer al resto del país, un país que cada vez ve más de cerca a Santa Cruz, pero que desde ahora también tendrá comenzar a escucharlo.


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