Opinión

Democracia y posverdad

27 de abril de 2021, 5:30 AM
27 de abril de 2021, 5:30 AM

En una interesantísima entrevista con Oscar Ortiz en su prestigioso programa digital, “De Frente con Oscar Ortíz”, analizamos el fenómeno de la posverdad, un término de uso común en nuestros días que, sin embargo, no es del todo comprendido, ni en su sentido y menos en sus consecuencias.

El término fue acuñado en 1992 por un académico norteamericano (Steve Tesich) y desde entonces ha tomado una inusitada fuerza discursiva. Se trata de un artificio lingüístico mediante el cual se sustituye la verdad y se da por evidente la mentira, en realidad se invierte la lógica de los actos políticos presentando una situación inversa a lo evidentemente sucedido.

¿Cuál es el efecto de la posverdad en el escenario de la democracia? Para responder esta acuciante interrogante es necesario recordar que la democracia es el producto político de la modernidad. Una modernidad nacida al impulso de la razón humana que, desde el Renacimiento, había condenado a muerte todo juicio que no obedeciera a principios científicos, verificables y objetivos. Las ideas religiosas, idealistas o míticas quedaron sepultadas y en su lugar la creatividad, la inventiva y la necesidad de obtener resultados ciertos se impuso como la lógica que definiría el curso de la historia y la sociedad. La verdad científica devino como el mecanismo que permitiría el desarrollo de la ciencia y el conocimiento. Lo verdadero era el cimiento de toda forma de desarrollo que acercara al hombre a su meta final: la felicidad humana.  La forma en que lo verdadero se instalaba en la subjetividad social exigía que todo aquello que se arguyera fuese posible de someterse a un principio de verificación, lo inverificable no era cierto, era una simple mentira. En el ámbito político esto resultaba imprescindible de manera que se exigía que los políticos fueran honestos y tuvieran como elemento rector de su accionar la verdad antes que la mentira. Un político exitoso era en consecuencia un hombre que se distingue por la veracidad honesta de sus actos y afirmaciones, combatirlo era atentar contra el espíritu de la democracia. La democracia se impuso, así, como el reino de la verdad. De hecho, lo que se exige de la democracia es precisamente que sea cierta, transparente, honesta. La ausencia de verdad es un acto que complota contra la democracia y es ahí donde radica el peligro de la postverdad.

Las fuerzas antidemocráticas, particularmente en el siglo XXI, comprendieron rápidamente que mantener la verdad como un principio rector del accionar político resultaba contraproducente a sus intereses. No tenia ya nada que ver con los principios epistemológicos de la existencia humana, falsear la verdad o negarla se transformó en un artificio de la política. Lo blanco podría mostrarse como negro, lo bueno como malo, el fraude como golpe, el despilfarro como progreso y el latrocinio como ejercicio deliberado del Poder, resultó así que el mejor político, el más hábil, era el que mejor mentía.

Trastocar de esta manera el orden de la realidad, e intentar sustituirla por la mentira, devino en poco tiempo como la estrategia más efectiva en el campo político, se podía sustituir casi todo y de hecho se podía reescribir la historia en consonancia con mis objetivos ideológicos. Todo lo que contradecía mis intereses era mentira, lo único cierto era lo que yo afirmaba. Esa fue la ruta crítica de los regímenes fascistas y de todas las dictaduras modernas.

Transmutar la verdad en mentira pasó a formar parte de una política de Estado explotada al máximo por los regímenes autoritarios en el mundo entero, mentirle al pueblo e inventar “verdades” pasó a ser el método más utilizado y hasta cierto punto efectivo para el ejercicio arbitrario del Poder. Probablemente el ejemplo paradigmático de esta estrategia lo encontramos en el gobierno del MAS, al punto que, el uso de la posverdad alcanzó niveles delirantes el momento en que nada más y nada menos que el vicepresidente del Estado Plurinacional, un connotado intelectual boliviano, aseguraba que “el sol se esconderá y la luna se escapará" si no apoyaban a su jefe.

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