21 de enero de 2023, 7:00 AM
21 de enero de 2023, 7:00 AM

Antes de finalizar la semana hubo más incautaciones de droga boliviana en el exterior que dentro del territorio nacional, al menos oficialmente.

Llama la atención también que la droga, cocaína y pasta base, sobre todo, viaja en aviones por rutas seguras, sin el control de radares ni otras tecnologías que hoy están a la mano de cualquier ciudadano más o menos tecnológico. Las cámaras de los hangares ‘no funcionan’ y desaparecen los registros de seguridad para impedir las investigaciones.

No deja de sorprender que, de los hangares del mismo aeropuerto, en casi pleno centro urbanístico, salen y llegan aparatos con marcados destinos y luego burlan rutas y destinos.

Hace unas horas se conoció también de operativos en Chapare con el hallazgo de droga, dos megafábricas y dos detenidos.

Las actividades ilícitas del narcotráfico se han enquistado en el tejido social de una sociedad con profundos problemas.

Se cae una vez más en el discurso oficial que Bolivia es un país de tránsito de drogas y que el estupefaciente viene de otros países y transcurre hacia otras latitudes. En la medida que se siga negando que Bolivia es productor de cocaína y refinador de pasta base de alta pureza, comercializador y exportador en grandes cantidades, la venda en los ojos no alcanzará para tapar tanta vergüenza.

Solo basta recordar el llamado ‘narcogeneral’ René Sanabria, Oscar Nina, su sucesor, y Maximiliano Dávila, otro jefe antidrogas, involucrado también por vínculos con el narcotráfico, son algunos de los exponentes de una trama oscura y perniciosa de un país que sufre, sin tregua, el flagelo del narcotráfico y sus latigazos mortales.

En todos los países vecinos, sin excepción, se incautan centenares de kilos de cocaína que salen de Bolivia. La abundancia de la producción, la corrupción en las altas esferas de la Fuerza de Lucha contra el Narcotráfico (Felcn), en el Ministerio de Gobierno y en las fuerzas policiales hacen que se profundice la crisis estructural del problema.

Nadie más que nosotros nos libraremos de este flagelo si no se decide terminar de raíz con esta actividad ilícita. En la infructuosa lucha que se lleva a cabo la metodología utilizada contra el narcotráfico ha fracasado y debe ser cambiada.
El incremento de esta actividad cobra una factura económica, política y social. Afecta a las nuevas inversiones, somete al poder político y condiciona el relacionamiento social con nuevos actores que manifiestan valores no tradicionales imponiendo los suyos.

Los datos oficiales que la Felcn y el Ministerio Público presentaron el año anterior estremecen. 18,2 toneladas de cocaína, entre clorhidrato y cocaína base, además de 9,8 t de marihuana. Exorbitantes cantidades que la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc, por su sigla en inglés) validó en la destrucción del 84% del total de drogas ilegales secuestradas en Bolivia en este periodo. A pesar de ser el porcentaje de drogas más alto en más de una década, este año en 15 días se ha incautado casi una tonelada de droga boliviana en Paraguay y Chile, y más de media tonelada en Chapare, Cochabamba.

Suena inocente pretender combatir a las grandes mafias enquistadas en el territorio nacional con menos tecnología, menos recursos y con perforaciones importantes en grupos de élite, de Gobierno y con protección institucional. Si el futuro se ve en blanco y negro, pedir ayuda no es una mala alternativa, seguir negando la enfermedad y los males crónicos, nos conducirá al mismo y penoso destino.

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