24 de octubre de 2020, 5:00 AM
24 de octubre de 2020, 5:00 AM

En la extensa órbita de preocupaciones de los bolivianos hay un punto concéntrico en torno al cual giran todos los demás elementos: la economía, que a no dudar fue el factor determinante de la tendencia de la votación al menos urbana que favoreció al candidato Luis Arce al punto de darle el triunfo con un amplio margen como demuestra el conteo oficial de votos.

Y si bien por ahora la cautela es la nota común de los sectores más relacionados con la marcha de la economía del país, algunos sectores empresariales han comenzado tímidamente a esbozar lo que entienden que serían las condiciones ideales durante la próxima gestión gubernamental.
Uno de esos actores, la Cámara de la Construcción de Santa Cruz, tiene la expectativa de que el nuevo gobierno tome en cuenta el punto de vista del sector para reactivar la economía haciendo a las empresas bolivianas participantes de los proyectos de obras públicas que impulsa el Estado. 

Al ser uno de los principales generadores de empleo junto con la agroindustria, este sector espera también que existan reglas claras que no beneficien a las empresas del exterior en perjuicio de las nacionales. 

Y a la vez uno de los actores de la agroindustria, la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo, demanda políticas públicas claras que fomenten la actividad productiva, considerada uno de los motores que tiene capacidad de reactivar la economía boliviana golpeada duramente por la pandemia del Covid-19.

El sector agropecuario es uno de los pocos que ha crecido, en 1,11 por ciento, pese a que el Producto Interno Bruto del país ha caído en 11 por ciento de manera general.
 
En días recientes, el futuro presidente Luis Arce declaró su preocupación por el estado de la economía boliviana y dijo que los actuales indicadores son peores que los de la época de la Unidad Democrática y Popular de los años 1982-1985.
Sin embargo, los economistas consideran que no es apropiado comparar la situación actual con la de hace 40 años porque los escenarios son completamente distintos y que tampoco será de utilidad responsabilizar al gobierno transitorio de Jeanine Áñez por la condición en que reciben las finanzas del país.

El país necesitará encarar con mucha responsabilidad y disciplina la deprimida situación de la economía, y para ello más que discurso político lo que se necesitará son propuestas concretas que reactiven la producción, y por tanto, el ingreso, y en consecuencia el empleo. 

Además, la caída de los ingresos comenzó el año 2015, dice el ex presidente del Colegio de Economistas de Bolivia, Johnny Mercado, y cita que las reservas internacionales netas bajaron de 15.000 millones a 6.000 millones de dólares desde el año 2015, y que el déficit fiscal subió de 3 por ciento el 2015 a 7,8 por ciento en 2019.

También el gasto corriente es motivo de preocupación de los economistas quienes apuntan que el próximo Gobierno debe reducirlo y hacer un análisis responsable para determinar qué empresas estatales son rentables y cuáles no lo son y por tanto deben ser transformadas para que dejen de representar un gasto para el Estado. 

Habrá mucho por hacer en esa materia, y ojalá que las medidas y las acciones se impongan al discurso político; la crisis que arrastraba el país a finales de 2019 y la pandemia del 2020 no dejan espacio, ahora que terminaron las elecciones, para otra cosa que no sea trabajar por la recuperación económica de Bolivia.

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